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domingo, 2 de febrero de 2014

De la humilde sujeción




No tengas en mucho a quien esté por ti o contra ti; más procura que Dios sea contigo en todo lo que haces. Ten buena conciencia y Dios te defenderá. Al que Dios quiere ayudar, no le podrá dañar la malicia de hombre alguno. Si sabes callar y sufrir, sin duda tendrás el favor de Dios. Él sabe el tiempo y el modo de librarte, y por eso te debes abandonar a él. A Dios pertenece ayudarnos y librarnos de toda confusión. Algunas veces conviene mucho, para guardar mayor humildad, que otros sepan nuestros defectos y los reprendan.
Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los otros, y sin dificultad satisface a los que están enojados con él. Dios defiende y libra al humilde, ama al humilde y le consuela; se inclina al humilde y le da su gracia, y después de su abatimiento le eleva a la gloria. Al humilde descubre sus secretos, y le atrae dulcemente a sí, y le convida. El humilde, recibida la afrenta está en paz, porque descansa en Dios, y no en el mundo. No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por menos que todos.

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