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sábado, 17 de mayo de 2014

Que el ánima devota con todo su corazón debe desear la unión de Cristo en el sacramento






Señor, ¿quién me dará que te halle dolo, y te abra todo mi corazón, y te goce como mi ánima desea, y que ya ninguno me desprecie, ni criatura alguna me mueva, mas tú solo me hables, y yo a ti, como suele hablar el amado a su amado y conversar un amigo con otro? Esto ruego y esto deseo, que sea unido todo a ti, y aparte ya mi corazón de todo lo criado, y por la sagrada comunión y por la frecuencia del celebrar aprenda a gustar cosas eternas. ¡Oh Señor, Dios mío!, ¿cuándo estaré todo unido contigo, y absorto en ti, y del todo olvidado de mí, y que tú seas en mí, y yo, Señor, en ti, y que así estemos juntos en uno?
Verdaderamente tú eres mi amado, escogido en muchos millares, con el cual desea morar mi ánima todos los días de su vida. Verdaderamente tú eres mi pacífico, en ti está la suma paz y la verdadera holganza; fuera de ti todo es trabajo, y dolor, y miseria infinita. Verdaderamente tú eres Dios escondido, y tu consejo no es con los malos, mas con los humildes y sencillos es tu habla.
¡Oh Señor, cuán suave es tu espíritu, que tienes por bien para mostrar tu dulzura de mantener tus hijos del pan suavísimo que desciende del cielo! Verdaderamente no hay otra nación tan grande que tenga sus dioses tan cerca de sí como tú, Dios nuestro, estás cerca de todos sus fieles, a los que te das para que te coman, y gocen con gozo continuo, y para que levanten su corazón al cielo.
¿Qué gente hay alguna tan nobilísima como el pueblo cristiano, o qué criatura hay debajo del cielo tan amada como el ánima devota, a la cual entra Dios a apacentar de su gloriosa carne? ¡Oh inexplicable gracia, oh maravillosa bondad, oh amor sin medida, dado singularmente al hombre!
¿Qué daré yo al Señor por esta gracia y caridad tan grande? No hay cosa que más agradable le pueda yo dar que es mi corazón todo entero, para que sea a él ayuntado entrañablemente. Entonces alegrarán todas mis entrañas, cuando mi ánima fuere unida perfectamente a Dios. Entonces me dirá Él: Si tú quieres estar conmigo, yo quiero estar contigo. Y yo le responderé: Señor, ten por bien de quedarte conmigo, que yo de buena voluntad quiero estar contigo. Éste es todo mi deseo, que mi corazón esté unido contigo.

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