26 de Agosto de 1975
AMIGOS Y CORREDENTORES
Te he dicho que todas las cosas me pertenecen: el mundo visible y el invisible.
Todo y todos me pertenecen, todo ha sido hecho por medio Mío y sin Mí nada de lo que existe ha sido hecho.
Pero en modo muy
particular, como ya te he manifestado, me pertenecen mis sacerdotes.
Los sacerdotes son mis corredentores; investidos de poderes misteriosos y sobrenaturales, deben tener relaciones de gran intimidad
Conmigo.
Ya no os llamo siervos sino amigos.
Hijo mío, son pocos los sacerdotes que han comprendido el alcance de este don, de mi amistad real.
Por tanto son pocos los
sacerdotes conscientemente responsables de la necesaria e insustituible solidaridad de fe y de amor que debe producirse entre Mí,
Maestro y Salvador, y ellos mis amigos y corredentores.
Son pocos los que han comprendido que entre Yo y ellos debe haber un intercambio recíproco de fuerzas y de energías. Yo me doy
enteramente a ellos y ellos deberían darse exclusivamente a Mí.
Si falta este intercambio absolutamente esencial e insustituible entonces se tiene la muerte espiritual de mis ministros; y muerte
quiere decir podredumbre que contagia y pierde a las almas.
Muchos no parecen darse cuenta de las consecuencias que se derivan
de ello.
Interrumpida la savia vital, mi ministro, de amigo mío y corredentor se convierte en aliado de Satanás, se vuelve como un demonio
y hace las veces de demonio.
La insensibilidad de muchos ministros míos ante el escándalo del rechazo de Dios, ante el escándalo de la apostasía universalizada,
la pasividad con la que asisten a la perdición de tantas almas, son, verdaderamente, heridas lacerantes para mi Corazón
misericordioso.
Tú me dirás que muchos se mueven. Se agitan, ¡pero no se mueven en la dirección justa!
Si al menos sintieran la necesidad de
pedirme su conversión, que no niego a nadie de los que la piden con sentimiento de fe viva y de humildad sincera.
No me aman
Es bien cierto que no faltan sacerdotes santos, pero son pocos.
Faltan expertos confesores y directores espirituales.
Hijo mío, podría hacerte comprender a fondo cuántas almas están apenas vivas, van tirando como plantas enfermas; amarillean por
falta de una iluminada dirección espiritual. Incluso en los conventos, entre las almas consagradas falta una válida dirección
espiritual.
Hay almas que si estuvieran bien dirigidas, habrían llegado a los niveles más altos de la santidad.
Qui non diligit manet in morte7
Muchos sacerdotes míos están en la muerte porque no me aman, porque no han querido conocerme.
7
El que no ama permanece en la muerte
San Juan dice: "Vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron".
Pero que no me acojan mis predilectos en su corazón, esto, hijo
mío, es un pecado enorme.
Que se responda al amor con la frialdad y con la injusticia es una herida grande que incesantemente se provoca a mi Corazón
misericordioso.
Fui rechazado cuando aún estaba en el seno materno. Continuo siendo arrojado fuera por mis ministros, escogidos con amor
infinito.
Por dignidad y poder he puesto a mis sacerdotes por encima de las legiones angélicas.
Me he confiado a su arbitrio. Yo les he concedido el poder divino de perdonar los pecados, de transubstanciar el pan y el vino en
mi Cuerpo, en mi Sangre, Alma y Divinidad.
¿Quién podría suponer que mi amor llegara a tanto?
Hijo mío, ámame mucho para reparar tan monstruosa ingratitud: dame todo tú mismo, con lo que tienes y lo que eres.
Repara,
hijo, repara por los innumerables Judas que diariamente me traicionan.
Acepta sufrir
Mis ministros vagan en la oscuridad ignorando culpablemente hacia lo que se dirigen.
No han acogido con responsabilidad consciente las numerosísimas intervenciones de mi Madre.
Deberían, con inequívoca claridad,
hacer de ello sabedores a los fieles. ¡Al contrario! Presunción, orgullo, respeto humano, incredulidad los han cegado.
¡Qué hemorragia de almas consagradas!
¡Cuántos Judas habrá todavía!
Cuánta sangre, cuánta sangre será derramada... ¡Cuánto tiempo han tenido, a cuántos acontecimientos han asistido!
La revolución
española, la persecución en los países donde impera el comunismo, no han servido para nada, o de muy poco.
La crisis de fe ha
hecho materialistas a mis sacerdotes hasta tal punto que no pocos incluso han perdido el sentido cristiano de la vida.
¿Cómo pueden estos sacerdotes míos, a quienes quiero salvos a pesar de todo, adiestrar a las almas contra Satanás si ellos se han
convertido en el hazmerreír de Satanás?
Han ignorado las repetidas llamadas de mi Vicario en la tierra. No aman a mi Vicario y ¿cómo podrán educar a las almas en el
amor a mi Vicario, en mi amor?
Hijo ¡Qué desolación! Reza, repara, acepta sufrir por la salvación de estos ministros míos.
Te Bendigo, hijo mío. Ámame.
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