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jueves, 17 de abril de 2014

Lecturas del Jueves Santo

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Jueves, 17 de abril de 2014

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 115,12-13.15-16bc.17-18

R/.
 El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

¿Cómo pagaré al Señor 
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor 
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos 
en presencia de todo el pueblo. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del jueves, 17 de abril de 2014

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C.R.
Queridos amigos:
En la tarde de este jueves santo se remueven muchas fibras. Cuando la iglesia entera, esparcida por el mundo, entra en el cenáculo, se descubre a sí misma, hace un cursillo acelerado para aprender el arte de lavar los pies y se pregunta de nuevo qué significan el pan y el vino que come cada día. Hoy no quiero extenderme en explicaciones acerca de la Pascua judía o de la importancia teológica que tiene el relato que Pablo hace en la carta a los Corintios. Quisiera evocar con todos vosotros el sacramento de la eucaristía, vinculándolo -como hace la liturgia- al amor fraterno y al ministerio eclesial.
Una mole de hormigón y ladrillo cubre los cenáculos donde se asientan hoy los comensales. Los de ayer soñaban que el Nazareno les pusiera en marcha un país soberano. Lo soñaron hasta en la cena de despedida que conmemoramos en esta tarde. Los de hoy, alineados en bancos paralelos, nos conformamos con que nos mantenga el tono vital en medio de un ritmo acelerado. En ambos casos, el anfitrión no se contenta con cubrir el expediente: se da a fondo perdido. No sólo nos invita a comer, que ya es signo de amor, sino que se nos entrega como comida: "O sacrum convivium in quo Christus sumitur".
En medio de la ausencia -¿dónde puedo encontrar hoy a Cristo?- he aquí un destello en que el pasado, el presente y el futuro se funden en un memorial de intensiva presencia. Hace falta estar muy ciego para no percibir la hermosura de su rostro y la huella de su pie resucitado. En esta tarde del jueves santo aprendemos a "caer en la cuenta" de muchas presencias suyas casi desapercibidas.
Helo ahí en la asamblea congregada para recibir su dosis de pan y de palabra. Helo ahí, cargado de arrugas y recuerdos o con las hormonas bailando el ritmo adolescente. Helo ahí en medio de esa humanidad que huele a conformismo y a búsqueda sincera a partes iguales. Helo ahí porque Él lo ha dicho: donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Helo ahí en el que preside, débil de los pies a la cabeza, vestido de blanco y aprendiz de servidor, mano trémula y visible de un Amigo misterioso. Helo ahí en el ministro cuyo encargo primordial es lavar los pies y repartir el pan.
Helo ahí en la palabra que se extrae del cofre arcano y vivo de las Escrituras, de esa Palabra que permanece para siempre. Helo ahí hablando por la boca de Moisés y de Pablo de Tarso, con el estilo llano del evangelio de Marcos y con la elegancia de la carta a los Hebreos. Helo ahí porque Él lo ha dicho: quien acoge mi palabra a mí me acoge.
Helo ahí en la encarnación diminutiva del pan y del vino, frutos de la tierra y de la artesanía, hechos trampolín simbólico de un alimento sin fecha de caducidad. Helo ahí porque Él lo ha dicho: quien come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna.
Helo ahí, ignoto y estadísticamente inmenso, en esa turba de necesitados que lo mismo pasan hambre, que son encarcelados o que se entierran vivos en una depresión. Helo ahí porque Él lo ha dicho: lo que hicisteis con uno de estos pequeños conmigo lo hicisteis.
Helo ahí cruzando de parte a parte esta realidad del mundo que ha sido inyectada de resurrección. Helo ahí hablando la lengua de los signos de los tiempos, que hoy suena lucha por la paz y la justicia y mañana diálogo interreligioso o liberación de la mujer.
Helo ahí, invisible y terapéutico, en ese concentrado de presencias que es la eucaristía, cumbre y fuente de toda vida cristiana. Donde hay eucaristía hay asamblea, ministro presidente, Palabra, pan y vino, hombres y mujeres necesitados, signos de los tiempos. Helo ahí, pues, hecho vitamina del mundo en el gesto millonariamente repetido de tomar el pan, pronunciar la acción de gracias, partirlo y entregarlo.
¿Quién puede ser de los suyos al margen de este milagro cotidiano? ¿Quién va a partirse el tipo desenganchado del Único que se lo ha partido hasta el final?

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