229. Discurso
a los habitantes de Betsaida sobre el gesto de caridad de Simón Pedro.
25 de julio de 1945.
1Jesús
está hablando a mucha gente que se ha congregado delante de la casa de Felipe;
habla erguido, en el umbral de la puerta realzado sobre dos altos escalones.
La novedad del
hijo adoptivo de Pedro que ha venido con su minúscula riqueza de tres ovejitas
en busca de la gran riqueza de una nueva familia se ha esparcido como una gota
de aceite en una tela. Todos hablan de ello, cuchichean, hacen comentarios que
responden a los distintos modos de pensar.
Hay
quien, sincero amigo de Simón y de Porfiria, se muestra contento por su
alegría. Hay quien, con malevolencia, dice: «Para que le aceptara, se le ha
tenido que ofrecer con dote». Está también la persona buena que dice: «Vamos a
querer todos mucho a este pequeñuelo amado de Jesús». No falta quien
maliciosamente dice: «¿La generosidad de Simón! ¡Sí, precisamente eso! ¡Se
lucrará, si no...!».
Están
también los ambiciosos: «¡También yo lo habría hecho, si me hubieran ofrecido
un niño con tres ovejas. ¡Tres! ¿Os dais cuenta! Es un pequeño rebaño. ¡Además
bien hermosas! Lana y leche están asegurados, y luego los corderos para
venderlos o tenerlos! ¡Son riqueza! Además el niño puede servir, puede
trabajar...».
Pero otros
replican a los malpensados: «¡Qué vergüenza! ¡Decir que se ha hecho pagar por
una buena acción! Simón no ha pensado eso. Le hemos conocido siempre generoso
con los pobres, especialmente con los niños, a pesar de su modesto patrimonio
de pescador. Es justo que ahora ‑ que ya no gana con la pesca y carga con el
peso de otra persona en la familia ‑ tenga otro modo de ganar algo».
2Mientras
la gente comenta, extrayendo cada uno de su propio corazón lo que de bueno o
malo tiene y vistiéndolo de palabras, Jesús conversa con uno de Cafarnaúm* que
ha venido a verle para invitarle a ir enseguida, porque - dice ‑ la hija del
arquisinagogo se está muriendo, y porque hace unos días que está viniendo una
mujer noble con una sierva preguntando por él. Jesús promete que irá al día
siguiente por la mañana, cosa que entristece a los de Betsaida porque querrían
que estuviera con ellos más días.
«Vosotros
tenéis menos necesidad de mí que otros. Permitid que me vaya. Además, durante
todo el verano estaré en Galilea, y mucho en Cafarnaúm. Será fácil vernos. Allá
hay un padre y una madre angustiados. Hay que socorrerlos por caridad. Vosotros
‑ los buenos de entre vosotros ‑ aprobáis la bondad de Simón para con el
huérfano. Sólo el juicio de los buenos tiene valor. No se debe escuchar el
juicio de los no buenos, que siempre está impregnado de veneno y mentira. Así
que vosotros, los buenos, debéis aprobar mi acto de bondad de ir a consolar a
un padre y a una madre. Haced que vuestra aprobación no quede estéril, sino
que, al contrario, os mueva a imitación.
___________________
* uno de
Cafarnaúm es el hombre que le ofreció
hospedaje en Cafarnaúm, como precisa la corrección de MV en una copia
mecanografiada. Se trata de un cierto Tomás
(mencionado con este nombre en 231.1 y en otros lugares), conocido íntimo
de la familia de Jesús (como se ha visto en 47.10), con mujer y sin hijos (como
se verá en 449.4). Su casa de Cafarnaúm era considerada la casa de Jesús, como
en Mateo 4,13
3Hay
páginas de la Escritura
que hablan de cuánto bien nace de un acto bueno. Recordemos a Tobit. Mereció
que un ángel tutelase a su Tobías y que enseñase a éste cómo devolver la vista
a su padre. ¡Cuánta caridad, sin pensar en obtener beneficio, había practicado
el justo Tobit, a pesar de los reproches de su mujer, y de los peligros incluso
de muerte! Recordad las palabras del arcángel: "Buenas cosas son la
oración y el ayuno. La limosna vale más que montañas de tesoros de oro, porque
libra de la muerte, purifica los pecados; quien la practica halla misericordia
y vida eterna... Cuando orabas entre lágrimas y enterrabas a los muertos...
presenté tus oraciones al Señor". Pues bien, mi Simón, en verdad os lo
digo, superará con mucho las virtudes del anciano Tobit. Cuando Yo me vaya,
quedará como tutor de vuestras almas en mi Vida. Ahora él empieza su paternidad
de alma para ser mañana padre santo de todas las almas fieles a mí.
Por
tanto, no murmuréis; al contrario, si un día encontráis en vuestro camino, cual
pajarillo caído de su nido, a un huérfano, recogedle. El pedazo de pan
compartido con el huérfano, lejos de empobrecer la mesa de los hijos
auténticos, trae a casa las bendiciones de Dios. Hacedlo, porque Dios es el
Padre de los huérfanos y es Él mismo quien os los pone delante, para que los
ayudéis reconstruyéndoles el nido que la muerte destruyera; hacedlo porque lo
enseña la Ley que
Dios dio a Moisés, que es nuestro legislador precisamente porque en tierra
enemiga e idolátrica encontró un corazón que se curvó compasivo hacia su
debilidad de infante, salvándole de la muerte, arrebatándole a la muerte, fuera
de las aguas, al margen de las persecuciones, porque Dios había establecido que
Israel tuviera un día su libertador: un acto de piedad le valió a Israel su
caudillo.
Las
repercusiones de un acto bueno son como ondas sonoras que se difunden hasta muy
lejos del lugar en que nacen; o, si lo preferís, como flujo de viento que
arrebata las semillas y consigo las lleva muy lejos hasta las fértiles glebas.
Podéis
iros. La paz sea con vosotros».
4Jesús
dice después: «Aquí colocaréis la visión de la resurrección de la hija de
Jairo, tenida el día 11 de marzo de 1944».
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