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lunes, 17 de marzo de 2014

Cómo se ha de pedir el auxilio divino, y de la confianza de recobrar la gracia



Hijo, yo soy el Señor que conforta en el día de la tribulación. Ven a mí cuando no te hallares bien. Lo que más impide la consolación celestial es que demasiado tarde vuelves a la oración; porque antes que estés delante de mí con atención, buscas muchas consolaciones y te recreas en las cosas exteriores. De aquí viene que todo te aprovecha poco hasta que conozcas que yo soy el que salvo a los que esperan en mí; y fuera de mí no hay ayuda que valga, ni consejo provechoso, ni remedio durable. Mas cobrado aliento después de la tempestad, esfuérzate con la luz de las misericordias mías; porque cerca estoy, dice el Señor, para reparar todo lo perdido, no sólo cumplida, mas abundante y colmadamente.
¿Por ventura, hay cosa alguna difícil para mí? ¿O seré yo como el que dice y no hace? ¿Adónde está tu fe? Está firme y persevera; está firme y perseverante; el consuelo a su tiempo vendrá. Espérame, espera, yo vendré y te curaré. La tentación es la que te atormenta, y el vano temor el que te espanta. ¿Qué aprovecha tener cuidado de lo que está por venir, sino para tener tristeza sobre tristeza? Bástale al día su trabajo. Vana cosa es  y sin provecho, entristecerse o alegrarse de lo venidero, que quizá nunca acaecerá.
Cosa humana es ser engañado con tales ilusiones; y también es señal de poco ánimo dejarse burlar tan ligeramente del enemigo; el cual no se cuida de que sea verdadero o falso aquello con lo que nos burla o engaña, o si nos derribará con el amor de lo presente, o con el temor de lo porvenir. No se turbe pues tu corazón, ni tema; cree en mí, y ten mucha confianza en mi misericordia. Cuando tú piensas estar más lejos de mí, estoy yo muchas veces más cerca de ti. Y cuando tú piensas que está todo casi perdido, entonces muchas veces está cerca la ganancia del merecer. No está todo perdido cuando alguna cosa te sucede contraria. No debes juzgar según lo que sientes al presente, ni acongojarte con cualquier contrariedad de cualquier parte que venga, ni considerarla tal como si no hubiese esperanza de remedio.
No te tengas por desamparado del todo, aunque te envíe a tiempos alguna tribulación, o te prive del consuelo que deseas; porque de este modo se pasa al reino de los cielos. Y esto sin duda te conviene más a ti y a todos mis siervos, que se ejerciten en adversidades, que si todo sucediese a su gusto y sabor. Yo conozco los pensamientos ocultos, y que conviene para tu salvación que algunas veces te deje sin consolación; porque podía ser que alguna vez te ensoberbecieses en lo que te sucediese bien y te complacieses en ti mismo en lo que no eres. Lo que yo te di, te lo puedo quitar, y volvértelo cuando quisiere.
Cuando te lo diere, mío es; cuando te lo quitare, no tomo cosa tuya, porque mía es cualquier dádiva buena, y mío todo don perfecto. Si te enviare alguna pesadumbre o cualquier contrariedad, no te indignes y descaezca tu corazón, porque te puedo yo levantar al momento y mudar cualquier pena en gozo. Justo soy, y muy digno de ser alabado cuando lo hago así contigo.
Si juzgas con rectitud y miras las cosas con ojos de verdad, nunca te debes entristecer, ni descaecer tanto por las adversidades; sino antes bien holgarte y agradecerlo, y tener por única alegría que, afligiéndote con dolores, no te dejo sin castigo. Así como me amó el Padre, yo os amo, dije a mis amados discípulos, a los cuales no envié a gozos temporales, sino a grandes combates; no a honras, sino a desprecios; no al ocio, sino al trabajo; no al descanso, sino a recoger grandes frutos de paciencia. Hijo mío, acuérdate de estas palabras.

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