15 de Junio de 1976
LA HORA DE LA REVISIÓN
Hijo, escribe:
Ahora sabes por qué Satanás y sus legiones Me odian, odian a mi Madre y vuestra y odian a la humanidad entera.
Ahora sabes hijo mío que este odio se concreta en una acción incesante, sin jamás un solo instante de descanso.
Toda su actividad está terriblemente organizada, toda dirigida a la ruina material y espiritual de los hombres, hacia el loco
designio de poder luchar con Dios de igual a igual.
De esto están convencidos los demonios.
Después que San Miguel se alzó al grito: "¿Quién como Dios?", sabes que Satanás y sus legiones, han quedado congelados en esta
loca convicción, por lo que no abandonan la esperanza de poder salir vencedores.
Por esto, hijo mío, no querrán soltar lo que consideran su presa sin violentísimas reacciones, que serán causa de tanto sufrimiento
y que Yo, Dios como el Padre y el Espíritu Santo, someteré a la purificación de mi Iglesia.
Ahora conoces el estado de ánimo de los cristianos, sacerdotes y pastores.
Ahora sabes que la Iglesia ha llegado a encontrarse en
condiciones de inferioridad frente a sus irreductibles enemigos, no por culpa de Dios, no porque le falten los medios de defensa,
sino porque no ha reaccionado a los asaltos, a las insidias, a las tentaciones con las que ha sido agredida.
Ahora, hijo, tienes un cuadro preciso de una situación en gran parte culpable, cuya responsabilidad cae en sus Obispos, sus
sacerdotes y sus fieles, naturalmente en medidas diferentes.
En conocimiento de todos
Este cuadro te ha sido dado a ti, pero tú eres el instrumento escogido para llevarlo al conocimiento de todos. No lo olvides. Ya ves
cómo este designio desagrada a las fuerzas del Infierno, ya ves cuánto te han hecho sufrir, pero no temas.
No te dejes ni engañar, ni asustar por las estúpidas agresiones con las que te molestan.
¡Todos sepan, pastores y sacerdotes, que la hora de la revisión ha sonado!
Deben revisar toda su acción pastoral planteada actualmente sobre reglas falsas. Si no lo hacen, serán después obligados a hacerlo.
No se renueva nada, nada se regenera, sino partiendo de los presupuestos que claramente te he expuesto. Tomen el Evangelio en la
mano, mediten mi acción pastoral.
¿Qué más puedo decir? ¿Qué otras indicaciones más precisas podría dar?
Hijo ¡procura no perder tiempo! Los muchos pecados de los hombres, los muchos sacrilegios de los Consagrados, la nauseabunda
indiferencia de los cristianos, ya no son tolerables.
Hijo, ¡ánimo! Te quieren asustar, pero Yo estoy en ti, Yo, uno con el Padre y con el Espíritu Santo.
Entonces, ¿qué te podrán hacer? Nada, hijo mío, más que eso que Yo permito para santificarte y enriquecerte.
Te bendigo.
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