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viernes, 31 de octubre de 2014

BIEN Y MAL, TERRIBLE DUELO



Escribe, hijo. Padre L. desea hablarte.
Sí, hermano, también yo deseo hablarte.
Todo el bien que un alma en gracia realiza, así como el mal que un pecador hace, es materia del juicio particular y del juicio universal. Si luego el pecador sinceramente se convierte, Dios, justo juez, quemará en su infinita misericordia el mal realizado antes de su conversión.
Hermano mío Don O., estas cosas tú ya las conocías y entonces lógicamente me preguntarás por qué ahora te las estoy diciendo.
Si te las digo es porque son como premisas al mensaje que estoy para darte.
Aquel que ama a Dios con humildad de espíritu y sinceridad de fe, con voluntad de conocerlo y servirlo cada vez mejor, es hecho objeto de todos los dardos de las poten­cias oscuras del infierno.
Los hombres de este siglo materialista, los paganos de esta generación no tienen, ni pueden tener ni la más mí­nima idea de lo que pasa y se desarrolla entre el alma resueltamente fiel a Dios y las potencias oscuras del in­fierno. El mundo, esto es, los que son del mundo y no de Dios, no creen y no pueden creer en el misterioso pero real duelo, siempre en acto entre las almas santas y el in­fierno.

Los buenos son probados en proporción a su bondad

El mundo es de Satanás, que es oscuridad, y no puede producir más que oscuridad en las almas que le tienden a él el oído. El animal, que pertenece a un reino inferior al del hombre, está en la oscuridad de todos los problemas que agitan la mente y el corazón del hombre. El hombre al que Satanás ha destruido la vida sobrenatural en su corazón, pertenece a un reino inferior al que pertenece un hombre en Gracia de Dios, por lo que el hombre que no tiene en sí el Reino de Dios, esto es, la Gracia, ve las cosas, pero sólo en clave natural - esto también se te ha dicho ya en un mensaje precedente - porque un velo misterioso envuelve al alma de los que no están en Gracia de Dios; he aquí porqué muchos Consagrados, sea que estén en la base o en el vértice, no ven el velo que les envuelve el alma, casi siempre es la soberbia, "radix omnium malorum" (raíz de todos los males).
Las hostilidades de las fuerzas del mal están en la medida del avance que el alma hace en la perfección y en la santidad. Las almas buenas son probadas en la medida de su bondad mientras que los indiferentes son dejados sin molestias y los malos son favorecidos en sus cosas materiales por los mismos demonios.
No por esto quiere decir que los demonios quieran a los réprobos, - ellos son incapaces de amor, aún del más tenue acto de amor, - ellos odian ferozmente a todas las almas porque odian a la naturaleza humana que ha hecho posible la Virgen Inmaculada, Cristo Señor y Redentor y a la Iglesia, que forman el epicentro de todo su odio.
Por qué, Don Octavio, los demonios, aun odiando indistintamente a todos los hombres, favorecen en sus aspiraciones humanas a los perversos, por una exigencia de su estrategia y  plan de perdición eterna de las almas, ellos no son pacientes, sino que saben malignamente esperar.
¿Qué importa esconder por algunos años a sí mismos y su odio, con tal de arrancar almas a Dios, a Jesús Redentor y a la Virgen Corredentora, con tal de precipitar al infierno los frutos de su incesante actividad, dirigida toda a esta finalidad?
Hermano mío, D.O., aun habiéndose ya dicho a ti muchas cosas acerca de estos seres inmundos, Yo he considerado oportuno agregar alguna nueva noción sobre su estrategia o táctica usada en su pérfida actividad.
Jesús obra en la luz y con el amor, los demonios obran en las tinieblas y siempre animados por el odio. Luz y tinie­blas están frente a frente; vida y muerte en un prodigioso duelo se han enfrentado y se enfrentan, porque la Reden­ción está en acto.

El rechazo de Dios

En la Iglesia nueva se deberá hablar mucho de cuanto te he dicho, dada la incredulidad de este siglo que se ha hecho pagano, que como justamente te ha sido dicho "de todo ha hecho Dios, menos de Dios".
Este horrible pe­cado del rechazo de Dios que no tiene precedentes por su extensión y gravedad, será borrado de la faz de la tierra con un rigor tal, también sin precedentes en la historia del género humano.
D. Octavio, te he hablado de enfrentamiento y de ás­pero conflicto; esto podría llevarte a pensar casi en una paridad de las dos partes, pero no es así, ninguno sea tentado de poner sobre un mismo plano a las dos par­tes opuestas. Dios es infinitamente más grande que el enemigo suyo y nuestro. Dios podría destruir a su adversario, valiéndose de su Omnipotencia así como de su Omnipoten­cia se ha valido para su creación.
¿Por qué no lo hace entonces?
Porque esto no entra en el plano de su Providencia Divina. Ab aeterno sabía que, creando a los Ángeles y crean­do a la humanidad ocurriría el gran desafío y la increíble rebelión de una y de la otra naturaleza. Dios no quita jamás lo que Él da. A la naturaleza angélica y a la naturaleza humana ha dado, entre otros dones, el don de la libertad, - responsabilizando así a una y otra naturaleza; en otras palabras nada ha quitado sea a la naturaleza angélica o a la humana.
¿Y los dones preternaturales y sobrenaturales  regalados a la naturaleza humana?
Hermano, no fueron quitados por Dios, sino destruidos por el pecado.
Pon mucha atención, hermano; aun antes de que nuestros progenitores fueran llamados por Dios para dar razón de su desobediencia, se dieron cuenta de que estaban desnudos, esto es, un instante después de su pecado, y cuando Dios los llamó, tuvieron vergüenza; cayeron en la cuenta de haber destruido su vestidura nupcial, cándida e inmaculada, no retirada por Dios sino abrasada por la concupiscencia del espíritu y de la carne. Esta es la historia que se repite en cada alma cada vez que peca mortalmente. Es el pecado lo que obra nuestra ruina, es sólo y siempre el pecado de­liberadamente querido y conscientemente consumado.
A la naturaleza angélica, puesto que es más perfecta y potente que la naturaleza humana, no le fue dada la po­sibilidad de arrepentimiento y por lo tanto de regenerarse.

Diversas artes y estrategias de los demonios

La Redención es para todos los hombres, hecha excepción de aquellos que deliberadamente la rechazan.
Las po­tencias oscuras del mal, - envidiosas y celosas y llenas de rabia, - por no haber tenido lo que sí se ha concedido a los hombres de buena voluntad, - usan los dones con los que han sido dotados, de inteligencia y de voluntad para seducir al hom­bre, y para involucrarlo en su misma suerte desespera­da.
En ésta su nefasta actividad usan artes y estrategias diversas, según las circunstancias.
He aquí porqué con las almas elegidas, todas dirigidas hacia Dios usan el choque frontal y al descubierto. Todos los santos conocen y han conocido esta tremenda lucha; nunca por sí solos hubieran podido salir de ella victoriosos, sin una particular ayuda de lo alto. Con las almas buenas se limitan a acciones de molestia, de tentacio­nes aún violentas, con los perversos la táctica es la de favorecerlos en todas sus aspiraciones humanas, reservándose para después desfogar su sádico odio, en el momento en el que están seguros que esas almas les pertenecen ya para siempre a ellos.
Hermano Don O., ánimo. Él jamás abandona a quien en Él espera, cree y confía.
Dios te bendiga ahora y siempre.
Padre L.
(“Confidencias de Jesús a un Sacerdote” 18/MAY/1977 - P. Michelini)

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