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miércoles, 29 de enero de 2014

PROVERBIOS


Proverbios 6 
1 Si has salido, hijo mío, fiador de tu prójimo, si has chocado tu mano 
con un extraño, 
2 si te has obligado con las palabras de tu boca, si de la palabra de tu 
boca te has dejado prender, 
3 haz esto, hijo mío, para quedar libre, pues has caído en manos de tu 
prójimo: Vete, póstrate, importuna a tu prójimo; 
4 no concedas a tus ojos sueño ni a tus párpados reposo; 
5 líbrate, como la gacela del lazo, como el pájaro de la mano del 
pajarero. 
6 Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus andanzas y te harás 
sabio. 
7 Ella no tiene jefe, ni capataz, ni amo; 
8 asegura en el verano su sustento, recoge su comida al tiempo de la 
mies. 9 ¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿cuándo te levantarás de 
tu sueño? 
10 Un poco dormir, otro poco dormitar, otro poco tumbarse con los 
brazos cruzados; 
11 y llegará como vagabundo tu miseria y como un mendigo tu 
pobreza. 

12 Un malvado, un hombre inicuo, anda con la boca torcida, 
 13 guiña el ojo, arrastra los pies, hace señas con los dedos. 
14 Torcido está su corazón, medita el mal, pleitos siembra en todo 
tiempo. 
15 Por eso vendrá su ruina de repente, de improviso quebrará, y no 
habrá remedio. 
16 Seis cosas hay que aborrece Yahveh, y siete son abominación para 
su alma: 
17 ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre 
inocente, 
18 corazón que fragua planes perversos, pies que ligeros corren hacia 
el mal, 
19 testigo falso que profiere calumnias, y el que siembra pleitos entre 
los hermanos. 
20 Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección 
de tu madre. 
21 Tenlos atados siempre a tu corazón, enlázalos a tu cuello; 
22 en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; 
conversarán contigo al despertar. 
23 Porque el mandato es una lámpara y la lección una luz; camino de 
vida los reproches y la instrucción, 
24 para librarte de la mujer perversa, de la lengua suave de la extraña. 
25 No codicies su hermosura en tu corazón, no te cautive con sus 
párpados, 
26 porque un mendrugo de pan basta a la prostituta, pero la casada va 
a la caza de una vida preciosa. 
27 ¿Puede uno meter fuego en su regazo sin que le ardan los vestidos? 

28 ¿Puede uno andar sobre las brasas sin que se le quemen los pies? 
29 Así le pasa al que se llega a la mujer del prójimo: no saldrá ileso 
ninguno que la toque. 
30 No se desprecia al ladrón cuando roba para llenar su estómago, 
porque tiene hambre. 
31 Mas, si le sorprenden, paga el séptuplo, tiene que dar todos los 
bienes de su casa. 
32 Pero el que hace adulterar a una mujer es un mentecato; un suicida 
es el que lo hace; 

33 encontrará golpes y deshonra y su vergüenza no se borrará. 34 Porque los celos enfurecen al marido. y no tendrá piedad el día de 
la venganza. 
35 No hará caso de compensación alguna; aunque prodigues regalos, 
no aceptará. 


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