Hijo, encomiéndame siempre tus negocios y yo los dispondré bien a su tiempo. Espera mi ordenación y experimentarás gran provecho.
Señor, muy de grado te encomiendo todas las cosas, porque poco puede aprovechar mi cuidado. Pluguiese a ti que no me apegase mucho a los sucesos futuros, sino que me ofreciese sin tardanza a tu voluntad.
Hijo, muchas veces piensa el hombre con vehemencia en lo que desea, mas cuando ya lo alcanza tiene otro parecer; porque las aficiones acerca de una misma cosa no duran mucho, sino que de una nos llevan a otra; por lo cual no es poco dejarse a sí mismo aún en lo poco.
El verdadero aprovechar es negarse a sí mismo, y el hombre que se ha negado a sí está muy libre y seguro. Mas el enemigo antiguo, adversario de todos los buenos, no cesa de tentar; antes bien, de día y de noche pone graves asechanzas para prender si pudiere a algún descuidado, con los lazos del engaño. Por eso, Velad y orad, dice el Señor, porque no entréis en tentación.
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