297. Con el sermón de Aera termina el segundo gran
viaje apostólico.
7 de octubre de 1945.
1Jesús está hablando en la
plaza principal de Aera:
«...Y no os estoy expresando,
como he hecho en otros lugares, las primeras e indispensables cosas
que hay que saber y hacer para salvarse. Ya las sabéis, y muy bien,
por obra de Timoneo, sabio arquisinagogo de la Ley antigua,
sapientísimo ahora al renovarla con la luz de la Ley nueva. Lo que
quiero es poneros en guardia contra un peligro que en el estado de
espíritu en que os encontráis no podéis ver. Es el peligro de
presiones o malignas acusaciones que os desvíen, con la intención
de separaros de esta fe que ahora tenéis en mí. Os voy
a dejar a Timoneo durante un tiempo. Con otros, os explicará las
palabras del Libro a la luz nueva de mi Verdad, que él ha abrazado.
Pero antes de dejaros, habiendo escrutado vuestros corazones,
habiéndolos visto sinceramente amantes, voluntariosos y humildes,
quiero comentar con vosotros un punto del cuarto Libro de los Reyes*.
___________________
* un
punto del cuarto libro de los Reyes, que
corresponde, en la nueva nomenclatura bíblica a 2
R 18, 17 36.
2Cuando Ezequías, rey de Judá,
sufrió el asalto de Senaquerib, fueron a él los tres altos
personajes del rey enemigo para aterrorizarle con temores de quiebra
de alianzas, de potencias que ya le circundaban. A las palabras de
los poderosos enviados, respondieron Elyaquim, Sebná y Yoaj: "Habla
de forma que el pueblo no comprenda" (para que el pueblo
aterrorizado no invocara la paz). Pero esto es lo que querían los
mensajeros de Senaquerib, así que dijeron con fuerte voz y en
perfecto hebreo: "Que no os seduzca Ezequías... Concertad con
nosotros lo que os conviene y rendíos, y todos podrán comer de su
vid y de su higuera, y podréis beber el agua de vuestras cisternas,
hasta cuando vengamos a llevaros a una tierra como la vuestra,
fecunda, rica en vino, una tierra abundante de pan y uvas, tierra de
aceitunas, aceite y miel; así viviréis y no moriréis...". Y
está escrito que el pueblo no respondió porque había recibido la
orden del rey de no responder.
Ved. Yo también, por compasión
de vuestras almas asediadas por fuerzas más feroces aún que las de
Senaquerib, que podía dañar los cuerpos mas no lesionar los
espíritus mientras que la guerra que os plantea el ejército
enemigo capitaneado por el más fiero y cruel déspota que hay en la
creación es contra vuestros espíritus , Yo también he rogado
a sus mensajeros, a esos mensajeros suyos que, para perjudicarme a mí
en vosotros, tratan de aterrorizarnos a mi y a vosotros con amenazas
de tremendos castigos, los he suplicado diciendo: "Habladme a
mí, pero dejad en paz a las almas que nacen ahora a la Luz. Meteos
conmigo, torturadme a mí, acusadme a mí, matadme a mí, pero no os
ensañéis con estos pequeñuelos de la Luz. Son débiles todavía.
Un día serán fuertes, pero ahora son débiles. No arremetáis
contra ellos. No arremetáis contra la libertad que tienen los
espíritus de elegir un camino. No arremetáis contra el derecho que
Dios tiene a llamar a sí a estos que le buscan con sencillez y
amor".
¿Pero puede, acaso, uno que
odia ceder a las súplicas de la persona odiada? ¿Puede, acaso, uno
que es víctima del odio conocer el amor? No puede. De aquí que, con
mayor dureza aún, y cada vez con mayor
dureza, vendrán a deciros: "Que no os seduzca el Cristo. Venid
con nosotros y tendréis todos los bienes". Y os dirán: "Ay
de vosotros si le seguís! ¡Seréis perseguidos!". Y os urgirán
con ficticia bondad: "Salvad vuestras almas. Es un Satanás".
Muchas cosas os dirán de mí, muchas, para persuadiros a abandonar
la Luz.
Yo os digo: "A los
tentadores responded con el silencio". Después, cuando
descienda la Fuerza del Señor a los corazones de los fieles de
Jesucristo, Mesías y Salvador, entonces podréis hablar, porque no
seréis vosotros, sino el mismo Espíritu de Dios, el que hablará en
vuestros labios, y vuestros espíritus serán adultos en la Gracia,
fuertes e invencibles en la Fe.
Sed perseverantes. Sólo os pido
esto. Recordad que Dios no puede ceder a los sortilegios de un
enemigo suyo. Que sean vuestros enfermos, aquellos que han recibido
confortación y paz en su espíritu, los que hablen siempre entre
vosotros, con su sola presencia, de quién es el que vino a vosotros
para deciros: "Perseverad en mi amor y en mi doctrina y tendréis
el Reino de los Cielos". Mis obras hablan más aún que mis
palabras, y, a pesar de que saber creer sin necesidad de pruebas sea
perfecta bienaventuranza, os he permitido ver los prodigios de Dios
para el fortalecimiento de vuestra fe.
Responded a vuestro cerebro,
tentado por los enemigos de la Luz, con las palabras de vuestro
espíritu: "Creo porque he visto a Dios en sus obras".
Responded al enemigo con el silencio activo y diligente. Y con estas
dos respuestas caminad en la Luz. La paz sea siempre con vosotros».
Y los despide. Luego se encamina
afuera de la plaza.
3«¿Por qué les has hablado
tan poco, Señor? Timoneo quizás se ha quedado desilusionado» dice
Natanael.
«No se sentirá desilusionado
porque es un justo y comprende que advertir a uno de un peligro es
amarlo con amor más intenso. Este peligro está muy presente».
«Como siempre, los fariseos,
¿no?» pregunta Mateo.
«Ellos y otros».
«¿Estás apesadumbrado,
Señor?» pregunta afligido Juan.
«No. No más que de
costumbre...».
«Sin embargo, estabas más
alegre estos días pasados...».
«Será tristeza por no tener ya
consigo a los discípulos. Pero, ¿y por qué los has despedido? ¿Es
que quieres seguir el viaje?» pregunta el Iscariote.
«No. Éste es el último lugar.
De aquí se va a casa. Pero las mujeres no podían continuar con
estas condiciones climáticas. Han hecho mucho. No deben hacer más».
«¿Y Juan?».
«Enfermo. En una casa amiga
como estuviste tú».
4Luego Jesús se despide de
Timoneo y de otros discípulos que se quedan en la comarca, a los
cuales se ve que les ha dado órdenes para el futuro pues no insiste
en más consejos.
Están en la puerta de la casa
de Timoneo, porque Jesús ha querido bendecir una vez más a la dueña
de la casa. La gente, respetuosa, le observa, y le sigue cuando
reanuda el camino en dirección al arrabal, a las huertas, a la
campiña. Los más tenaces le siguen todavía un poco más, en un
grupo cada vez más reducido, hasta sólo nueve, luego cinco, luego
tres, luego uno... Este uno también se vuelve para Aera, mientras
Jesús toma la dirección de occidente, sólo con los doce apóstoles,
pues también Hermasteo se ha quedado, con Timoneo.
5Jesús dice:
«El viaje, el segundo gran
viaje apostólico, está cumplido. Ahora es el regreso a los
conocidos campos de Galilea.
¡Pobre María!
Estás más agotada que Juan de Endor. Te autorizo a omitir las
descripciones de los lugares. Ya hemos dado mucho a los
investigadores curiosos. Y serán siempre "investigadores
curiosos". Nada más. Ya basta. Las fuerzas se desvanecen.
Consérvalas para la palabra. Con el mismo sentimiento con que
constataba la inutilidad de muchas de mis fatigas, constato la
inutilidad de muchas de tus
fatigas. Por eso te digo: "resérvate sólo para la palabra".
Eres el "portavoz".
¡Oh, verdaderamente contigo se repite el dicho: "Hemos tocado
música y no habéis cantado, hemos entonado lamentaciones y no
habéis llorado". Te has limitado a repetir mis palabras, sólo
ellas, y los doctores difíciles han fruncido el ceño, has unido a
mis palabras tus descripciones y encuentran cosas que censurar. Ahora
encontrarán todavía algo que criticar. Y tú estás agotada. Te
diré cuándo habrás de describir el viaje. Solamente Yo.
Dentro de nada hará un año que
te he herido. Pero, ¿quieres, antes de que se cumpla el año,
descansar de nuevo sobre mi corazón? Ven, pues, pequeña mártir...».
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