¡Cuántas personas viven mal por no perdonar de corazón! Y no sólo que no perdonan a sus enemigos, sino que a veces guardan rencor a sus mismos padres, porque consideran que los han criado mal, o con defectos, y quizás le han como arruinado la vida por algún motivo.
Si estamos entre el número de los que se sienten defraudados o traicionados por sus padres o familiares cercanos, es tiempo de perdonarlos de corazón, para tener paz en nuestra alma, y porque, en definitiva, es Dios el que ha permitido esas circunstancias.
Y a veces no pensamos que lo que somos ahora, quizás brillantes en algún área, o al menos misericordiosos con los que vivieron una situación similar a la nuestra, nos ha vuelto compasivos con todos.
Es muy difícil educar bien a los hijos, y los padres quizás han tenido también carencias en su educación. Por eso no tenemos que juzgarlos jamás, y amarlos mucho, sean quienes sean, porque perdonándolos de corazón, seremos felices nosotros, y les aliviaremos las purificaciones ultraterrenas a ellos.
¿Quién no tiene defectos? Pero recordemos que Dios utiliza hasta los males, para hacer el bien. De modo que si ha permitido ciertas cosas en nuestras vidas, aunque nos parezcan malas, Dios ha sabido sacar bienes de ellas, y hacernos más sabios. Y aunque con todo este sufrimiento sólo hayamos logrado ser un poco más sabios, ha valido la pena ese dolor, porque alcanzar la Sabiduría es un premio tan desproporcionado, que todo esfuerzo y dolor por poseerla, es nada en comparación con semejante Don.
Dios nos ha creado, y nos manda perdonar de corazón a TODOS, porque Él conoce nuestro corazón, y sabe que seremos felices, plenamente felices, sólo cuando perdonemos. Pero es que además el Señor ha condicionado su perdón, a que nosotros a nuestra vez perdonemos; de lo contrario Dios no perdonará nuestros pecados.
No dejemos entrar en nuestra vida el resentimiento, el rencor, el odio, y entonces esta tierra será la antesala de nuestro Paraíso, que alcanzaremos muy pronto, con un corto tiempo de Purgatorio.
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