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Cierto hombre, llamado Mogo, acostumbraba a considerar la Navidad una fiesta sin sentido. Según él, la noche del 24 de diciembre era la más triste del año, porque muchas personas se daban cuenta de lo solas que estaban, o recordaban a la persona querida que había muerto aquel año.
Mogo era un hombre bueno. Tenía una familia, procuraba ayudar al prójimo y era honesto en sus negocios, Sin embargo, no podía admitir que las personas fuesen tan ingenuas como para creer que un Dios había bajado a la Tierra solo para consolar a los hombres. Siendo una persona de principios, no tenía miedo de decir a todos que la Navidad, además de ser más triste que alegre, también estaba basada en una historia irreal: un Dios transformándose en hombre.
Como siempre, en la víspera de la celebración del nacimiento de Cristo, su esposa y sus hijos se prepararon para ir a la Iglesia. Y, como siempre, Mogo decidió dejarlos ir solos, diciendo:
- Sería hipócrita de mi parte acompañaros. Estaré aquí esperando vuestro regreso.
Cuando la familia salió, Mogo se sentó en su silla preferida, encendió el hogar y empezó a leer los diarios de aquel día. Sin embargo, pronto fue distraído por un ruido en su ventana, seguido de otro, y otro. Pensando que alguien estaría jugando con bolas de nieve, Mogo se puso el abrigo y salió, con la intención de dar un susto al intruso.
En cuanto abrió la puerta, notó una bandada de pájaros que habían perdido su rumbo por causa de la tempestad, y ahora temblaban en la nieve. Como habían notado la casa caliente, habían procurado entrar, pero al chocar contra el vidrio se habían hecho daño en las alas, y solo podrían volar de nuevo cuando estuvieran curadas.
"No puedo dejar a esas criaturas allí afuera" pensó Mogo "¿Cómo podría ayudarlas?" Fue hasta la puerta de su garaje, las abrió y encendió la luz. Los pájaros, no obstante, no se movieron. "Tienen miedo" pensó Mogo.
Volvió a entrar en la casa, cogió algunas migas de pan e hizo un caminito hasta el garaje calentado. Pero la estrategia no dio resultado. Mogo abrió los brazos, intentó conducirlos con gestos cariñosos, empujó delicadamente a algunos de ellos, pero los pájaros se pusieron más nerviosos aún, y comenzaron a debatirse, andando desorientados por la nieve y gastando inútilmente la poca fuerza que aún les quedaba. Mogo ya no sabía qué hacer.
- Debéis estar viéndome como una criatura aterradora - dijo en voz alta - ¿Será posible que no entendáis que podéis confiar en mí?
Desesperado, gritó:
-¡Si yo tuviera ahora la oportunidad de transformarme en pájaro, sólo por algunos minutos, veríais que estoy realmente queriendo salvaros!
En este momento tocó la campana de la iglesia, anunciando la medianoche. Uno de los pájaros se transformó en ángel y preguntó a Mogo:
-¿Ahora entiendes por qué Dios necesitaba transformarse en hombre?
Con los ojos llenos de lágrimas, arrodillándose en la nieve, Mogo respondió:
-¡Perdóname ángel. Ahora entiendo que sólo podemos confiar en aquellos que se parecen a nosotros, y pasaron por las mismas cosas que nosotros pasamos.
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