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lunes, 21 de julio de 2014

Segundo Libro de los Reyes




01 Los hermanos profetas dijeron a Eliseo: «El lugar donde vivimos contigo se ha hecho muy estrecho para nosotros.
02 Bajemos al Jordán, y allí, cada uno tomará un tronco y construiremos una cabaña para alojarnos». Les dijo: «¡Vayan!
03 Pero uno de ellos le dijo: «¿Por qué no vienes con tus sirvientes?» Respondió: Bueno, iré».
04 Se fue pues con ellos;
05 Mientras uno de ellos cortaba un tronco, cayó el hacha al agua. Se puso a gritar: «¡Ay de mí, mi señor, esa era un hacha que me habían prestado!»
06 El hombre de Dios le dijo: «¿Dónde cayó?» El otro le mostró el lugar. Eliseo cortó entonces un palo, lo tiró al agua y el hierro salió a flote.
07 Añadió: «Tómalo ahora». El otro extendió su mano y agarró el hierro.
08 El rey de Aram estaba en guerra con Israel. Tuvo una sesión de consejo con sus servidores y les dijo: «Iré a tender una emboscada en tal y cual sitio».
09 Pero el hombre de Dios mandó a decir al rey de Israel: «No pases por ese lugar, porque ahí van a bajar los arameos».
10 El rey de Israel mandó instrucciones al lugar que le había indicado el hombre de Dios. Así lo ponía en aviso Eliseo, y esto no sólo una o dos veces, y el rey se mantenía en guardia.
11 El rey de Aram se preocupó mucho por eso; convocó a sus servidores y les dijo: «Díganme quién de nosotros está con el rey de Israel».
12 Uno de sus servidores respondió: «Nadie, señor rey, sino que es Eliseo, el profeta de Israel, quien revela al rey de Israel hasta las palabras que pronuncias tú en tu cuarto al acostarte».
13 El rey le dijo: «Vayan a ver dónde está para que lo detengamos». Le informaron que estaba en Dotán.
14 Entonces el rey despachó para allá abajo caballos, carros y un numeroso destacamento; llegaron de noche y cercaron la ciudad.
15 El sirviente del hombre de Dios se levantó muy temprano y, cuando salió, vio que un regimiento rodeaba la ciudad con sus caballos y carros. El muchacho dijo a Eliseo: «¡Ay, señor mío! ¿Qué vamos a hacer?»
16 Le respondió: «No temas, porque los que están con nosotros son más numerosos que los que están con ellos».
17 Eliseo se puso a orar: «Yavé, abre sus ojos para que vea». Y Yavé abrió los ojos del joven, quien vio la montaña cubierta de caballos y carros de fuego que rodeaban a Eliseo.
18 Los arameos bajaron donde Eliseo. Este hizo esta oración a Yavé: «¡Dígnate dejar ciega a esa tropa!» Y Yavé los dejó ciegos, según la palabra de Eliseo.
19 Eliseo les dijo: «Este no es el camino, ni esta la ciudad, síganme y los guiaré donde el hombre que buscan». Y los llevó hasta Samaría.
20 Cuando ya habían entrado en Samaría, Eliseo dijo: «¡Yavé, abre los ojos de estos hombres para que vean!» Yavé les abrió los ojos y vieron que estaban en Samaría.
21 Al verlos, el rey de Israel dijo a Eliseo: «¿Padre mío, debo matarlos?»
22 Este respondió: «Si no matas a los que apresas con espada y con arco, ¿cómo matarías a éstos? Mejor dales pan y agua para que coman y beban; en seguida, que vuelvan donde su señor».
23 El rey les sirvió entonces una buena comida, y comieron y bebieron. Después los despidió y regresaron donde su amo; desde ese día las bandas arameas dejaron de hacer incursiones en el territorio de Israel.
24 Mucho después Ben-Hadad, rey de Aram, reunió a todo su ejército y subió para poner sitio a Samaría.
25 Grande fue el hambre en Samaría; era tal la situación que la cabeza de un burro valía ochenta piezas de plata y un puñado de garbanzos, cinco.
26 Cierta vez que pasaba el rey por la muralla, una mujer le gritó: «¡Sálvame, oh rey mi señor!»
27 Este respondió: «Si Yavé mismo no te salva, ¿qué puedo hacer yo?
28 Luego el rey añadió: «¿Qué te pasa?» Ella respondió: «Esta mujer me dijo: Dame tu hijo para que lo comamos ahora, y mañana comeremos el mío.
29 Pues bien, cocimos a mi hijo y lo comimos, pero cuando al día siguiente le digo: Dame a tu hijo para que lo comamos, lo escondió».
30 Al oír las palabras de la mujer, el rey rasgó su ropa, y como estaba sobre la muralla, el pueblo vio que debajo de su ropa llevaba un saco pegado a su cuerpo.
31 El rey dijo: «¡Castígueme Dios una y otra vez si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, le queda hoy sobre sus hombros!»
32 Eliseo mientras tanto estaba sentado en su casa junto con los ancianos que estaban a su alrededor. El rey mandó a uno de sus hombres, pero antes que llegara el emisario, Eliseo había dicho a los ancianos: «¿Saben que ese asesino mandó a alguien para que me corte la cabeza? ¡Pongan atención! Cuando llegue el emisario, cierren la puerta y denle con ella en las narices. Seguramente se oirán los pasos de su amo detrás de los suyos».
33 Todavía estaba hablando Eliseo con ellos cuando llegó a la casa el rey: «Esta desgracia viene de Yavé, dijo, ¿qué puedo ya esperar de Yavé?»

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