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viernes, 18 de julio de 2014

Lecturas del Sábado de la 15ª semana del Tiempo Ordinario



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Sábado, 19 de julio de 2014

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (2,1-5):

¡Ay de los que meditan maldades, traman iniquidades en sus camas; al amanecer las cumplen, porque tienen el poder! Codician los campos y los roban, las casas, y se apoderan de ellas; oprimen al hombre y a su casa, al varón y a sus posesiones. 
Por eso, dice el Señor: «Mirad, yo medito una desgracia contra esa familia. No lograréis apartar el cuello de ella, no podréis caminar erguidos, porque será un tiempo calamitoso. Aquel día entonarán contra vosotros una sátira, cantarán una elegía: "Han acabado con nosotros, venden la heredad de mi pueblo; nadie lo impedía, reparten a extraños nuestra tierra." Nadie os sortea los lotes en la asamblea del Señor.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 9,22-23.24-25.28-29.35

R/.
 No te olvides de los humildes, Señor

¿Por qué te quedas lejos, Señor, 
y te escondes en el momento del aprieto? 
La soberbia del impío oprime al infeliz 
y lo enreda en las intrigas que ha tramado. R/.

El malvado se gloría de su ambición, 
el codicioso blasfema y desprecia al Señor. 
El malvado dice con insolencia: 
«No hay Dios que me pida cuentas.» R/.

Su boca está llena de maldiciones, 
de engaños y de fraudes; 
su lengua encubre maldad y opresión; 
en el zaguán se sienta al acecho 
para matar a escondidas al inocente. R/.

Pero tú ves las penas y los trabajos, 
tú miras y los tomas en tus manos. 
A ti se encomienda el pobre, 
tú socorres al huérfano. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,14-21):

En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del sábado, 19 de julio de 2014

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José María Vegas, cmf
Para implantar el derecho
La enemiga mortal de los fariseos y otras autoridades judías contra Jesús procede de su pretensión de estar por encima de la ley y ser su verdadero intérprete. Y la prueba de que los enemigos de Jesús han absolutizado indebidamente la ley se ve en su voluntad de acabar con Él. Ante esas amenazas, Jesús evita la confrontación (todavía no ha llegado su hora), y continúa anunciando e implantando esa ley nueva (el derecho y la esperanza de las naciones) que porta en su corazón, continúa curando, perdonando, anunciando, restableciendo… Frente a la voluntad de muerte de sus enemigos, Jesús afirma su voluntad de vida. Ante las realidades enfermas y moribundas, Jesús ni quiebra la caña cascada, ni apaga el pábilo vacilante, sino que endereza y reaviva.
Vivimos en gran medida en una cultura de muerte. Esta se expresa de muy diversas maneras: desde la extensión y el ensalzamiento del aborto y la eutanasia, hasta los grandes negocios de armas y drogas, además de otras muchas otras formas más o menos encubiertas de violencia e injusticia. Además, cada vez con más frecuencia se dan manifestaciones de fuerte agresividad contra la fe y la Iglesia. No son pocos los lugares en los que los cristianos sufren persecución cruenta. Al igual que Jesús, los cristianos tenemos que evitar la confrontación abierta, que es en su mayor parte estéril, y dedicarnos con libertad a hacer el bien: anunciar el evangelio, curar, sanar, liberar… Esta es nuestra forma de dar un testimonio positivo de nuestra fe, que implica necesariamente la disposición al martirio. Esto puede hacerse sólo si miramos al mundo con ojos de misericordia: sin dejar de señalar los males de nuestro tiempo y nuestra sociedad, tenemos que evitar condenas masivas que no dan resquicio a la esperanza. Eso es lo mismo que quebrar la caña cascada y apagar el pábilo vacilante. Sólo así es posible implantar el derecho, que no es sino la nueva ley del evangelio, la ley del amor, y sólo así es posible que las naciones encuentren esperanza en el nombre de Jesús, el único nombre que se nos ha dado bajo el cielo por el cual podemos alcanzar la salvación (cf. Hch 4, 12).
José M. Vegas cmf

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