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jueves, 25 de septiembre de 2014

Estos escritos son de los textos de SOR MARÍA NATALIA MAGDOLNA


¿Qué piensa Jesús de los hombres malvados?


En la pantalla de la televisión vi a un hombre que lanzó un perro tras unas personas que huían y el perro las despedazó. A mí me impresionó mucho que un hombre pudiera causarle tanto sufrimiento a otra persona y deseaba que el perro despedazara al hombre que lo había azuzado contra la gente. Entonces oí la voz triste de Jesús:
–Los que son torturados por otro hombre y mueren, reciben unas gracias especiales de mi parte y recibirán una indescriptible felicidad en la eternidad.
–¿Pero qué le ocurre a quien ha cometido un mal semejante?
–Aquel hombre también es mi hijo, también por él he muerto. ¿Y tú ahora, quieres golpearlo? El mal que él cometió Me da menos pena que si tú a quien Yo tanto amo, lo golpeas a él. Con este golpe tú Me hieres a Mí. Te ruego que no Me hagas daño. Mejor ruega por él para que pueda arrepentirse y no merezca ir a la eterna condenación sino que sea uno de los míos.
Entonces Jesús me mostró qué tan ardientemente ama a los pecadores. Él me ama a mí como los ama a ellos. Jesús cubre nuestros pecados con los cuales lo estamos lastimando. No me atreveré a cometerlos de nuevo, porque no quisiera causarle dolor. Entendí que en el juicio final, cuando veamos nuestros pecados ya perdonados, seremos resplandecientes a causa del amor de Jesús.

¿Qué piensa Jesús de nuestras acciones?

Un día le pregunté a Jesús qué tenía que hacer para complacerle. Me contestó:
–No importa lo que hagas, si estás sentada o acostada. Tú puedes hacer cualquier cosa. Lo único que importa es que tú estés siempre cerca de Mí y que Me ames. No debes nunca dar un paso lejos de Mí. Dime todo, también tus pensamientos. No dejes de hablarme. Lo único que te pido es que no Me ofendas. Yo haré el resto por ti: también Me encargaré del bienestar material y espiritual de tu familia. Si tú Me amas, tú no necesitas pedirme nada. Tú tienes solamente una tarea: ¡Amarme! Me gustaría que lo entendieras de una vez. Todo lo demás te será dado, mi pobre y preciosa hija.

La confesión

Hay que ir seguido a confesarse. Vi que cuando alguien se está confesando, Jesús abre sus Llagas y su preciosa Sangre fluye de sus heridas, gota a gota, mientras el sacerdote da la absolución.
Jesús me dijo: “Hija mía, ve a confesarte y di algo porque Yo quiero derramar otra vez mi Sangre por la humanidad. Yo pido que se arrepientan”.

Jesús en busca de almas

Una vez me asusté al ver a Jesús vestido como un pordiosero, y le pregunté apenada:
–Mi querido Jesús, ¿dónde estuviste?
–A visitar a mis sacerdotes –me contestó.
–¿Qué es lo que querías de ellos?
–Les pedía almas.
–¿Obtuviste algunas?
–No, ninguna.
–Y, ¿por qué?
–Porque están más preocupados por sí mismos que por salvar almas. Ellos deberían trabajar incansablemente en la salvación de las almas, deberían negarse a sí mismos y dejar toda clase de diversiones, pero no lo hacen, aunque Yo oré por ellos en la cruz: “Padre, en tus manos pongo sus almas, para que ni uno de ellos se pierda”. Hija mía, por favor, reza por ellos día y noche. Cada sacrificio hazlo por mis sacerdotes, para que en el último juicio no estén con las manos vacías, tal como ahora los encontré.

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