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viernes, 24 de octubre de 2014

Lecturas del Sábado de la 29ª semana del Tiempo Ordinario



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Sábado, 25 de octubre de 2014

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,7-16):

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor

Palabra de Dios

Salmo

Sal 121,1-2.3-4a.4b-5

R/.
 Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron: 
«Vamos a la casa del Señor»! 
Ya están pisando nuestros pies 
tus umbrales, Jerusalén. R/. 

Jerusalén está fundada 
como ciudad bien compacta. 
Allá suben las tribus, 
las tribus del Señor. R/. 

Según la costumbre de Israel, 
a celebrar el nombre del Señor; 
en ella están los tribunales de justicia, 
en el palacio de David. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. 
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.» 
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas."»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del sábado, 25 de octubre de 2014

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Alejandro J. Carbajo, cmf
Queridos amigos, paz y bien.
No somos quién para juzgar a los demás. Los judíos del relato evangélico de hoy lo hicieron, porque se pensaban mejores. Hay mucha gente así. Pero Dios es amor, no es vengativo. Tiene paciencia, agota los plazos más de lo que a algunos les gustaría. Queremos que todo se resuelva de repente, que se acaben los malos y que todo sea como debería ser. Hasta los Apóstoles querían lanzar fuego desde el cielo, para acabar con las ciudades que no recibían a Jesús.
Pero no todo es tan fácil. Es necesario tiempo, hasta que todo encaje en su lugar, hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud, como nos dice san Pablo. Y cada uno tiene su ritmo, unos están preparados antes, otros después. Algunos, por desgracia, nunca. Se trata de ofrecer, nunca de imponer.
El viñador pide una prórroga, para poner especial atención en la higuera sin fruto. La vida no cambia de golpe, necesita tiempo para madurar. Se trata de tener una actitud de espera positiva, viendo las cosas con los ojos de Dios, y poniendo de nuestra parte todo. Se trata de cavar y echar abono. Leer cosas – espirituales –, rezar, visitar alguna iglesia, frecuentar los sacramentos, darle tiempo a Dios. Y es importante recordar que su paciencia es grande, pero tiene su límite. Hay que dar fruto, para que no nos corten. Necesitamos aprovechar las oportunidades, recibir todo lo que Dios nos da, y responder en la medida de nuestras posibilidades.
Termina la vigésimo novena semana del tiempo ordinario. Y lo hace en la clave que hemos podido reflexionar durante toda la semana: estar preparado, dar fruto. Merece la pena. Ojalá podamos vivir en esta perspectiva, siempre buscando cómo crecer en la vida espiritual. Para que no nos corten.
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

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