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domingo, 27 de febrero de 2011

¡Perdonar y Olvidar!



Nelson Duque Marín
El ser humano por lo general abriga en su corazón odio, venganza y rencor. Le cuesta y se le hace difícil perdonar y olvidar al mismo tiempo. Es vengativo y rencoroso por naturaleza. Es normal escuchar decir de sus labios la siguiente expresión:


Yo perdono, pero no olvido. Aprender a perdonar y a olvidar sí es posible, pero sólo con la ayuda y la gracia de Dios. Claro está que perdonar no siempre implica olvidar, pero sí pensar de otra manera, o sea, sin venganza, sin odio y sin rencor en el corazón. La persona humana es un ser que posee la capacidad de la memoria y también vive de los recuerdos. Lancémonos a la experiencia del perdón y del olvido, así no volvamos a ver ni a tratar a quien nos ha ofendido, pero perdonémosle siquiera de corazón. Dios a lo largo de la historia ha perdonado siempre al ser humano. El Dios de los cristianos es un Dios de perdón. El Dios del Antiguo Testamento no es el Dios de la venganza; no es el Dios oprobioso; no es el Dios encargado de hacer justicia condenando y matando al culpable, todo lo contrario, el rostro de Dios revelado desde el Antiguo Testamento, es un rostro de misericordia. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que éste se convierta y viva.


Jesucristo durante su vida pública expresó siempre sentimientos de misericordia y de perdón. Su programa de vida consistió en reconciliar al hombre con Dios. Su misterio de encarnación fue asumido por él precisamente para que el ser humano vuelva al encuentro con Dios. Se hizo uno como nosotros, para que nosotros fuésemos como él. Si desde el principio el pecado había perturbado la obra de la creación, con Cristo en la cruz se regenera lo que Dios había creado. El pecado ya no tiene vigencia, ha sido vencido. Para eso envió Dios a su hijo al mundo, para vencer al pecado.


El perdón es una de las características propias del cristianismo. Ningún otro grupo religioso tiene por exigencia perdonar. El cristianismo sí. Cristo vino a enseñarnos a perdonar, Él exigió de nosotros siempre el perdón. Así como Nuestro Padre Dios nos perdona, el cristiano tiene también que perdonar a quien le ofende, a quien le hace daño. Perdonar y olvidar genera en el ser humano paz interior y felicidad. El Evangelio de San Mateo en el Sermón de la Montaña se vuelve un grito para la humanidad, allí Cristo nos da el mandato del perdón. Como Dios nos perdona y olvida nuestras faltas, el que cree en Cristo tiene que perdonar y olvidar; y cuando enseña a los discípulos la oración del Padre Nuestro, les dice que siempre que lo repitan digan: 
Perdónanos como también nosotros perdonamos. Él desde la cruz murió perdonando a sus agresores. Cristo enseñó y practicó con su propia vida el perdón y la misericordia para con el pecador. Hoy cuando se habla de perdón los seres humanos se ríen, bromean y hasta blasfeman, lo cual es más horrible que cualquier dolor físico. Cuando no se perdona, el dolor carcome el corazón y la angustia extermina la existencia humana. Cómo es posible que con tantos logros y con tantos adelantos, los seres humanos sean capaces de tanta bajeza. Queda todavía en el corazón del ser humano la mezquindad del pecado. Hay como un deseo de hacer sufrir al otro, de llevarlo incluso hasta la muerte. Hay un afán por condenar al otro, de señalarlo, de llevarlo hasta el suplicio y en medio de esta mezquindad brilla la mentira, la vileza, la traición, la hipocresía, la perfidia; y hasta nos hemos otorgado el derecho de hacer justicia, de juzgar al otro e incluso de condenar al inocente. Nos sentimos jueces de los demás, de las actitudes, de las obras. ¡Qué absurda la existencia humana, marcada por esta consideración, y por esta incapacidad de perdón!.


El perdón sigue siendo una necesidad para el hombre. El perdón es sanativo, da vida y cura. El perdón es una exigencia de corazón humano en este tiempo. Si no perdonamos nos vamos a acabar los unos a los otros y nos vamos a destruir de modo inmisericorde. Jesucristo nos enseñó desde la cruz a decir:


Padre perdona a los que nos hacen daño, a los que nos ofenden, a los que nos calumnian y a los que nos han generado alguna tragedia en la existencia; Padre perdónalos para que podamos vivir un mundo nuevo lleno de justicia y de paz.


Pidámosle al Señor que nos ayude a perdonar de corazón a quienes nos hacen daño. Perdonemos y oremos por nuestros enemigos. No blasfememos ni hagamos juicios ni condenemos al inocente. Pidámosle a Dios la capacidad de perdonar y olvidar desde lo más profundo de nuestro corazón. Si perdonamos y olvidamos desde lo más profundo de nuestro ser, seremos en realidad verdaderamente felices.
“Errar es humano, perdonar es divino”

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