27 de Agosto de 1975
CALLAR Y OFRECER
Hijo mío, Yo te lo repito por segunda vez: procura convencerte de ello y no dudar.
Cuando rezas, cuando escribes lo que te digo, Satanás hace de todo, no sólo para distraerte y disuadirte de tu acción, sino para que
te impacientes y, si lo consigue, ensoberbecerte. (...)
Satanás ha pecado por soberbia: en ella está y permanecerá eternamente. Se necesita vencerlo con la virtud opuesta: la humildad.
Si tú, esta tarde, en lugar de impacientarte, hubieras puesto en práctica con un acto de humildad el "callar, aceptar, sufrir y ofrecer",
habrías vencido a Satanás con la mortificación de tu “yo”.
El “yo” es orgullo y Satanás, despechado y humillado, después de un poco hubiera soltado su presa. En este caso tú eras la presa,
porque él te miraba sirviéndose de "x"
He dicho “humillado” porque nada le molesta más que un acto de humildad.
El bochorno de ser vencido por un hombre, inferior a
él por naturaleza, lo exaspera y lo hiere.
¡Qué groseramente yerran los que (materializados y por tanto, ciegos, en nombre de la personalidad, es decir, del propio yo,
basurero del orgullo, la vanidad y la presunción) favorecen e incrementan estas pasiones secundando a Satanás en su acción
demoledora y devastadora del alma!
El Príncipe de la mentira hace creer que es fortaleza lo que en realidad es debilidad, debilidad lo que es fortaleza; de este modo
muchas almas son impulsadas hacia su ruina.
Tú, hijo, puedes tocar con tu mano tu flojedad y ver la necedad de quien se deja prender tan fácilmente por el lazo. Sin embargo no
faltan mis amonestaciones, no faltan mis ejemplos, ni los de mi Madre y vuestra Madre, los ejemplos de los Santos.
La virtud base
¿No os dije "aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón"?
Cuesta más y se necesita más fuerza para mortificar el propio
"yo", que para realizar cualquier otra empresa.
Satanás ha pecado de orgullo, por orgullo ha inducido al hombre a pecar; la victoria del hombre es derrotar a Satanás con la potente
y eficaz arma de la humildad.
La humildad es la virtud base, fundamental, sin la que no hay ningún progreso espiritual, sin ella es imposible la edificación del
Reino de Dios en las almas.
Piensa, medita, reflexiona qué grande es esta virtud. Satanás teme a los humildes, porque por los humildes siempre es derrotado.
Hijo mío, tu Jesús, océano infinito de amor, está sediento de amor, pero los hombres, hechos pesados por la materia en la que están
inmersos, son incapaces ya de verme y de entenderme, y por tanto mucho menos de amarme.
Ámame tú, hijo, quiéreme y ámame por los numerosísimos cristianos que no me aman, por tantos y tantos sacerdotes que no me
aman, profesionales materializados de los valores de mi Redención.
Te Bendigo.
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