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En estos momentos en que la humanidad se ha confiado en su propia auto dependencia y se ha olvidado de que es solamente un soplo de vida dado por un Ser Supremo, que es el Dueño Señor de todo lo que la rodea, es doloroso para Mí y para mi Madre ver y sentir la indiferencia del hombre ante los continuos llamados para que se vuelvan al amor desinteresado y sincero que sólo les podemos ofrecer la Trinidad y su Madre celestial.
Han despertado, hijos, la Ira Divina; están cavando su propia destrucción inevistable. Todo se hace contrario a mi Voluntad, contrario a mis Mandamientos. Falta el amor al prójimo, los continuos pecados son el pan de cada día para ustedes.
Para mi Padre, la creación del hombre fue su máximo orgullo, su máxima expresión de Amor Puro. Pero, ¿en dónde han caído? En la miseria, en nada, porque no me conocen o no desean conocerme.
Estos tiempos difíciles que se les avecinan son en verdad difíciles, muy duros, en especial para mis hijos amados, para mis fieles apóstoles; pero mi deseo es que vean todo lo que les va a acontecer; será con el propósito firme de que maduren en la Fe, fortaleciéndoles para hacerles comprender que se debe aceptar todo lo que enfrenten con amor y una entrega total.
Escucharán diversos mensajes por doquier. Deben pedir al Espíritu Santo el discernimiento necesario para saber cuáles, en verdad, son los deseos Míos y de mi Madre. Quieren confundirles, desviarles del verdadero camino. ¿Con qué propósito? Para entorpecer su unión con mi Voluntad, con mi Padre, para que el tiempo del Padre les encuentre desprevenidos, confiados en el mundo, en esta sociedad que envuelve con sus encantos pecaminosos sin que ustedes se den cuenta.
¡Cuidado! ¡Cuidado les llega el tiempo y ustedes no lo quieren reconocer! No descuiden ni un instante su unión, su amor a la Trinidad y a mi Madre. Sólo así, por medio del amor y, principalmente de la oración , no se romperá la unión del hombre con el Cielo. La oración es la única y real unión del hombre con el Cielo; debe convertirse en el Alfa y el Omega de cada uno de ustedes, debe convertirse en una necesidad imprescindible, como el aire.
Noe s en vano estos años de constantes mensajes, de constantes llamados al amor infinito. ¡Es una preparación para el futuro! Pero ustedes se han negado a entender; han cerrado los ojos a la realidad de una humanidad hundida en el pecado. Mi Cuerpo está mutilado por tanto dolor.
¿Cómo expresarles, cómo hacerles entender mi deseo inmenso de atraerlos a Mí? Mi Madre desea hacerles comprender que Yo tengo, sobre todos ustedes, una Providencia vigilante y bondadosa. Yo soy como un cazador que se hiere él mismo para atraer su presa. Yo soy Quien ha tomado sobre Sí la lepra de mis hijos que amo, para limpiarlos. Yo, el Unico Amor Verdadero, con mi Sangre los limpié; pero no comprenden la inmensidad de mi Amor y no me responden. Aun así, les amo porque son mis hijos.
No es nuevo lo que le espera a la humanidad: azotes constantes, pestes, guerras, asesinatos, dolor, muerte; la naturaleza -que cobijó y protegió al hombre- se vuelve contra él. Es hora del lamento último de la creación que clama su purificación. No soy Yo Quien castiga; es el mismo hombre que se castiga a sí mismo al encontrarse en el abismo de sentirse un ser superior a Dios, mi Padre.
Y más aún, más doloroso es que mis hijos no acepten el amor de mi Madre; es doloroso ver cómo mis hijos se burlan de los constantes llamados de la Reina del Cielo. ¡Cuánta Misericordia de mi Padre para con ustedes! ¿No se dan cuenta que con el afán de matar a su Padre se matan entre ustedes mismos?
Hijos míos que continúan unidos a mi Madre, llegará muy pronto el día en que no me podrán recibir en la Sagrada Eucaristía porque pocos serán mis Sacerdotes fieles que no teman oficiar. En esos momentos, reúnanse, recuerden a mis apóstoles y a mi Madre, pidal al Espíritu Santo que descienda sobre ustedes para que les fortalezca. Yo vendré hacia mis hijos con fuerza, con amor, para consolarles.
Cuando les miren con odio, recuerden que tienen un Padre amoroso y una Madre que les espera con el mayor amor que ustedes pueden imaginar.
Hijos, amargas pruebas les sobrevendrán. Los demonios entrarán para sembrar discordia y paganismo en la humanidad. Cuando entre la guerra a Roma, hijitos, es la hora del último lamento, es necesario que la muerte tenga su cosecha con tantas vidas ue no hacen otra cosa que tejer espinas en su camino. No se alarmen al ver el triunfo de los perversos. Necesito purificaciones y ese triunfo de los perversos purificará mi Iglesia. No se aflijan pues seguido los esparciré como polvo. No envidien el triiunfo que ven sino lloren por su suerte.
No es secreto lo que desde hace mucho tiempo atrás les he anunciado; pero ahroa sí está cercano; el tiempo se ha acabado.
Tres días espantosos están cercanos, más de lo que pueden creer. En minutos, millones de mis hijos morirán; la muerte reinará por doquier porque el mal rebasó la Ira del Dios Padre. Una noche de invierno, antes de la media noche, el lamento se apoderará de la humanidad; quienes no creen y no obedezcan, morirán.
Pasados estos tres días, mis Angeles bajarán del Cielo y traerán el Espíritu de Paz a todo el mundo. La tierra virgen aceptará con gran amor toda la creación. Años de bendición les esperan. Sólo en eso deben pensar en los momentos de prueba; con el auxilio de mi Madre todo lo lograrán. Sólo en las manos de la Reina del Cielo saldrán victoriosos de tanto dolor. Es tiempo de que cada uno escuche el llamado de mi Madre y trabaje ya para la salvación de sus hermanos. Mis verdaderos hijos luchan incansablemente por sus hermanos y por su salvación.
Como Padre amoroso que protege su rebaño con gran Amor y Misericordia, es mi deseo que se preparen espiritualmente para estos tiempos que les he mencionado. Yo, vuestro Padre, les prometo proteger a mis hijos fieles.
Piensen en un nuevo amanecer, lleno de paz, de amor; respirarán amor y paz.
Mi creación será purificada.
Siempre como Padre amoroso, incesantemente busco cómo hacerles más ricos en el amor; busco cómo darles solución a sus enfermedades y curo sus heridas porque deseo que sean vencidos por tanto Amor que Yo les doy.
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