ROMA, 15 Nov. 13 / 01:32 am (ACI/EWTN Noticias).- El Observatorio de la Universidad Católica de Bioética de Valencia, España, destacó esta semana el libro “The soul of the embryo” (El alma del embrión), del experto en bioética inglés David Albert Jones, que recuerda cómo Jesucristo se encarnó como embrión en el vientre de su Madre.
Jones, quien dirige el Centro Bioético Ascombe en Oxford, basó el libro en una investigación histórica, cuidadosa y ampliamente documentada del “Estatuto del embrión humano”, que evidencia de modo científico, en genética, el inicio de la vida de toda persona en el momento de la concepción.
“Cada niño en el vientre de su madre, ha sido hermanado por Jesucristo, que se hizo ser humano por nosotros, él también se hizo embrión en atención a todos los embriones y para nuestro cristiano discernimiento del ser, naturaleza y estatuto del niño no nacido a los ojos de Dios”, escribe.
El libro además explica que el alma intelectual conforma una integridad con el cuerpo, y es el único principio vital del ser humano, basándose en la doctrina y la praxis cristiana, en la filosofía, en el ámbito jurídico, teológico y biológico.
Jones afirma la existencia del alma en el embrión: “Donde hay vida, hay alma, y existe una unidad esencial entre cuerpo y alma. También se acuña el concepto de persona, que sin duda está íntimamente relacionado con el alma”, explica.
“El embrión sigue los pasos, en su propio desarrollo, del camino evolutivo de las especies… y la genética demostró que desde la fecundación, existen todas las características del nuevo ser humano, diferente de sus progenitores y en el descubrimiento de su particular autonomía en todas las etapas de su desarrollo”, añade.
El texto dedica varios capítulos a Aristóteles, Platón, San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
“Es así -dice el autor-, como los avances en la biomedicina van corrigiendo las especulaciones metafísicas a medida que estas se van desarrollando”.
En el último capítulo “La más pequeña de estas criaturas – el Estatuto teológico del embrión”, el autor concluye que en el contexto de la biología moderna “parece más natural decir que la vida humana comienza cuando el embrión humano empieza a existir, con la fertilización”, pero “desde la perspectiva de la tradición cristiana, la vida humana comienza con la fertilización, luego es ahí cuando el alma comienza a existir, pues en el pensamiento cristiano, vida y alma están correlacionadas”, recuerda.
“Esto es así, aunque las más elevadas facultades del alma no serán desplegadas sino mucho más tarde en la vida”, concluye.
Jones, quien dirige el Centro Bioético Ascombe en Oxford, basó el libro en una investigación histórica, cuidadosa y ampliamente documentada del “Estatuto del embrión humano”, que evidencia de modo científico, en genética, el inicio de la vida de toda persona en el momento de la concepción.
“Cada niño en el vientre de su madre, ha sido hermanado por Jesucristo, que se hizo ser humano por nosotros, él también se hizo embrión en atención a todos los embriones y para nuestro cristiano discernimiento del ser, naturaleza y estatuto del niño no nacido a los ojos de Dios”, escribe.
El libro además explica que el alma intelectual conforma una integridad con el cuerpo, y es el único principio vital del ser humano, basándose en la doctrina y la praxis cristiana, en la filosofía, en el ámbito jurídico, teológico y biológico.
Jones afirma la existencia del alma en el embrión: “Donde hay vida, hay alma, y existe una unidad esencial entre cuerpo y alma. También se acuña el concepto de persona, que sin duda está íntimamente relacionado con el alma”, explica.
“El embrión sigue los pasos, en su propio desarrollo, del camino evolutivo de las especies… y la genética demostró que desde la fecundación, existen todas las características del nuevo ser humano, diferente de sus progenitores y en el descubrimiento de su particular autonomía en todas las etapas de su desarrollo”, añade.
El texto dedica varios capítulos a Aristóteles, Platón, San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
“Es así -dice el autor-, como los avances en la biomedicina van corrigiendo las especulaciones metafísicas a medida que estas se van desarrollando”.
En el último capítulo “La más pequeña de estas criaturas – el Estatuto teológico del embrión”, el autor concluye que en el contexto de la biología moderna “parece más natural decir que la vida humana comienza cuando el embrión humano empieza a existir, con la fertilización”, pero “desde la perspectiva de la tradición cristiana, la vida humana comienza con la fertilización, luego es ahí cuando el alma comienza a existir, pues en el pensamiento cristiano, vida y alma están correlacionadas”, recuerda.
“Esto es así, aunque las más elevadas facultades del alma no serán desplegadas sino mucho más tarde en la vida”, concluye.
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