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miércoles, 26 de marzo de 2014

Del buen régimen en las cosas exteriores, y del recurso a Dios en los peligros





Hijo, debes mirar con diligencia, que en cualquier lugar y en toda acción u ocupación exterior, estés interiormente libre y seas señor de ti mismo, y que todas las cosas tengas debajo de ti, y no estés sujeto a ninguna de ellas, porque seas señor de tus acciones, no siervo, ni esclavo comprado, sino como libre y verdadero hebreo pases a gozar de la suerte y libertad de los hijos de Dios, los cuales ponen debajo de sí las cosas presentes; y contemplan las eternas; miran lo transitorio con el ojo izquierdo y con el derecho lo celestial; a los cuales no atraen las cosas temporales para estar asidos a ellas, antes ellos las atraen para servirse bien de ellas, según están de Dios ordenadas, e instituidas por el supremo Artífice, que no hizo nada sin orden en lo criado.
Si en cualquier cosa que te acaeciere estás firme, y no juzgas de ella según la apariencia exterior, ni miras con ojo carnal lo que oyes o ves, antes, en cualquier cosa entras luego a lo interior, como Moisés en el Tabernáculo para determinar sus dudas y dificultades, y tomó el remedio de la oración para librarse de los peligros y maldades de los hombres. Así debes tú huir y entrarte en el secreto de tu corazón, implorando con eficacia el socorro divino. Por eso se lee, que Josué y los hijos de Israel fueron engañados por los gabaonitas, porque no consultaron primero con el Señor, sino que creyendo de presto las blandas palabras, fueron con falsa piedad engañados.

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