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viernes, 17 de agosto de 2012
Jesús dicta a Sor Josefa, una a una, las palabras que desea que ella escriba. En estos escritos el Señor nos revela algo maravilloso:
Jesús dice a Sor Josefa:
“Escribe cómo Mis almas darán a conocer Mi Corazón de Padre a los pecadores”.
Josefa escribe arrodillada delante de la mesa mientras Jesús va hablando:
“Conozco el fondo de las almas; sus pasiones y el atractivo que sienten por el mundo, por el placer. Yo sabía desde la eternidad cuántas almas amargarían Mi Corazón y que para muchas, Mis sufrimientos y Mi Sangre serían inútiles… pero no es el pecado lo que más hiere Mi Corazón… lo que más lo desgarra es que no vengan a refugiarse en El después que lo han cometido”.
“Quiero que escribas. Quiero hablarte de las almas… ¡las amo tanto!… Quiero que encuentren siempre en Mis palabras, remedio a todas sus enfermedades”.
“No me importan las miserias de las almas, lo que quiero es amor… No me importan las flaquezas, lo que quiero es confianza. Estas son las almas que atraen al mundo la misericordia y la paz. Sin ellas (las almas elegidas) no podría detener la ira divina; ¡son tantos los pecados!”
“Sí, son muchos los pecados que se cometen… y muchas las almas que se pierden. Pero lo que más destroza Mi Corazón son las ofensas de Mis almas escogidas…”
Jesús, refiriéndose a un alma de ellas, dice a Josefa:
“¡Pobre alma! ¡Pobre alma!… No sabe a qué tormento se está preparando ella misma para toda la eternidad…”
Josefa intercede por esta alma y Jesús le dice:
“Mientras encuentre víctimas que reparen, Mi justicia se detendrá”.
“Alma a quien amo, ¿por qué Me desprecias?… ¿No basta que Me ofendan los mundanos? Pero tú que Me estás consagrada, ¿por qué Me tratas así?… ¡Qué dolor para Mi Corazón recibir tantos ultrajes de un alma, que Yo he escogido con tanto amor!”
“Sí, Mi Corazón da valor divino a esas cosas tan pequeñas. Lo que Yo quiero es amor. Amor busco, amo a las almas y deseo ser correspondido. Por eso Mi Corazón está herido, porque encuentro frialdad en vez de amor. Dame amor y dame almas. Une bien tus acciones a Mi Corazón. Permanece Conmigo, que Yo estoy siempre contigo. Yo soy todo Amor y no deseo más que amor. ¡Ah! Si las almas supieran cómo las espero, lleno de misericordia! Soy el Amor de los amores y sólo puedo descansar perdonando…”.
“El amor Me hizo escoger la soledad, el silencio… Pasar desconocido y someterme voluntariamente a las órdenes de Mi Padre adoptivo y de Mi Madre.
El amor Me llevó a abrazarme con todas las miserias de la naturaleza humana.
El amor Me hizo sufrir los desprecios más grandes y los más crueles tormentos, derramar toda Mi Sangre y llegar a morir en una cruz para salvar al hombre.
Porque el amor sabía que, más tarde, habría muchas almas que Me seguirían, y pondrían sus delicias en conformar su vida con la Mía.
Y el amor miraba más lejos aún: sabía que muchísimas almas en peligro se verían ayudadas con los actos y sacrificios de otras, y recobrarían la vida…
“Escribe para Mis almas”, dice Jesús a Sor Josefa. “El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la Mía, Me glorifica mucho y trabaja útilmente en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero si la empapa en Mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante Mi Vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero”.
“¡Cuánto deseo que las almas comprendan esto: que no es la acción la que tiene en sí valor, sino la intención y el grado de unión con que se hace! Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret, di tanta gloria a Mi Eterno Padre como cuando prediqué durante Mi vida pública”.
“Hay muchas almas que a los ojos del mundo tienen un cargo elevado, y en él, dan grande gloria a Mi Corazón, es cierto; pero tengo otras muchas que, escondidas y en humildes trabajos, son obreras muy útiles a Mi viña porque es el amor que las mueve y saben envolver en oro sobrenatural las acciones más pequeñas, empapándolas en Mi Sangre”.
“El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la Mía, Me glorifica mucho y trabaja útilmente en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero si la empapa en Mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante Mi Vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero.
<<Y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa o descanse; con tal que la acción reúna dos condiciones: primero, que esté ordenada por la obediencia y el deber, no por el capricho; segundo, que se haga en íntima unión Conmigo, cubriéndola con Mi Sangre y con pureza de intención>>.
“Adiós, vuelve a tu trabajo. Ama y sufre. Déjate cuidar por el mejor de los padres. Abandónate al amor del más tierno de los esposos”.
Un Dios, Salvador de los hombres por la Cruz, ha de acabar siempre con una lección de sacrificio: éste es el don de los dones, Su más escogido favor.
“Escribe para las almas… Mi Corazón es todo amor y el amor es para todos. Pero ¿cómo haré Yo comprender a Mis almas escogidas la predilección que siente Mi Corazón por ellas? Por eso Me sirvo de ellas para salvar a los pecadores y a otras pobres almas, que viven en los peligros del mundo”.
El Señor agrega:
“Por eso también quiero que entiendan el deseo que Me consume de su perfección, y cómo esta perfección consiste en hacer en íntima unión Conmigo las acciones comunes y ordinarias. Si Mis almas lo comprendieran bien, pueden divinizar sus obras y su vida y ¡cuánto vale un día de vida divina!”
“Cuando un alma arde en deseos de amor, nada hay difícil para ella; mas cuando se encuentra fría y desalentada, todo se le hace arduo y penoso… Que venga entonces a cobrar fuerzas en Mi Corazón… que Me ofrezca su abatimiento, que lo una al ardor que Me consume y que tenga la seguridad de que un día así empleado, será de incomparable precio para las almas. ¡Mi Corazón conoce todas las miserias humanas y tiene gran compasión de ellas!”
“No deseo tan sólo que las almas se unan a Mí de una manera general; quiero que esta unión sea constante, íntima, como es la unión de los que se aman y viven juntos; que aun cuando no siempre están hablando, se miran y se guardan mutuas delicadezas y atenciones de amor”.
“Si el alma está en paz y en consuelo, le es fácil pensar en Mí, pero si está en desolación y angustia, que no tema. ¡Me basta su mirada!… La entiendo, y con sólo esta mirada alcanzará que Mi Corazón la colme de las más tiernas delicadezas”.
“Yo iré diciendo a las almas cómo las ama Mi Corazón: quiero que Me conozcan bien y así Me hagan conocer a aquellas que Mi amor les confíe. Deseo con gran ardor que todas las almas escogidas fijen en Mí los ojos para no apartarlos ya más, que no haya entre ellas medianías, cuyo origen la mayor parte de las veces es una falsa comprensión de Mi amor. No, amar a Mi Corazón no es difícil ni duro; es fácil y suave. Para llegar a un alto grado de amor no hay que hacer cosas extraordinarias; pureza de intención en la acción más pequeña como en la más grande; unión íntima con mi Corazón; ¡y el amor hará lo demás…!”
“Escribe… escribe para Mis almas: Mi Corazón no es solamente un abismo de amor, es también un abismo de misericordia, y conociendo todas las miserias del corazón humano, de las que no están exentas Mis almas escogidas, he querido que sus acciones, por pequeñas que sean en sí, puedan por Mí alcanzar un valor infinito, en provecho de los pecadores y de las almas que necesitan ayuda”.
“Hay otras almas que son pocas generosas para realizar con constancia los esfuerzos y sacrificios cotidianos. Pasan su vida haciendo promesas, sin llegar nunca a cumplirlas. Aquí hay que distinguir: si esas almas se acostumbran a prometer, pero no se imponen la menor violencia ni hacen nada que pruebe su abnegación ni su amor, les diré esta palabra: ¡cuidado, no prenda el fuego en toda esa paja que habéis amontonado en los graneros, o que el viento no se la lleve en un instante!…”.
Con estas palabras Jesús distingue claramente entre las faltas veniales habitualmente cometidas o no combatidas, y las que son sólo faltas de fragilidad pero no reparadas; de estas últimas el Señor explica:
“Hay otras, y a ellas Me refiero, que al empezar el día, llenas de buena voluntad y con gran deseo de mostrarme su amor, Me prometen abnegación y generosidad en esta o aquella circunstancia; y cuando llega la ocasión, su carácter, su salud, el amor propio, les impide realizar lo que con tanta sinceridad prometieron horas antes; sin embargo, reconocen su falta, se humillan, piden perdón, vuelven a prometer. ¡Ah! Que estas almas sepan que Me han agradado tanto como si nunca Me hubiesen ofendido”.
“Di a la Madre que todas las circunstancias van dispuestas o permitidas por Mi amorosa Providencia para la realización de Mi Obra; que por la Sociedad de Mi Corazón se salvarán muchas almas. Que Mis palabras reanimarán el fervor de muchas almas consagradas. Y que otras, que ahora no saben apreciar el valor de las cosas pequeñas, hechas con verdadero amor, hallarán en Mis enseñanzas un raudal de consuelos y de gracias”.
Sor Josefa le dice a Jesús que lleva cinco días llamándole y El no llegaba, ante lo cual el Señor le responde:
“¡Cinco días llamándome, Josefa! Y Yo, ¡cuántos días, cuántos meses, cuántos años paso llamando a las almas y no Me responden! ¡Antes, al contrario, se alejan de Mí! Cuando tú Me llamas, Yo no Me alejo; estoy cerca, muy cerca de ti. Consuélame llamándome y deseándome. Con esta hambre apagarás Mi sed”.
“No te asombres; a pesar de tantas ofensas como recibo de los pecadores, Mi Corazón encuentra consuelo, porque son muchas las almas que Me aman. Sí, es verdad; la pérdida de tantas almas Me llena de tristeza, mas no disminuye por ello Mi gloria. Entiéndelo bien; un alma que Me ama puede reparar las ofensas de muchos pecadores y aliviar la amargura de Mi Corazón”.
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