Si un niño no confía en su madre, muy pronto estará perdido, pues no querrá que su madre lo guíe ni se dejará alimentar por ella ni querrá que lo cuide. Pero esto es un despropósito, pues no hay niño que no se confíe ciegamente a su mamá.
Y aunque parezca mentira, en realidad lo que a veces hacemos nosotros es actuar como niños necios que no queremos confiar en nuestra Mamá del Cielo, la Santísima Virgen, y queremos hacer las cosas por nosotros mismos, a nuestro gusto y capricho, sin consultar con Ella, y nos creemos omnipotentes, hasta que a veces nos damos la cabeza contra la pared, y entonces comprendemos que somos nada y que necesitamos la ayuda constante de Alguien más poderoso que nosotros: la Virgen, nuestra Madre.
Si hiciéramos el propósito de confiar más en María, los problemas de la vida tendrían una solución admirable, o al menos serían más fáciles de sobrellevar.
Quien confía en la Virgen, se puede decir que es como los gatos, que siempre caen parados, o sea que Nuestra Señora nos socorrerá en toda circunstancia, y de toda ocasión de peligro, nos sacará ilesos y con bien para nosotros.
Porque hay que recordar que María es la Omnipotencia Suplicante, y todo lo que pide a Dios lo consigue. Pero hay más, porque dicen los Santos que todo lo que Dios es y puede por naturaleza, María también lo es y lo puede por gracia.
Detengámonos un poco a pensar en nuestra vida pasada y veremos cómo la Virgen nos fue llevando por un camino del cual Ella nunca se apartó, cuidándonos con especial ternura y permitiendo fracasos y "males" pero que resultaron o resultarán en bien para nosotros y los que amamos.
Jesús nos quiso hacer un regalo en el momento de su mayor sufrimiento, y nos dejó a su Madre en la persona de Juan. Aceptemos este regalo y aprovechémoslo confiando ciegamente en la Virgen. Visite: www.santisimavirgen.com.ar
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