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jueves, 23 de febrero de 2012

El Nuevo Testamento PRIMERA CARTA DE SAN JUAN

Capítulo 3

1 ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.

2 Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

3 El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.

4 El que comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad.

5 Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar el pecado, y que él no tiene pecado.

6 El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido.

7 Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como él mismo es justo.

8 Pero el que peca procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio.

9 El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.

10 Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

11 La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos los unos a los otros.

12 No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas.

13 No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece.

14 Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte.

15 El que odia a su hermano es un homicida, y ustedes saben que ningún homicida posee la Vida eterna.

16 En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.

17 Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios?

18 Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad.

19 En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios

20 aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas.

21 Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza,

22 y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.

23 Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó.

24 El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado

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