Oh, Virgen santísima,
Madre de Cristo y Madre de la Iglesia,
con alegría y admiración
nos unimos a tu Magnificat,
a tu canto de amor agradecido.
Contigo damos gracias a Dios,
“cuya misericordia se extiende
de generación en generación”,
por la espléndida vocación
y multiforme misión de la Iglesia.
Virgen del Magnificat,
llena los corazones de la Iglesia
de reconocimiento y entusiasmo
por su vocación y su misión.
Tú que has sido,
con humildad y magnanimidad,
“la esclava del Señor”,
danos tu misma disponibilidad
para el servicio de Dios
y para la salvación del mundo.
Abre nuestros corazones
a las inmensas perspectivas
del Reino de Dios
y del anuncio del Evangelio
a toda criatura.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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