CAPÍTULO 44: NO SE DEBEN BUSCAR LAS COSAS EXTERIORES.
Jesucristo:
1. Hijo, en muchas cosas te conviene
ser ignorante, y estimarte como muerto sobre la tierra, y a quien todo el mundo
este crucificado. A muchas cosas te conviene también hacerte sordo, y pensar
más lo que conviene para tu paz. Más útil es apartar los ojos de lo que no te
agrada, y dejar a cada uno en su parecer, que ocuparte en porfías. Si estás bien
con Dios y miras su juicio, fácilmente te darás por vencido.
El Alma:
2. ¡Oh Señor, a qué hemos llegado!
Lloramos los daños temporales, por una pequeña ganancia trabajamos y corremos;
y el daño espiritual se pasa en olvido, y apenas tarde vuelve a la memoria. Por
lo que poco o nada vale, se mira mucho; y por lo que es muy necesario, se pasa
con descuido, porque todo hombre se va a lo exterior, y se presto no vuelve en
sí, con gusto se está envuelto en ello.
CAPÍTULO 45: QUE NO SE DEBE CREER A TODOS; Y CÓMO FÁCILMENTE SE RESBALA EN LAS PALABRAS.
El Alma:
1. Señor, ayúdame en la tribulación, porque es vana la seguridad del hombre. ¿Cuántas veces no hallé fidelidad donde pensé que la había? ¿Cuántas veces también la hallé donde menos lo esperaba? Por eso es vana la esperanza en los hombres; mas la salud de los justos está en Ti, mi Dios. Bendito seas, Señor, Dios mío, en todas las cosas que nos sucedan. Flacos somos y mudables: presto somos engañados, y nos mudamos.
2. ¿Qué hombre hay que se pueda
guardar con tanta cautela y discreción en todo, que alguna vez no caiga el
algún engaño o perplejidad? Mas el que te busca a Ti, Señor, y te busca con
sencillo corazón, no resbala tan fácilmente. Y si cayere en alguna tribulación,
de cualquier manera que estuviere en ella enlazado, presto será librado por Ti,
o consolado; porque no desamparas para siempre al que en Ti espera. Raro es el
fiel amigo que persevera en todos los trabajos de su amigo. Tú, Señor, Tú solo
eres fidelísimo en todo, y fuera de Ti no hay otro semejante.
3. ¡Oh, cuán bien lo entendía aquella
alma santa que dijo: ¡Mi alma está asegurada y fundada en Jesucristo! Si yo
estuviese así, no me acongojaría tan presto el temor humano, ni me moverían las
palabras injuriosas. ¿Quién puede preverlo todo? ¿Quién es capaz de precaver
los males venideros? Si lo que hemos previsto con tiempo nos daña muchas veces,
¿qué hará lo no prevenido sino perjudicarnos gravemente? Pues ¿por qué,
miserable de mí, no me previne mejor? ¿Por qué creí de ligero a otros? Pero
somos hombres, y hombres flacos y frágiles, aunque por muchos seamos estimados
y llamados ángeles. Señor, ¿a quién creeré, a quién sino a Ti? Eres la verdad,
que no puede engañar ni ser engañada. El hombre, al contrario, es falaz, flaco
y resbaladizo, especialmente en palabras; de modo que con muy gran dificultad
se debe creer lo que parece recto a la primera vista.
4. Cuán prudentemente nos avisaste
que nos guardásemos de los hombres: que los amigos del hombre son los de su
casa, y que no diésemos crédito al que nos dijese: A Cristo míralo aquí o
míralo allí. He escarmentado en mí mismo: ¡ojalá sea para mi mayor cautela, y
no para continuar con mi imprudencia! Cuidado, me dice uno, cuidado, reserva lo
que te digo. Y mientras yo lo callo, y creo que está oculto, él no pudo callar
el secreto que me confió, sino que me descubrió a mí y a sí mismo, y se marchó.
Defiéndeme, Señor, de aquestas ficciones, y de hombres tan indiscretos, para
que nunca caiga en sus manos ni yo incurra en semejantes cosas. Pon en mi boca
las palabras verdaderas y fieles, y desvía lejos de mí las lenguas astutas. De
lo que no puedo sufrir, me debo guardar mucho.
5. ¡Oh, cuán bueno y de cuánta paz es
callar de otros, y no creerlo todo fácilmente, ni hablarlo después con
ligereza: descubrirse a pocos, buscarte siempre a Ti, que miras al corazón, y
no moverse por cualquier viento de palabras, sino desear que todas las cosas
interiores y exteriores se acaben y perfecciones según el beneplácito de tu
voluntad! ¡Cuán seguro es para conservar la gracia celestial huir la vana
apariencia, y no codiciar las cosas visibles que causen admiración, sino seguir
con toda diligencia las cosas que dan fervor y enmienda de vida! ¡A cuántos ha
dañado la virtud descubierta y alabada antes de tiempo! ¡Cuán provechosa fue
siempre la gracia guardada en silencio en esta vida frágil, que toda es malicia
y tentación!
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