A veces queremos ser santos pero a nuestra manera, a nuestro parecer, queriendo que nos ocurran algunas cosas pero no otras. Sin embargo debemos aprender a aprovechar TODO lo que nos ocurre en nuestra vida para crecer en santidad. Porque la santidad consiste en hacer coincidir nuestra voluntad con la Voluntad de Dios, y si Dios quiere o permite ciertas cosas que nos desagradan, no nos desanimemos ni nos desesperemos, sino aprovechémoslas como un peldaño para subir hacia Dios, para despreciar lo pasajero del mundo, y entender que no puede ser santo quien no esté dispuesto a padecer.
La santidad sin el dolor es algo imposible, no existe, para el hombre al menos. Podrán ser santos los ángeles del cielo y los espíritus puros. Pero los hombres, todos los hombres, tenemos que pasar por la cruz para ser santos. Si Jesús y María, que eran Santos, tuvieron que experimentar el dolor, nosotros no podemos ser la excepción.
Quien no esté dispuesto a sufrir contratiempos e incomodidades por la santidad, no llegará muy lejos en el camino de la perfección. Cristo nos ha enseñado ese camino, y no existe otro, si no el Señor nos lo hubiera dicho, porque siente compasión de nuestra pobre naturaleza que le cuesta sufrir. Pero no hay otro camino para llegar al Cielo y para ser santo, que el camino regio de la cruz.
Así que dispongamos nuestro corazón a los acontecimientos que sobrevengan en nuestras vidas, porque en el mundo está el demonio, que es quien quiere probarnos para que, descorazonados, nos alejemos de Dios, culpándole de nuestro mal. Y pidamos a Dios a través de la oración, que nos defienda del mal, y del Maligno, para que nuestras pruebas no nos superen y podamos sacar bien del mal que nos hacen las criaturas.
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