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jueves, 20 de junio de 2013

PARTE TERCERA FELICIDAD ESPIRITUAL

Capítulo: XIV
CONSIDERAR EL SECRETO JUICIO DE DIOS EVITA QUE NOS UFANEMOS EN LA PROSPERIDAD

Discípulo:
1. Me aterran tus juicios respecto a mí, Señor
por el miedo y temblor se conmueven mis huesos,
y mi alma se asusta muchísimo.
Estoy atónito y considero
que ni el cielo es puro en tu Presencia (Job 15,15).
Si hasta en los ángeles encontraste maldad (Job 4,18),
y no los perdonaste, ¿qué será de mí?
cayeron las estrellas del Cielo (Ap 6,13)
y yo ¿cómo puedo presumir?
Cayeron hasta el fondo aquellos cuyas obras parecían dignas de alabanza,
y quienes comían el pan de los ángeles se vieron a [sic] alimentados con comida de cerdos.
2. Ninguna santidad existe, Señor, si retiras tu mano;
ninguna sabiduría aprovecha, si Tú no gobiernas;
ninguna fuerza ayuda, si dejas de conservarla.
Ninguna castidad está segura, si Tú no la defiendes;
ningún cuidado propio sirve
si no está presente tu sagrada vigilancia.
Porque abandonados, nos sumergimos y perecemos;
visitados por Ti, nos levantamos y vivimos.
Somos inestables pero por Ti nos aseguramos.
nos entibiamos, pero por Ti nos encendemos.
3. ¡Qué vulgar y despreciable me debo reconocer!
¡Qué poco valioso si algo bueno parece que tengo!
¡Qué profundamente me debo sumergir
en lo hondo de tus juicios, Señor,
donde nada más encuentro, sino que soy nada y nada!
¡Inmenso peso! ¡Mar inmenso donde nada encuentro de mí
sino que soy nada en todo!
¿Dónde están pues, los cimientos de mi sobreestimación?
¿dónde la confianza de mis propias fuerzas?
Desaparece toda la vanidad de mis glorificación
en la profundidad de tus juicios sobre mí.
4. ¿Qué es toda criatura en tu Presencia?
¿Puede acaso la arcilla elevarse sobre quien le dio forma?
¿Cómo puede engreírse autoalabándose el corazón de quien está de verdad sometido a Dios?
Todo el mundo no puede elevar
a quien mantiene en su sitio la verdad;
ni se moverá, por más que lo alaben
quien tiene firme toda su esperanza en Dios.
Porque todos los que hablan, nada son;
desaparecerán, junto con el sonido de sus palabras
pero la verdad del Señor permanece para siempre (Sal 117,2).

Capítulo: XV
COMO COMPORTARSE Y EXPRESARSE EN LOS DESEOS

Jesucristo:
1. Hijo mío, di así para todo:
Señor, si te agrada, que se haga así;
Señor, si es en honor tuyo,
haz esto en tu Nombre.
Señor, si te parece que me conviene y encuentras que me será útil,
concédelo para que lo use en tu honor.
Pero si sabes que me va a causar daño,
o desaprovechar para la salvación de mi alma
aparta de mí este deseo.
No todo deseo proviene del Espíritu Santo
aunque al hombre le parezca correcto y bueno.
Es difícil juzgar rectamente,
si te impulsa a desear esto o lo otro
un espíritu bueno u otro distinto,
o si te impulsa tu propio ánimo.
Muchos que al principio parecían ser conducidos
por buen espíritu, quedan decepcionados al final.
2. Por eso siempre se debe desear y pedir, con respeto a Dios y humildad en el corazón,
todo lo que sobrevenga como deseable al pensamiento;
y sobre todo, encomendárseme diciendo:
Señor, Tú sabes qué es lo mejor:
haz que suceda esto o lo otro, según quieras.
Da lo que quieras, cuanto quieras, y cuando quieras.
Haz conmigo como sabes, lo que más te agrade a Ti,
y según sea para tu mayor honor.
Ponme donde quieras; dispón de mí libremente en todo.
Estoy en tus manos; dame vueltas para un lado y el otro.
Yo soy tu servidor, dispuesto para todo
porque no deseo vivir para mí sino para Ti,
ojalá que con dignidad y perfección.
3. Oración para cumplir la voluntad de Dios:
Concédeme, compasivo Jesús, tu gracia
para que esté conmigo y conmigo trabaje (Sb 9,10)
y conmigo persevere hasta el fin.
Concédeme desear y querer siempre
lo que es más aceptable para Ti y más te agrada.
Tú voluntad sea mía
y mi voluntad siga siempre a la tuya y concuerde
de la mejor manera con ella.
Mi querer sea siempre uno contigo
y sólo pueda querer o no querer
lo que Tú quieres o no quieres.
Concédeme que muera a todo lo que me tienta del mundo
y por Ti, que ame ser despreciado y desconocido.
Concédeme descansar en Ti sobre todo lo deseado
y que mi corazón encuentre en Ti la paz.
Tú eres la verdadera paz del corazón, su único descanso;
fuera de Ti, todas las cosas son adversas e inestables.
En esta paz permanente,
es decir, en Ti Único Supremo y Eterno Bien
dormiré y descansaré. Así sea.

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