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jueves, 18 de agosto de 2011

El poder transformador de la Santa Misa



Cuándo Jesús narró la parábola de la lectura del Evangelio de hoy, él se dirigía a los que se niegan tercamente a entrar en una relación correcta con su Mesías. Por medio de la voz del rey que dio un banquete de boda para su hijo, Dios el Padre dijo: "Tu has sido invitado al banquete Eucarístico del Salvador, pero dices que no y por lo tanto enfrentaras las 
terribles consecuencias. Algunos de ustedes piensan que son lo suficientemente religiosos y no necesitan cambiar. Hay consecuencias terribles para ustedes, también".

¿Alguna vez has experimentado con ese tipo de persona? Quizás has invitado a alguien en una amistad sana y Santa contigo, pero él te ha rechazado o ella ha tratado de ser tu amigo bajo sus propios términos enfermizos e inmorales.
Como cristianos, somos llamados a traer a Cristo a este mundo siendo anfitriones, abiertos a nuevas relaciones para que podamos revelar el amor de Dios a más personas y ayudarlos a descubrir a Jesús en el banquete de la Santa Comunión. ¿Pero qué pasa si las personas a las que invitas dicen que no? ¿Qué tal si dicen que si por las razones equivocadas, sin estar dispuestos a ser transformados por la santidad de tu amor?

Jesús nos muestra en esta parábola que Dios no obliga al que no está dispuesto a entrar en sus celebraciones (ni siquiera a la Misa). Claro, él les da a las personas oportunidades ilimitadas (hasta que ellos mueran) para arrepentirse y unirse a la fiesta, pero su banquete es para amigos verdaderos. Sólo los verdaderos amigos de Cristo quieren ser cambiados por el poder transformador del banquete Eucarístico. Cuándo las personas dicen que no a esta maravillosa oportunidad, él permite que caigan más profundos en los hoyos que ellos mismo cavan. El permite que ellos se encuentren con las terribles consecuencias que ellos mismos crean para que eventualmente se desesperen lo suficiente y se humillen lo suficiente como para querer cambiar.

Dios trata de la misma manera a los que fingen, es decir, los que quieren el amor de Dios, la bondad, la paciencia, la vida eterna, etc. y que claman ser cristianos pero realmente no quieren ser como Cristo. Estas son las personas que vienen a Misa sin ningún deseo de ser transformados. ¡El les dice, "BASTA! Tú no perteneces aquí y no me puedes engañar para que piense lo contrario. ¡Sal de aquí hasta que tus terribles consecuencias te despierten a la verdad y te dobleguen"!

Gracias a que somos verdaderos amigos de Cristo, tenemos interés en los que todavía no están gozando del banquete de su amor, y así que los invitamos a unirse a nosotros, pero no debemos forzarlos como si somos responsables de sus decisiones. A veces todo lo que podemos hacer es ser vivos ejemplos de las bendiciones que vienen de la amistad con Cristo y la participación en la comunidad parroquial.

A veces la mejor invitación es la alegría que experimentamos cuando celebramos su banquete Eucarístico. ¿(Ah, experimentas TÚ esta alegría? ¿Es obvia)?
Como nos muestra esta parábola, no debemos de perder el tiempo sintiendo pena por el rechazo y el fingir de los que no son aptos para unirse a nosotros en el banquete. Si seguimos el ejemplo de Dios, saldremos a buscar una y otra vez a los que realmente desean ser santos. Haremos un esfuerzo especial para hacer nuevos amigos, invitando a los buenos y malos mientras permitimos que los tercos cosechen lo que siembran, para que podamos gozar la confraternidad de los que toman seriamente el llamado a celebrar la vida que se centra en la Eucaristía.

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