Capítulo: IV
ACTUAR CON PRUDENCIA
1. No debe aceptarse fácilmente cualquier palabra o incitación
sino cautelosamente pero con amplitud de ánimo debe ponderarse todo según Dios.
¡Qué pena! Con frecuencia creemos con mayor facilidad
los malos que los buenos comentarios
sobre las personas. ¡Tan enfermos estamos!
Pero las personas prudentes
no creen así nomás lo que vienen a chismearles
porque conocen las dificultades humanas
causa de maldades y de expresiones tan negativas.
2. Es señal de gran sabiduría
no decidir precipitadamente
ni ser porfiado en el propio punto de vista.
No hay que tomar en cuenta, pues,
cualquier cosa que se diga
ni repetir después a otros, con ligereza,
lo que antes oímos o creímos.
Déjate aconsejar
por personas sabias y conscientes
y desea más bien ser instruido por otro mejor en vez de seguir tus propias invenciones.
La vida honesta hace sabio al ser humano
según el espíritu de Dios
y lo transforma en experto en variedad de cosas.
Mientras más humilde y fiel a Dios sea alguien
será más sabio y constructor de la paz.
Capítulo: V
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
En las Sagradas Escrituras debe buscarse la verdad,
no el estilo literario.
Conviene que todas las Sagradas Escrituras se lean con el mismo espíritu con que fueron hechas.
En los libros Sagrados debe buscarse más la utilidad que la delicadeza de las frases.
Con el mismo gusto debemos leer los textos devotos y simples
que los difíciles y profundos.
No te fijes en el nivel de los autores,
ya sea que escriban sencillamente o con gran despliegue de recursos,
más bien que te impulse a leer el amor a la pura verdad.
No te preguntes quién lo dijo
sino más bien atiende a lo que ha dicho.
Los seres humanos pasan
pero la verdad del Señor permanece para siempre (Sal 117,2).
Sin hacer distinciones entre unas personas y otras
el Señor nos habla de diversas maneras.
Nuestra curiosidad nos dificulta con frecuencia
la lectura de las Escrituras
cuando queremos racionalizar y discutir
lo que deberíamos aceptar simplemente.
Si quieres de verdad calmar tu sed
lee con humildad, sencillez y confianza
sin pretender que te reconozcan como erudito.
Pregunta con agrado
y acepta en silencio las enseñanzas de los santos.
No te cansen las explicaciones de los mayores
porque no las dicen sin motivo.
Capítulo: VI
DESEOS DESORDENADOS
1. Cuando las personas sienten deseos desordenados de inmediato se inquietan.
Los poderosos y los avaros nunca descansan;
los sencillos y humildes de espíritu se sienten en paz
aunque estén rodeados de una multitud.
Quien no tiene control sobre sí mismo
pronto es tentado y vencido
por cosas pequeñas y despreciables
Como enfermo del espíritu,
quien se deja dominar por sus instintos
y vive sólo para satisfacer sus caprichos,
con dificultad puede abstenerse de los deseos,
cuando se abstiene se pone triste
y se indigna si alguien lo contradice.
2. Pero si consigue lo que desea
el sentimiento de culpa le hiere
y esa amargura no le sirve de mucho
para encontrar la tranquilidad que buscaba.
Resistiendo a las malas inclinaciones
se adquiere la auténtica paz,
no sometiéndose a ellas.
No existe paz
en el corazón de las personas que no tienen dominio de sí mismas
ni en las dedicadas exclusivamente a las actividades externas
sino en las entusiastas y espirituales.
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