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sábado, 20 de octubre de 2012

A MIS HIJOS OBEDIENTES. MENSAJE AL P.WILSON SALAZAR.




Amaos, amaos, amaos; íntimamente unos a otros en el amor de Mamita María, vuestra amorosa capitana. Míos, entre vosotros, con vosotros, para vosotros sólo el amor: ese es el fundamento esencial. el dulce, tierno y poderoso amor; seréis invencibles si os amáis en el corazón de Mamita María. Ella fue invencible porque amó; todo lo vivió desde el

 amor, todo lo sufrió desde el amor, más aún ella también se crucificó por amor; nunca la pudo tocar el mal ni en lo más mínimo por que su vida sólo fue amarme, amarme, amarme en mi Hijo querido. Imitadla en tan excelso grado de amor. Míos, míos y siempre míos: conformad bajo mi poder amoroso un gran ejército de amor; un escuadrón poderoso e invencible de amor. Conformad la grandeza de los soldados valerosos bajo el estandarte de María Reina; seréis invencibles en mi Divino Amor y misericordia.

El enemigo ha bajado con furia dando golpes destructivos sobre esta pobre humanidad; cuantas cosas vendrán más sobre el mundo por su soberbia y abandono de Mi Presencia. El enemigo pidió tiempo para golpear con furia este soberbio mundo y aunque tanto me duela mi corazón paternal ha sido el mismo hombre quien ha invitado al dragón infernal a vivir íntimamente con él. Con dolor y tristeza veo como el hombre creado por mi más grande amor, se aleja más y más de mí.
Todo lo que pasa en la humanidad en todos los niveles, tanto espirituales como naturales, son para llevar al hombre a volver a mí, pero nada, su lejanía toca los mismos infiernos y su desobediencia hiere mi corazón; y si le he permitido al dragón infernal sus maldades, es para advertirle al mundo que debe convertirse a mi amado corazón, siempre abierto a la misericordia, pero cada día se aleja más y más y el infierno abre sus fauces nauseabundas para tragar a la humanidad. ¡Ay! cuantos mueren diariamente y se van al lugar de las profundidades por no haber aceptado mi más grande misericordia.
¡Ay! cuanto más daré plazo a esta pobre humanidad, y cuantas cosas pasarán más graves aún en todos los niveles del mundo, que vosotros veréis, y nadie se convierte por que los grandes del mundo ven todo tan natural, y peor aún, los mismos jerarcas ven todo como sí fuera común que pasara; se ve que nunca leen las sagradas escrituras. Sólo a los humildes, de rodillas, desvelo mis misterios. Míos: y cuanto odio en sus entrañas infernales os tiende cada día el fatal enemigo. Se revuelve en su furia buscando como haceros daño; Vosotros mis niños sólo debéis obedecer, creed y obedeced, creed y amad, creed y sed humildes, creed y perseverad, creed y reparad, creed y luchad, creed como bebes en los brazos de su mamita; no os preocupéis, el enemigo como rayo arde de furia y se desgañita buscando destruiros pero sois míos, os lo aseguro y garantizo.
Sed míos y sólo míos, manteneos así: firmes y valientes y no podrá contra vosotros, yo responderé por vosotros en el Corazón valiente de vuestra Reina y Capitana. Sólo os pido fidelidad y obediencia a todo los que os he dicho y mandado; Sed muy humildes y obedientes.
Lastima que la Iglesia Santa dejó de escuchar mi voz, para buscar sus propias voces e intereses y estructurarse a su manera y no a mi voluntad; mirad con dolor como el enemigo se ha infiltrado en mi Santa Iglesia y como la jerarquía sólo vive acomodada a los placeres y deseos del mundo. ¡Ay! cuanto llora mí corazón por mi Iglesia Santa. Son tan pocos los que me aman. La falsa modestia, la falsa tolerancia, la falsa diplomacia, la falsa relación con el mundo entre otras cosas, han hecho de mi iglesia el hazme reír del demonio; cuanto se burla de mi iglesia y su jerarquía, viendo que ya ni me invocan y que sus oraciones son hechas por cumplir y no por amor. Cuanto se mofa el pérfido enemigo de mi Iglesia, cuanto goza viéndola revolcarse con el mundo y sus placeres, porque los que dirigen mi iglesia prefirieron su voz a mi voz y sólo viven preocupados de que el mundo los acepte y dejaron así de predicar la verdad, la única verdad. Ya muchos de mis ministros son sólo funcionarios vendidos al mundo y sus placeres, que apóstoles de mi reino. ¡Que dolor! Como se ha compaginado en mi Iglesia la mentira como verdad.
Ya no se creen en las verdades del evangelio, sino en las falsas teologías modernas, que se creen más grandes y capaces de interpretar lo que es sagrado. ¡Que dolor! sentir a los pastores de mi rebaño negando la misma palabra de mi hijo en el Santo Evangelio. Hay muchos que se creen dioses, capaces hasta de negar la presencia de mi Hijo en el Santísimo Sacramento, o hasta lo que se ha llegado en mi Santa Iglesia, de dejar que personas que no han sido consagrados, osen tomar en sus manos lo más sagrado en el cielo y en la tierra, como es la presencia de mi hijo, tanto dándolo como recibiéndolo, profanando así la grandeza de mi Hijo, que ni siquiera María se atrevió a tocar en su divina presencia Eucarística. Ni los coros angélicos se atreven a mirar a mi Hijo; pero los jerarcas con falsedades, llevados por el mal lo han hecho y cuanto duele mi corazón. Es un pecado que clama venganza al cielo como muchos otros; o de aquellos que se creen que pueden hasta decir que el demonio no existe como si fueran dioses. Estúpidos corazones abandonados y esclavos de las garras del mal, como lo hicieron vuestros primeros padres. ¡Ay! En los seminarios y casas de formación religiosa ya poco o nada se vive la verdad: son formados por sus propias conveniencias y los demonios han puesto firmes moradas en estos centros, porque sus oraciones son tan pocas y las pocas tan vacías y las vacías sin amor. Ya no se vive la verdad.
¡Cuantos escándalos!, cuantos se ven cada día y cuantos se vienen peores para mi Iglesia. Esto es un signo claro que la formación para la vida consagrada está fallando casi en su totalidad. Lo que más me duele es que nadie hace nada y los que desean, son acallados por los que piensan que el poder que Yo les di, es para mandar arbitrariamente y no en la verdad; y muchas cosas más que me duele sentirlas en este momento y mejor no me refiero a ellas por que me duele. Aún así los amo tanto y espero cada día con ansia su conversión. Si os digo todo este es para que oréis, oréis y reparéis.
Orad, orad y reparad: nunca juzguéis; vosotros firmes en la verdad. ¡Firmes! Firmes en la verdad de la sagrada escritura, firmes en la fe verdadera de mi Santa Iglesia, ¡firmes mis soldados valientes; ¡De vosotros, por que la respuesta es vuestra! ¡Firmes mis niños, nunca crezcáis! Sólo escuchad la voz de vuestro Padre Celestial que os ama. ¡Humildes, muy humildes en mi corazón, como vuestra Mamita María! ¡Os amo tanto, tanto, Cada día haced que mi corazón sonría al sentir vuestro corazón firme en la fe y en la verdad; hacedme sentir orgullso Os amo, sed muy humildes. Muchas otras cosas os comunicaré si permanecéis firmes. Parte de este mensaje podéis darlo a conocer a otras personas de vuestra confianza, todo con el fin de que se acerquen más a mi divina misericordia. ¡Míos, sólo míos, sólo míos! Dadme vuestro corazón y dejad que yo palpite en vosotros, dejadme ser vuestro amor, vuestro único amor. Dejadme palpitar en vosotros, mis niños. Os amo tanto, tanto mis bebes preciosos. Os doy todo mi amor en el corazón de vuestra Reina y Capitana Divina María. Amadla con tanta entrega, que sequéis sus lágrimas por esta pobre humanidad. Os amo míos. Míos, míos. Niños de mi predilección

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