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martes, 4 de junio de 2013

PARTE PRIMERA CONSEJOS ÚTILES PARA LA VIDA ESPIRITUAL (KEMPIS XXIV-XXV)

Capítulo: XXIV
JUICIO Y CASTIGOS DE LOS PECADORES

1. Dirige tu mirada al fin en todas las cosas
y de qué manera comparecerás ante el juez justísimo
para quien nada está oculto
ni se deja aplacar con sobornos, ni acepta excusas
sino que, como justo juez, juzgará.
Tú, pecador miserable y tonto,
¿qué responderás a Dios que conoce todas tus maldades
tú que a veces tienes miedo del rostro airado de un simple hombre?
¿Por qué no te previenes para el día del juicio
cuando ninguno podrá disculparse o alegar por otro
sino que cada uno tendrá bastante con llevar su propio peso?
Ahora es fructífera tu labor, tu llanto es aceptable,
atendibles tus gemidos, tu dolor
compensatorio y purificador.
2. Tiene un lugar grande y saludable de purificación la persona
paciente que al recibir injurias sin motivo
le apena más la malicia del otro que su propia ofensa,
que ruega a Dios voluntariamente por quienes lo contrarían,
de corazón perdona los agravios
que no se demora en pedir perdón a otros,
más fácilmente se compadece que monta en cólera,
con frecuencia dirige su misma violencia hacia sí
y se empeña en dominar bajo el yugo de su espíritu
las tendencias deshonestas de su naturaleza.
Mejor es ahora limpiarse de pecados y cortar las
costumbres depravadas que reservar para el
futuro su expiación.
Verdaderamente nosotros mismos nos engañamos
por el desarreglado afecto que tenemos a nuestros malos impulsos.
3. ¿Qué cosa distinta a tus pecados devorará ese fuego?
Mientras más ampliamente te disculpas ahora a ti mismo
y sigues tus inclinaciones deshonestas,
con mayor intransigencia se te exigirá que pagues
y más material reservas para que arda.
En lo que peque la persona,
en eso será más gravemente castigada.
Allí los perezosos serán estimulados con punzonesardientes
y atormentados los glotones con inmensa
sed y hambre.
Allí los lujuriosos y amantes deshonestos de placeres serán zambullidos en asfalto ardiente y pestífero azufre;
los envidiosos aullarán de dolor como perrosrabiosos.
4. No habrá maldad que no reciba su castigo específico.
Allí todos los altaneros quedarán repletos de vergüenza
y restringidos los avaros por miserable indigencia.
Allí será más grave pasar una hora de sufrimiento
que aquí cien años de penitencia amarguísima.
Allí no hay ningún descanso, si [sic] el menor consuelo
para los condenados.
aquí sin embargo cesan los sufrimientos de vez en cuando
y se puede gozar la satisfacción de la amistad.
Ten ahora cuidado y arrepiéntete de tus faltas
para que el día del juicio estés seguro con los santos.
Porque entonces estarán los justos de pie y sin temor
ante quienes los angustiaron y hundieron (Sb 5,1).
5. Entonces se sentará a juzgar
quien ahora se somete con humildad a los juicios de los hombres.
Entonces tendrá gran confianza el pobre y humilde
pero el arrogante estará aterrado por todas partes.
Entonces se hará patente que el auténtico sabio en este mundo
fue el que aprendió a aparecer como tonto y despreciado por Cristo.
Entonces se alegrarán todas las personas devotas
y se entristecerán todos los irreligiosos.
Entonces se animará más el cuerpo que sufrió privaciones
que si siempre se hubiera nutrido con delicias.
Entonces resplandecerá la ropa modesta
y se oscurecerán los finos vestidos.
Entonces se valorizará más la vivienda pobre
que el palacio recubierto de oro.
Entonces más ayudará la constante paciencia
que todo el poderío del mundo.
Entonces será más encomiada la simple obediencia
que los profundos conocimientos.
Entonces se ponderará más el desprecio de las riquezas
que todos los tesoros de la tierra.
Entonces te aliviará más haber orado con dedicación
que haber comido exquisitamente.
Entonces te gozarás más de haber respetado el silencio
que de largas habladurías.
Entonces valdrán más las actividades santas
que muchas bellas palabras.
Entonces satisfará más la vida austera y la ardua penitencia
que todos los deleites de la tierra.
6. Aprende ahora a sufrir moderadamente
para que puedas liberarte de sufrimientos mayores.
Prueba aquí primero de lo que serás capaz después.
Si ahora puedes soportar tan poco
¿Cómo podrás aguantar las torturas eternas?
Si al presente sobrellevas tan impacientemente un breve padecimiento
¿qué hará entonces el infierno?
La verdad es que no puedes tener dos gozos completos:
deleitarte aquí en el mundo y después reinar con Cristo.
Si hasta el día de hoy hubieras vivido en medio dehonores y libertinaje
y te llegara el momento de morir
¿de que te habría servido?
Todo, por tanto, es vaciedad
fuera de amar y servir a Dios.
Quien ama a Dios con todo su corazón
no teme a la muerte, ni a los suplicios, ni al juicio [sic]
ni al infierno
porque el perfecto amor nos da seguro acceso a Dios.
No extrañe que quien insiste en deleitarse y
en pecar esté asustado por la muerte y el juicio.
Bueno es, con todo, que si el amor no nos aparta del mal,
por lo menos el miedo al infierno nos cohiba.
Porque el que pospone el temor a Dios, no puede
durar mucho tiempo obrando bien
sino que caerá pronto en las trampas del demonio.

Capítulo: XXV
PERMANENTE REFORMA DE TODA NUESTRA VIDA

1. Sé atento y cuidadoso en servir a Dios
y medita con frecuencia: ¿A qué has venido?
¿Por qué te has retirado del mundo?
¿Acaso no fue por vivir para Dios y transformarte en
persona del Espíritu?
Anímate, pues, a progresar
porque pronto vas a recibir el premio de tus esfuerzos,
y no habrá para ti más temor ni dolor al final.
Ahora trabajarás poco
y encontrarás magnífico descanso y perpetua alegría.
Si te mantienes fiel y entusiasta en tus acciones
Dios, sin duda, será más fiel y generoso en retribuirte.
2. Cierta persona sufría gran angustia
fluctuando frecuentemente entre el miedo y la confianza;
un buen día, cargado de tristeza,
se arrojó delante de un altar en la Iglesia para orar
y revolviendo dentro de sí los pensamientos, decía [sic]
“Si supiera por cuánto tiempo más
iré a perseverar en el servicio de Dios...”
Al instante escuchó interiormentela respuesta divina:
“Sabiendo esto ¿cómo tecomportarías?
Haz ahora lo que harías entonces y estarás bien seguro”.
A partir de ahí, consolado y reconfortado
se ofreció a la voluntad divina
y cesó la angustia y confusión.
No quiso investigar con curiosidad para saber
qué pasaría con él en el futuro
sino más bien se preocupó de inquirir cuál sea la
perfecta y satisfactoria voluntad de Dios (Rm 12,2)
para empezar y completar toda buena obra.
3. “Confía en el Señor y haz el bien, dice el salmista,
habita tu tierra y serás alimentado con sus riquezas” (Sal 37,3).
La causa principal por la que muchos se retraen
de su progresiva y animosa reforma
es el horror a las dificultades y al esfuerzo del combate.
Por eso, progresarán más que otros en las virtudes cristianas
quienes empleen todas sus energías en vencer valerosamente
lo que más les dificulta y contraría.
Porque allí cada uno aprovecha más, y merece gracias más amplias
donde se vence más a sí mismo y se mortifica por el Espíritu.
4. Pero no todos tienen que vencer y mortificar lo mismo.
Sin embargo, el aplicado y con espíritu de competencia
será más valeroso en su aprovechamiento,
aunque tenga fuertes pasiones
que otro de temperamento tranquilo
menos fervoroso para las virtudes.
Dos cosas ayudan especialmente para una profunda reforma
sustraerse con violencia de todo aquello a que
nos inclina nuestra naturaleza desviada
y perseguir con ardor el bien que más nos hace falta.
Procura también precaver y vencer
lo que más frecuentemente te desagrada en los demás.
5. En todas partes procura tu perfeccionamiento
de manera que si ves o escuchas buenos ejemplos
puedas llegar a imitarlos.
Si encuentras algo reprensible cuídate de no hacerlo igual.
O si alguna vez lo hiciste
inmediatamente dedícate a corregirlo.
Así como tus ojos miran a los demás
igualmente los otros se fijan en ti, [sic]
¡Qué feliz y grato es contemplar a los hermanos
entusiastas y devotos
condescendientes y disciplinados!
¡Qué triste y pesado es ver que van de aquí para allá,
sin objetivo
los que no realizan aquello para lo que fueron llamados!
¡Qué dañino es despreciar el propósito de su vocación
y dirigir sus facultades a lo que no se les encomendó!
6. Acuérdate de la decisión que asumiste
y propónte como modelo al Crucificado.
Bien puedes avergonzarte,
contemplando la vida de Jesucristo
que hasta ahora no te preocupaste
de imitarlo más a Él
aunque hace largo tiempo que estás en el camino de Dios.
La persona religiosa que con dedicación y devoción
trate de ejercitarse en la vida y pasión del Señor,
encontrará que le son útiles y necesarias mayormente
y que no le es posible encontrar nada mejor fuera de Jesús.
¡Si Jesús crucificado viniera a nuestro corazón
qué pronto y suficientemente seríamos enseñados!
7. El ferviente religioso
sabe recibir bien y aceptar
todo lo que le mandan.
El negligente y tibio
tiene una aflicción sobre otra
y de todas partes padece angustias
porque carece de las alegrías interiores
y le está prohibido buscar las exteriores.
El religioso que vive fuera de la disciplina
está cerca de caer gravemente.
Quien busca la relajación y las dispensas
siempre estará entre angustias
porque lo uno o lo otro le descontentará.
8. ¿Cómo hacen tantos otros religiosos
que se encuentran muy satisfechos bajo la disciplina conventual?
Salen rara vez, viven abstraídos, comen pobremente,
se visten con sencillez, trabajan mucho, hablan poco [sic]
pasan la noche en vela, madrugan, tienen largas horas de oración,
estudian frecuentemente y se mantienen en perfecto orden.
Fíjate en los cartujos, los cisterciences y en los monjes o monjas
de las diversas órdenes religiosas
cómo cada noche se levantan para recitar salmos al Señor.
Y por eso sería una torpeza de tu parte,
que holgazanearas en tiempo tan santo
mientras tan gran multitud de religiosos
inicia su jubilosa alabanza a Dios.
¡Ojalá ninguna otra cosa nos correspondiese
sino alabar a Dios Nuestro Señor
con todo el corazón y los labios!
¡Ojalá nunca tuvieras necesidad
de comer, ni beber, ni dormir
sino que siempre te fuera posible alabar a Dios
y estar libre para dedicarte solamente a las realidades espirituales!
Entonces serías mucho más feliz que ahora
que te ves obligado a atender a tu naturaleza humana
por cualquier necesidad.
¡Ojalá no tuvieras estas necesidades
sino únicamente alimentos para el espíritu
que desgraciadamente rara vez saboreamos lo suficiente!
9. Cuando alguien llega a este punto,
de no buscar su satisfacción en ninguna criatura
entonces empieza recién a sentir a Dios perfectamente,
y a estar contento de cualquier cosa que suceda.
Entonces no se entusiasma por lo grandioso
ni se deprime por lo pequeño
sino que íntegra y confiadamente se pone en manos de Dios
quien es todo para él en todas las cosas
para el que nada se pierde, ni muere
sino que todo vive en Él
y le sirve al instante según su Voluntad.
10. Acuérdate siempre del Fin
porque el tiempo perdido no vuelve.
Sin atención y diligencia
nunca adquirirás las virtudes.
Si empiezas a entibiarte,
empiezas tu mal proceder.
En cambio, si te entregas con calor al servicio de Dios
encontrarás gran paz y sentirás menos el esfuerzo
por el favor de Dios y el amor a la virtud.
La persona ardorosa y diligente
está preparada para todo.
Mayor esfuerzo hace falta
para resistir los vicios y pasiones adversas
que para desarrollar el trabajo físico.
Quien no evita los defectos pequeños,
poco a poco caerá en los grandes.
Te alegrarás siempre al anochecer
si has empleado el día provechosamente.
Vigílate tú mismo, anímate tú mismo, corrígete tú mismo
y hagan lo que hagan los demás
no te descuides de ti mismo.
Tanto progresarás
cuanto contigo mismo ejercites tu energía. Así es.

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