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domingo, 21 de septiembre de 2014

El aborto es un homicidio


¿Qué es un homicidio?: “Es quitar directa y libremente la vida a una persona, por parte de otra persona”; llamando las cosas por su nombre, damos claridad a los hechos: de modo que el aborto “es un homicidio”; si la víctima es un reo, el homicidio es un delito grave; ahora, es un delito peor, imperdonable, si la víctima es una criaturita inocente, indefensa y oculta en la cuna de su madre: el vientre.
¿Qué es un Aborto?: Es quitarle la vida, de manera directa y voluntaria, a un feto inviable, a ser posible, practicado por un médico con el consentimiento de la madre. El aborto es el acto directo y voluntario de quitarle la vida a un ser humano, oculto e inocente.
Llamándolo por su nombre, es un homicidio; homicidio que hoy en día, para disimular el crimen (ante las “leyes”, pero no ante Dios) se le llama “legal”, “constitucional”, “ejercicio del derecho” de la madre (¡vaya derecho¡); derecho a matar a su hijo, (¡qué horror!), no cambia el crimen, como lo disimulan los abortistas, para sentirse inocentes.
Como la víctima no puede reclamar, es muda, se fía de su madre, y ¡vea con las que sale¡ “asesinarlo”.
A mi juicio, la persona humana comienza con el cigoto, primera célula, que ya tiene genoma, es decir, los “planos del desarrollo individual y pormenorizado del adulto que va a llegar a ser, si se le respeta el derecho a desarrollarse. Pero, bien, en gracia de la discusión, tomemos a este ser viviente a los tres meses, cuando ya es feto, cuando la figura humana ya está formada: casi nadie duda de que ya tenemos un ser humano.
Y la madre decide, de forma premeditada y voluntaria, matarlo por manos de los médicos; esta es la causa material; ella, la formal, la causa principal. ¡Qué curiosa la diferencia¡ Matarlo antes de nacer, es legal; pero, matarlo luego de nacer, es un crimen que merece 30 años de cárcel.
Aquí me viene a la memoria del caso conocido –real o imaginario es lo mismo, porque ambos casos encierran una gran lección para las madres abortivas-, el caso de una madre embarazada de tres meses que, con un pequeñín de dos años en la mano porque no quería dejarlo, y con razón, solo en casa, acude al médico para que le practique el aborto.
Pero Dios sabía lo que hacía: el niño que lleva de la mano, va a ser el “abogado” de su hermanito. El médico, que había estudiado para defender la vida, no para quitarla, con espanto y astucia, le propone lo siguiente a la madre:
- “Señora, preste atención a mi propuesta, que con todo respeto le hago: ¿Por qué mejor no matamos a este niñito que trae de la mano, que ya ha vivido dos años, y dejamos con vida al que trae en su vientre, para darle la oportunidad, que no ha tenido, de vivir libremente su vida, a la cual tiene derecho?”.
La mujer, alzando a su niño y tomándolo fuertemente contra su pecho, lanzó un grito de horror:
- ¡Cómo se le ocurre, doctor, acaso se enloqueció?; este niño está vivo, ¡eso sería un homicidio¡”.
-Señora-, reposadamente la interpela el doctor-, también seria u homicidio y más grave, matar al que trae en su vientre; pero, como usted no lo puede ver, le parece que no reviste la gravedad de un homicidio, pero lo es. Y caiga en la cuenta de que se trata de un hijo suyo”.
Asombrada la mujer agachó la cabeza, y alcanzó a responder: “Gracias doctor, usted me ha abierto los ojos;: caigo en la cuenta del crimen que iba a cometer; me arrepiento”, y salió del consultorio.
Seis meses más tarde, dio a luz un niño sano y feliz.
Queridas mamás: piénsenlo una y dos veces antes de dar un mal paso: el aborto es un homicidio, no de un niño cualquiera, sino de su propio hijo.
(Alfonso Llano Escobar, S.J, “El Tiempo”)

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