Hijo, debes mirar con diligencia, que en cualquier lugar y en toda acción u ocupación exterior, estés interiormente libre y seas señor de ti mismo, y que todas las cosas tengas debajo de ti, y no estés sujeto a ninguna de ellas, porque seas señor de tus acciones, no siervo, ni esclavo comprado, sino como libre y verdadero hebreo pases a gozar de la suerte y libertad de los hijos de Dios, los cuales ponen debajo de sí las cosas presentes; y contemplan las eternas; miran lo transitorio con el ojo izquierdo y con el derecho lo celestial; a los cuales no atraen las cosas temporales para estar asidos a ellas, antes ellos las atraen para servirse bien de ellas, según están de Dios ordenadas, e instituidas por el supremo Artífice, que no hizo nada sin orden en lo criado.
Si en cualquier cosa que te acaeciere estás firme, y no juzgas de ella según la apariencia exterior, ni miras con ojo carnal lo que oyes o ves, antes, en cualquier cosa entras luego a lo interior, como Moisés en el Tabernáculo para determinar sus dudas y dificultades, y tomó el remedio de la oración para librarse de los peligros y maldades de los hombres. Así debes tú huir y entrarte en el secreto de tu corazón, implorando con eficacia el socorro divino. Por eso se lee, que Josué y los hijos de Israel fueron engañados por los gabaonitas, porque no consultaron primero con el Señor, sino que creyendo de presto las blandas palabras, fueron con falsa piedad engañados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario