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lunes, 10 de junio de 2013

PARTE SEGUNDA CONSEJOS PARA LA VIDA DE DIOS EN NOSOTROS

Capitulo: X
AGRADECIMIENTO POR LA GRACIA DE DIOS

1. ¿Por qué buscas descanso
si has nacido para el trabajo?
Dispónte más bien para el sufrimiento
que para las satisfacciones
y a cargar con la cruz más que con la alegría.
¿Quién no acogería con gusto
la satisfacción y felicidad espiritual
si siempre pudiera tenerlas?
Porque las satisfacciones espirituales
exceden a todas las ventajas del mundo
y a los estímulos de la sensualidad.
Toda satisfacción deshonesta
esta vacía de contenido o es vergonzosa.
Las satisfacciones espirituales
de verdad son alegres y honestas
engendradas por las virtudes
e infundidas por Dios en los corazones limpios.
Pero estas consolaciones divinas
nadie puede gozarlas continuamente como quiere
porque el tiempo de la tentación nunca termina.
2. Mucho contraría la visita de Dios
la equivocada libertad de ánimo
y la exagerada confianza en uno mismo.
Dios nos hace bien otorgándonos la gracia de la consolación
pero la persona actúa mal
cuando no retribuye con agradecimiento profundo
los dones que recibe de Dios.
Y por eso fluyen poco en nosotros los dones de la gracia,
porque somos ingratos con el Autor
y no los atribuimos a la fuente original.
Siempre se favorece al que sabe agradecer
y se le sustrae al supervalorado lo que se acostumbra dar al humilde.
3. No deseo satisfacciones
que me quiten los deseos de conversión
ni quiero contemplación
que me conduzca a la soberbia.
No es santo todo lo sublime, ni bueno todo lo agradable,
ni puro todo lo deseado, ni todo lo querido es agradable a Dios.
Con gusto acepto las inspiraciones que me hagan
más humilde y respetuoso de Dios
y me preparen mejor para abandonar lo malo en mí.
El enseñado con el don de la gracia
y el erudito por el dolor de haberla perdido
ni se atreverá a atribuirse el menor bien
salvo el reconocimiento de su pobreza y desnudez.
Dale a Dios lo que es de Dios
y asígnate a ti lo que es tuyo
o sea que debes agradecer a Dios su gracia,
y atribuirte a ti sólo la culpa
y la justa tristeza que debes sentir por esa culpa.
4. Ubícate siempre al último y te darán el mejor lugar
porque no se obtiene lo máximo sin lo menor.
Los más grandes santos ante Dios
se sienten ínfimos ante sí mismos
y mientras más lo engrandecen
más pequeños se reconocen.
Llenos de la verdad y del resplandor del cielo
no codician alabanzas insustanciales.
En Dios cimentados y asegurados
de ningún modo se dejan elevar,
asignan a Dios todo lo bueno que tienen
y no buscan felicitarse unos a otros
sino procurar la alabanza que sólo a Dios pertenece
y desean homenajearlo a Él por encima de todos
con ellos mismos y con todos los santos
y siempre, es éste su único objetivo.
5. Sé agradecido por lo menor
y serás merecedor de recibir mucho más.
Considera en mucho lo poco que recibes
y lo más despreciable por un regalo muy especial.
Si te fijas en la calidad del Donante
nada de lo que te dé considerarás pequeño o sin valor.
No existe nada pequeño
cuando Dios mismo lo otorga.
Incluso si se recibe penas y castigos
debe agradecerse
porque siempre es para nuestra salvación
todo lo que permite que nos venga.
El que desea conservar la gracia de Dios
debe saber agradecer cada favor
y sufrir con paciencia cuando falta,
rece para que la gracia vuelva
y sea cuidadoso y humilde para no perderla.

Capítulo: XI
POCOS AMAN LA CRUZ DE CRISTO

1. Jesús tiene muchos amantes de su Reino
pero pocos que lo ayuden a llevar su cruz.
Muchos tienen que desean sus consuelos
pero pocos que aceptan las dificultades.
Encuentra múltiples compañeros de banquete
pero pocos para la austeridad.
Todos buscan gozar junto con Él
pero pocos quieren soportar algo por Él.
Muchos siguen a Jesús hasta repartir el pan
pero pocos para tomar la copa de su pasión.
Muchos quieren a Jesús
mientras no suceda nada adverso.
Muchos lo alaban y bendicen
mientras puedan recibir los consuelos que otorga.
Pero si Jesús se escondiera y los abandonara un poco
de inmediato se quejarían o caerían en la desesperación.
2.Quien ama a Jesús por Jesús mismo
y no por causa de sus propias conveniencias,
bendice a Jesús por igual en todo sufrimiento y angustia como en la más abundante consolación.
Y si Él no quisiera nunca favorecerlos
con el sentimiento de su Presencia
igualmente lo alabarían siempre
y siempre querrían agradecérselo.
¡De cuánto es capaz el amor puro a Jesús
sin mezcla de propia comodidad o egoísmo!
¿No tenemos derecho de llamar mercenarios
a quienes siempre buscan su recompensa?
¿No prueban que se aman a sí mismos más que a Cristo
quienes siempre están pensando en sus ventajas y provecho?
¿Donde se encontrará alguno
que quiera servir a Dios gratuitamente?
3. Es raro encontrar a alguien tan dedicado
que esté desasido de todas las cosas.
¿Quién podrá descubrir
al verdadero pobre por el Espíritu
que se haya liberado de todo lo creado?
Es tesoro incomparable y de tierras lejanas (Prov 31,10).
Si la persona entregara todas sus posesiones
todavía nada hizo
y si hiciera grandes penitencias
eso aún es poco
y si dominara todas las ciencias
todavía esta lejos
y si tuviera virtudes extraordinarias
y si ardiera con intensa devoción
todavía le falta mucho,
le falta lo que es más necesario.
¿Qué es esto?
Que abandone todas las cosas, se abandone a sí misma
y salga totalmente de todo su interés
y no retenga ningún amor propio.
Cuando hayas hecho todo lo que sabes hacer
y sientas que nada hiciste;
cuando no te consideres grande,
aunque otros así te puedan estimar,
sino que sinceramente te reconozcas
como un servidor inútil, como dice la verdad:
“Cuando lleven a cabo todo lo que les mandaron digan: somos servidores inútiles” (Lc 17,10)
entonces verdaderamente podrás ser pobre y desnudo por el Espíritu
y decir como el salmista “Porque solo y pobre soy” (Sal 25,16).
Ninguno es más rico, ni más poderoso , ni más libre
que quien sabe abandonarse a sí mismo
y todas las cosas,
y colocarse en el último lugar.

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