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martes, 29 de enero de 2013

Ser santos



Trato exquisito con el prójimo.

Si no mejoramos nuestro trato con el prójimo, con nuestros seres queridos y en general con todos los hombres, entonces jamás llegaremos a ser santos, porque todos los santos, sin excepción, fueron exquisitos en la caridad hacia sus hermanos, e incluso hacia sus enemigos.

Debemos comenzar por no juzgar a ninguno, no condenar a nadie, perdonar a todos y soportar pacientemente los defectos ajenos, porque nosotros también tenemos defectos y los demás nos tienen que soportar. Es amor el soportar las deficiencias de los demás, es una obra de misericordia que nos santifica, porque si todo fuera fácil, jamás nos santificaríamos. Si no hubiera enemigos que combatir, jamás llegaríamos a la santidad, porque no tendríamos con quién luchar.

Si Dios permite que haya combate, es porque el soldado se entrena en el combate, y no hay victoria sin lucha.

Entonces recordemos que el único enemigo que tenemos es el demonio, y que los hombres deben ser nuestros amigos. Porque si bien tenemos enemigos, no debemos ser nosotros enemigos de ellos, ya que de nuestra parte no debemos tener enemigos. Que ellos sean enemigos de nosotros, puede ser, y seguramente lo será. Pero en cuanto a nosotros no debemos enemistarnos con ningún hombre.

Ser santo no es fácil, es la cosa más difícil que hay sobre la tierra, porque se trata de permanecer buenos y amorosos contra todas las maldades, desgracias y sinsabores que nos llegan en la vida, y a pesar de todo, seguir siendo buenos y serlo cada día más, cada momento más perfectos y semejantes a Dios, que es Bueno con todos.

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