Amada Madre nuestra, a ti que estas aquí presente en medio nuestro, a ti que cuando veo tu divina figura arribar, hasta nuestra presencia, no puedo mas que preguntarme una y mil veces, que es lo que hace que el cielo en su infinita majestad y gloria, se digne a visitarnos a nosotros humildes y simples mortales, que es lo que hace Madre nuestra que en este tu bendito vientre se haya encarnado la gloria y tengamos merced a tu entrega generosa la vida perpetua en Dios, que es lo que hace amada Madre que tu en tu figura, transmitas a la tierra, esa luz que alguna vez los hombres rechazamos que es lo que hace Madre Santísima que tanto amor, tanta entrega, tanto divino don, llegue hasta lo más profundo de nuestro ser.
Dime Madre como agradecer cuando llegas con tu humilde delantal y reposas tus manos cansadas sobre él, como agradecer las noches de cuidados, los dolores acariciados por tu voz y tus manos que se sentían débiles y simples.
Hija mía es solo el amor, es ese amor que el cielo todo os prodiga, el que hace que la gloria del Padre se derrame entre vosotros, es ese amor que mitiga todo mal, es ese amor que toma las miserias en bellas piedras preciosas que adornan las joyas más bellas del reino de Dios.
Hija amada no existe mayor amor que el que vuestro Padre siente por cada uno de vosotros. Habéis recorrido un largo camino hasta aquí, sabéis que la unión, la esperanza, la fraternidad, la tolerancia, el perdón y la oración son las llaves que abren las puertas del reino de Dios, a veces cuando os veo a vosotros mis hijos tan distraídos a mi voz, tan distantes de la Voz del Padre, tan ciegos a la compañía de mis Ángeles, tan lejanos al amor.
Vuestra Madre se pregunta, si habéis tomado conciencia de todo lo que se os ha dado, si os dais cuenta de cuanto se ha derramado sobre vosotros, la sangre del cordero inmolado que se volvió sangre bendita, para vuestra gloria, pues si vuestro amado Jesús en su entrega y en su obediencia no hubiera elegid descender a los infiernos, soportar la humillación de verse entre las almas condenadas solo para llevaros a la gloria, ¿que sería de vosotros mis hijos?
Tantas noches y tantas jornadas de lagrimas derramadas por cada uno de vosotros, aquí estoy y tu me alabas y me colmas de alegría, pero vuestra Madre es simple y sencilla. Tú te preguntas porque la gloria de Dios viene a vosotros.
Hija mía cada día la gloria de Dios está presente en medio vuestro, mira tu ser, el de tu esposo, el de vuestros hijos, acaso eso no es manifestación perfecta de la gloria de Dios.
Nuestra voz hija amada se derrama sobretodo el mundo, las almas son nuestros tesoros mas grandes, vuestro cuerpo es nuestro templo divino, vuestras palabras son nuestras palabras pues os hemos enseñado antes de que nacierais las glorias de Dios, las olvidasteis, que es lo que hace que unos hijos me alaben y otros me condenen, que es lo que hacen que unos hijos amen a Dios y otros lo desprecien, si todos habéis recibido lo mismo. No hemos separado el rebaño, el rebaño ha sido enviado todo junto, unido, las distancias entre las ovejas no las ha puesto el pastor, las ovejas se han alejado y se han extraviado, algunas han caído presas de los lobos, otras se encuentran en el barranco, otras han tomado por caminos equivocados, ahora el pastor deberá traerlas de regreso y enseñarles el camino para que no vuelvan a extraviar el rumbo. Las maravillas del Altísimo son grandes, como es grande su amor, como es infinita su misericordia, así fue como por amor fue capaz de entregar su bien supremo, su propio Hijo, a fin de que encontréis gloria y disfrutéis de su paz, de su riqueza, allí en la morada celestial, pero habéis elevado demasiado tiempo los ojos al cielo, aguardando, preguntando, esperando, y en esa espera de tanto tiempo surgieron las dudas.
Esperabais ver venir al Rey de Reyes y poner orden en vuestra tierra, asolada por la maldad, esperabais como esperaban de mi Hijo, que llegara con una espada y con poder hiciera rodar las cabezas de sus adversarios. Cuanta desilusión, verdad ¿hija amada? Cuanta desilusión en los hombres, no era ese el Rey que esperaban sino que les llegó el hijo del carpintero.
Hoy veo la misma desilusión en el rostro de mis hijos, porque no viene y pone orden dicen algunos, porque el mundo si hay Dios debe atravesar tantas penurias, tanto dolor.
Ven Señor Jesús, Ven Señor Jesús, Ven Señor Jesus, claman los hombres, porque esperáis tanto, porque no descendéis la mirada y encontráis la gloria de Dios donde esta, desde un principio. Mirad vuestros corazones, es allí donde esta la Gloria del Altísimo, tenéis el poder de calmar las tempestades y el poder de edificar un nuevo mundo. La Gloria está en medio vuestro. A veces hija mía cuando hacéis las procesiones con mi imagen, todos os afanáis por tocar la imagen, pero resulta hija mía, que yo camino en medio de la multitud, es allí donde esta vuestra Madre, así que si le dais la mano al hermano que tenéis a vuestro lado es mi mano que estáis tomando, lo mismo con mi Hijo, acaso pensáis que mi Hijo está en la cruz, no lo está, El ha resucitado, El esta vivo en medio vuestro, la muerte ha sido vencida, ya no existe, sino que existe solo la vida en Dios, así de grande es la Gloria del Cielo, así de grande es el amor de vuestro Creador, así de grande es la Gloria del Santo Espíritu de amor, tan simple y sencilla.
Amada hija que los hombres no se afanen tanto por conocer los misterios de Dios, el mayor misterio de Dios es la inmensidad de su amor, pues vosotros no podéis ni siquiera comenzar a adivinar lo maravilloso de sus designios, pues aún aquellos que no comprendéis, aun aquellos que os parecen malos a vuestros ojos, solo encierran vuestro bien, aquello que pedís se os dará en la medida que sea un bien para vosotros.
A veces mis hijos preguntan, Madre porque no me has dado esto, porque me has negado lo que con tanta insistencia te he pedido y la respuesta es porque no era bueno para vosotros, porque si os complacía en aquello que encaprichadamente como niños pequeños pedíais con insistencia, os privabais de un bien mayor y se os da de otra manera de un modo mejor para vuestro ser, para vuestra existencia.
Las lagrimas a veces parecen enturbiar la mirada, tan sumidos en la desesperación, no os dais cuenta de que en realidad en vosotros se estaba preparando una gracia mucho mayor a aquella que aparentemente os había sido negada.
Abrazaos hijos míos a vuestra Madre, tantos nombres me dais y tan solo tengo uno solo, Madre, así fui entregada por mi Hijo en la cruz, Madre aquí tienes a tu hijo, hijo aquí tienes a tu Madre y desde ese día el discípulo me cobijó en su casa, desde ese día fui la Madre de todos los hombres, desde ese día el amor vivió junto a vosotros.
Hijo mío tu eres el discípulo que ahora cobija a tu Madre y esta Madre esta feliz de cobijarse dentro de ti, y en tu casa. Aquí tienes mis manos amado hijo, tómalas, lleva a los hombres estas manos benditas de tu Madre, diles que cuando tomen tu mano estarán tomando las mías, diles que su Madre los ama y que Jesús mi amado Hijo los bendice a través de ti. Continúa con la eucaristía, con la música, que es la música del amor de Dios. Mi hijo Agustín, dice en los cielos aquel que canta, ora dos veces y así es, que tu voz resuene por el universo todo, que tu voz que es potente como la voz del creador, canten la gloria de Dios, derramada en los corazones de los hombres, cantad, nunca dejéis de cantar y danzad, pues vosotros sois los mas dichosos de la creación, sois hijos del Rey, sois los amados hijos de Dios.
Ahora es tiempo de desierto para muchos, orad por ellos y orad por vosotros también, para que siempre en vosotros haya una sola premisa, servicio y humildad, acompañad a los que sufren, Reid con los que ríen, llorad con los que lloran, cantad con los que cantan, orad con los que oran, pues esa es la unión con Dios, estar con todos y con todo, lo bueno y lo triste, la risa y el llanto.
Ayuda a atravesar el desierto a aquellos que son presas de las tentaciones, aliméntalos con el pan de la palabra y alumbradlos por las noches con la luz de Cristo, sed como el Padre, que por la noche alumbraba el camino del pueblo que caminaba por el desierto, sed como el Padre que alimentaba generoso a su rebaño día y noche, no existe mejor alimento que el de la palabra y el del amor, sin pan podéis vivir largo tiempo pero sin alegría pronto os entregáis a la tristeza y las sombras de la muerte, no tardan en llegar, sin agua tampoco podéis vivir y vosotros tenéis la fuente de la vida, sed como esa samaritana que dio de beber a mi Hijo junto al pozo y en ese beber y tomar de la fuente podéis evangelizar, una sola palabra amable abre las puertas mas cerradas, aun aquellas que están bajo siete candados, los candados se desmoronan como castillos de arena, ante la bondad de una palabra, ante el amor, simple y generoso.
- Amada Madre tus pies están fríos y no calzas sandalias.
No hija mía como habría de calzar mis pies estoy pisando territorio sagrado, allí donde esta el amor, allí donde esta el hijo de Dios, es tierra sagrada.
Yo vuestra Madre humildemente se descalza a fin de recibir también yo toda la bendición que existe en este lugar. Os amo inmensamente.
Hijo mío, extiende tu mano, haz en ellas un trono de amor. Allí en el hueco de tus manos te entrego a ti, mi corazón, aquí lo tienes, inunda a los hijos de Dios con el corazón amante de vuestra Madre.
Así sea.
Lleva a casa a mi pequeña niña, hijo mío.
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