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viernes, 21 de marzo de 2014

HECHOS DE LOS APOSTOLES


Hechos 26 
1 Agripa dijo a Pablo: «Se te permite hablar en tu favor.» Entonces 
Pablo extendió su mano y empezó su defensa: 
2 «Me considero feliz, rey Agripa, al tener que defenderme hoy ante ti 
de todas las cosas de que me acusan los judíos, 
3 principalmente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones 
de los judíos. Por eso te pido que me escuches pacientemente. 
4 «Todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, desde cuando 
estuve en el seno de mi nación, en Jerusalén. 
5 Ellos me conocen de mucho tiempo atrás y si quieren pueden 
testificar que yo he vivido como fariseo conforme a la secta más estricta de 
nuestra religión. 6 Y si ahora estoy aquí procesado es por la esperanza que tengo en la 
Promesa hecha por Dios a nuestros padres, 
7 cuyo cumplimiento están esperando nuestras doce tribus en el culto 
que asiduamente, noche y día, rinden a Dios. Por esta esperanza, oh rey, soy 
acusado por los judíos. 
8 ¿Por qué tenéis vosotros por increíble que Dios resucite a los 
muertos? 
9 «Yo, pues, me había creído obligado a combatir con todos los 
medios el nombre de Jesús, el Nazoreo. 
10 Así lo hice en Jerusalén y, con poderes recibidos de los sumos 
sacerdotes, yo mismo encerré a muchos santos en las cárceles; y cuando se 
les condenaba a muerte, yo contribuía con mi voto. 
11 Frecuentemente recorría todas las sinagogas y a fuerza de castigos 
les obligaba a blasfemar y, rebosando furor contra ellos, los perseguía hasta 
en las ciudades extranjeras. 
12 «En este empeño iba hacia Damasco con plenos poderes y 
comisión de los sumos sacerdotes; 
13 y al medio día, yendo de camino vi, oh rey, una luz venida del 
cielo, más resplandeciente que el sol, que me envolvió a mí y a mis 
compañeros en su resplandor. 
14 Caímos todos a tierra y yo oí una voz que me decía en lengua 
hebrea: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el 
aguijón.” 
15 Yo respondí: “¿Quién eres, Señor?” Y me dijo el Señor: “Yo soy 
Jesús a quien tú persigues. 
16 Pero levántate, y ponte en pie; pues me he aparecido a ti para 
constituirte servidor y testigo tanto de las cosas que de mí has visto como 
de las que te manifestaré. 
17 = Yo te libraré = de tu pueblo y = de los gentiles, a los cuales yo te 
envío, = 
18 = para que les abras los ojos; = para que se conviertan = de las 
tinieblas a la luz, = y del poder de Satanás a Dios; y para que reciban el 
perdón de los pecados y una parte en la herencia entre los santificados, 
mediante la fe en mí.” 
19 «Así pues, rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, 
20 sino que primero a los habitantes de Damasco, después a los de 
Jerusalén y por todo el país de Judea y también a los gentiles he predicado 
que se convirtieran y que se volvieran a Dios haciendo obras dignas de 
conversión. 
21 Por esto los judíos, habiéndome prendido en el Templo, intentaban 
darme muerte. 
22 Con el auxilio de Dios hasta el presente me he mantenido firme 
dando testimonio a pequeños y grandes sin decir cosa que esté fuera de lo 
que los profetas y el mismo Moisés dijeron que había de suceder: 
23 que el Cristo había de padecer y que, después de resucitar el 
primero de entre los muertos, anunciaría la luz al pueblo y a los gentiles.» 24 Mientras estaba él diciendo esto en su defensa, Festo le interrumpió 
gritándole: «Estás loco, Pablo; las muchas letras te hacen perder la cabeza.» 
25 Pablo contestó: «No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que 
hablo cosas verdaderas y sensatas. 
26 Bien enterado está de estas cosas el rey, ante quien hablo con 
confianza; no creo que se le oculte nada, pues no han pasado en un rincón. 
27 ¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.» 
28 Agripa contestó a Pablo: «Por poco, con tus argumentos, haces de 
mí un cristiano.» 
29 Y Pablo replicó: «Quiera Dios que por poco o por mucho, no 
solamente tú, sino todos los que me escuchan hoy, llegaran a ser tales como 
yo soy, a excepción de estas cadenas.» 
30 El rey, el procurador, Berenice y los que con ellos estaban sentados 
se levantaron, 
31 y mientras se retiraban iban diciéndose unos a otros: «Este hombre 
no ha hecho nada digno de muerte o de prisión.» 
32 Agripa dijo a Festo: «Podía ser puesto en libertad este hombre si no 
hubiera apelado al César.» 


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