l de Diciembre de 1976
REALIDAD DESCONOCIDA
Escribe, hijo mío.
¿Qué cosa enseñan en los seminarios o en los institutos religiosos? Se enseña un poco de todo y no se hace distinción entre lo
sagrado y lo profano; al contrario te digo más, lo que debería tener una absoluta preeminencia con mucha frecuencia pasa al
último lugar; basta esto para comprender cuánto ha desviado el mal, el materialismo, a los responsables, a los educadores, del fin
al que deberían los consagrados dar vida, energías y todas sus fatigas.
Ayer te he dicho que los sacerdotes son por su misma naturaleza almas víctimas, porque Víctima completa es el Divino Maestro,
el cual, con un acto de amor y de misericordia infinita quiere participar a los predilectos Su regia potestad sacerdotal. Porque
quiere que aquellos a los que Él ha escogido sean semejantes a Él en el amor, y por lo tanto, primero en el sacrificio y en la gloria
después.
El sacerdocio incluye una tal suma de poderes como para asombrar a las mismas jerarquías angélicas.
El Arcángel Gabriel, que
está ante el Altísimo, se sintió altamente honrado por haber sido elegido Embajador ante la Santísima Virgen para anunciarle el
sublime Misterio de la Encarnación, de parte de Dios Uno y Trino.
Ciertamente esa embajada llevada a cabo por El ha sido la más grande que se ha realizado en el universo visible e invisible.
No viven sobrenaturalmente, por tanto...
Pero cuando se piensa en los poderes regios y en la dignidad conferida por el Verbo hecho Carne a sus sacerdotes, los mismos
Angeles quedan admirados y estupefactos, y Satanás mismo, y sus legiones malditas quedan desesperadamente enojados y
trastornados. No pueden comprender cómo hombres, tan inferiores a ellos, sean elevados a dignidad tan alta y sublime.
Todo esto es realidad, hijo mío, pero realidad no comprendida, no aceptada, no sentida, por lo que los demonios se ríen de la
ceguera y necedad humana.
¿Por qué este deplorable estado de cosas?
¿Cómo puede un clérigo vivir su vocación en esta visión si los que están en torno a él como custodios, tutores, artífices, delegados
complementarios en la obra iniciada por el Divino Sembrador, son incapaces de vivir ellos mismos sobrenaturalmente su
vocación? ¿Cómo pueden inculcar en otros lo que ellos mismos no creen, no sienten y no viven?
Plantita delicada es la vocación, pero si al rededor de ella hay zarzas espinosas la sofocan y la hacen morir... Más que zarzas
espinosas son hoy no pocos educadores en los seminarios.
La vocación es planta delicada que debe recibir luz y calor; pero ¡luz y calor le quitan los educadores heréticos, marxistas y
materialistas!
La vocación debe madurar en un oasis
No es en el trastorno de la vida moderna, entretejida de traumas, de ruidos, de laxismo, de anarquía, de contestación, donde se
puede madurar una vocación... La vocación comporta una concepción y visión de la vida bien diferente de la que tiene el mundo
pagano de hoy.
La vocación debe crecer y madurar en un oasis; y los oasis están circundados por el desierto y ¡están en el desierto!
Hijo mío, cuántas vocaciones perdidas y cuánta responsabilidad por parte de aquellos que han sido llamados al apostolado
primario; ¿cómo se puede, hijo mío, conducir paso a paso a esos “llamados” por senderos y pastos desconocidos?
En la Iglesia regenerada las cosas cambiarán; quiero sacerdotes responsables y conscientes de su grandeza y dignidad sacerdotal,
quiero sacerdotes humildes y bien dispuestos a seguirme en el camino de la Cruz y ¡no en los caminos del mundo!
Deben saber que el mundo es del Maligno y que al Maligno no se le vence sino con la humildad de la Cruz;
¡Yo así lo he vencido
y únicamente así lo podrán vencer mis sacerdotes!
Te bendigo, hijo mío, ámame y reza.
Ofrécete para que la Gracia penetre en las mentes y en los corazones de tantos sacerdotes que están en camino de perderse
eternamente.
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