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miércoles, 19 de enero de 2011

Meditación para el segundo día de la Semana por la Unidad de los Cristianos


Muchos miembros en un solo cuerpo
CIUDAD DEL VATICANO, martes 18 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario a los textos bíblicos y de oración escogidos para el segundo día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 19 de enero.
El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos. La base del texto ha sido redactada por un equipo de representantes ecuménicos de Jerusalén.
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Día segundo – Muchos miembros en un solo cuerpo
Lecturas
Isaías 55, 1-4
Venid por agua
Salmo 85, 8-13
Su salvación está cerca
1 Corintios 12, 12-27
Hemos recibido en el bautismo un mismo Espíritu a fin de formar un solo cuerpo
Juan 15, 1-13
Yo soy la vid verdadera
Comentario
La Iglesia de Jerusalén descrita en los Hechos de los Apóstoles es el modelo de la unidad que buscamos actualmente. Como tal, nos recuerda que la oración por la unidad de los cristianos no puede contemplar la uniformidad, ya que la unidad se caracterizó desde el principio por una gran diversidad. La Iglesia de Jerusalén es el modelo o el icono de la unidad en la diversidad.
El relato de Pentecostés en el libro de los Hechos nos dice que, ese día, todas las lenguas y culturas del antiguo mundo mediterráneo y que estaban representadas en Jerusalén, la gente oía el Evangelio en sus distintas lenguas y que a través de la predicación de Pedro, se unieron los unos a los otros en el arrepentimiento, bautismo y efusión del Espíritu Santo. San Pablo, por su parte, escribirá más tarde: “Todos nosotros, en efecto, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido en el bautismo un mismo Espíritu, a fin de formar un solo cuerpo; a todos se nos ha dado a beber de un mismo Espíritu”. No es una comunidad uniforme, hecha de espíritus similares, de gente unida por la cultura y la lengua, que era asidua a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión fraterna, sino una comunidad de una gran diversidad, donde las diferencias podían fácilmente degenerar en controversias. Fue el caso entre los cristianos de origen griego y los de origen judío con respecto a la negligencia con la cual trataban a las viudas griegas, como informa san Lucas (Hechos 6,1). Por tanto, la Iglesia de Jerusalén estaba unida en sí misma, y que el Señor resucitado declara: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto”.
Una gran diversidad caracteriza hoy todavía a las Iglesias de Jerusalén y a las de todo el mundo. En Jerusalén esta diversidad puede fácilmente degenerar en controversia, ya que el actual clima político de hostilidad no hace más que acentuarlo. Pero como la Iglesia primitiva de Jerusalén, los cristianos de Jerusalén nos recuerdan hoy que formamos un mismo cuerpo muchos miembros, una unidad en la diversidad. Las antiguas tradiciones nos enseñan que la diversidad y la unidad existen también en la Jerusalén celestial. Nos recuerdan que la diferencia y la diversidad no significan división y desunión, y que la unidad de los cristianos para la cual oramos siempre ha supuesto una real diversidad.
Oración
Dios, de quien procede toda vida en su gran diversidad, que llamas a tu Iglesia como Cuerpo de Cristo a estar unida en el amor. Haz que comprendamos aún más nuestra unidad en la diversidad, y que nos esforcemos en trabajar juntos para predicar y construir el reino de tu inmenso amor para la humanidad, acompañándonos unos a otros por todas partes y en todo lugar. Haz que tengamos siempre conciencia de que Cristo es la causa de nuestra vida común. Te lo pedimos en la unidad del Espíritu. Amén.

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