Son pequeños detalles que harían un cambio, transformarían nuestra forma de ver el
mundo, de hacerlo todo, por ejemplo decir "Dios te bendiga"
© Pete Pahham/SHUTTERSTOCK
Suelo recibir emails de mis lectores, agradeciendo el bien que les hizo uno de mis libros. A todos, sin excepción los remito al autor de esas bendiciones… a nuestro Señor en el sagrario.
Yo escribo, es Él quien toca los corazones y los cambia. Es Él quien nos llena de esperanza y nos anima a continuar.
En estos días recibí un correo un poco diferente, era de una joven que me confiaba: “Se burlan de mí, porque voy a misa”. La animé a seguir adelante y ser ejemplo.
Me pareció un gesto tan hermoso, su perseverancia, sufrir por seguir a nuestro buen Jesús. Convertirnos en un signo de esperanza, un pequeño rayo de luz entre tanta oscuridad.
Y pensé en aquellas cosas que Dios me pide y por vergüenza o por miedo no me atrevo a hacer.
Son pequeños detalles que harían un cambio, transformarían nuestra forma de ver el mundo, de hacerlo todo. Y ayudarían a otros a reconocer que no estamos solos. Que Dios habita en nosotros, que somos sus hijos y nos ama.
“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto”. (Rm 12,2)
A veces cuesta hacer la voluntad de Dios. Te compartiré tres de tantas ocasiones…
1) BENDECIR
Estamos llamados a bendecir. Con tanta frecuencia lo olvido y hago lo contrario. ¿Cuántas veces ha salido de tu corazón ese hermoso: “Dios te bendiga”? Me he propuesto hacerlo, cada vez que pueda.En lugar de un simple “Gracias”, añadiré una bendición.
Me tocó probar en el banco. Cuando hice mi transacción tomé uno de mis libritos y le escribí a la cajera: “Dios te bendiga”. Se lo entregué, leyó la dedicatoria, sonrió y me dijo: “Gracias. Dios te bendiga”. Fue genial. Por un breve instante Dios se hizo presente en su vida.
¿Cómo puede esto cambiar el mundo? No lo sé con certeza. Pero sí sé que tu bendición no será en vano. ¿Te gustaría intentarlo?
2) PERDONAR Y PEDIR PERDÓN
Esta mañana salí al patio interior de mi casa. Me gusta sentarme allí y reflexionar. Pienso muchas cosas. Por algún motivo pensé en el tiempo de nuestras vidas que perdemos al no perdonar. Damos vueltas pensando en aquél que nos hizo daño, llenando nuestros corazones de odio, malgastando minutos preciosos.
Cuando no perdonas, sacas a Dios de tu vida y te pierdes un maravilloso tesoro. Dios es amor, por tanto, estás llamado al amor.
Perdonar es una gran medicina. A veces cuesta tomarla, parece un poco amarga. Pero cura de verdad! Cada vez que he perdonado me siento mejor, feliz, cerca de Dios. Y cada vez que pido perdón (lo cual ocurre a menudo) me parece que el buen Jesús nos mira complacido.
Por algo importante Jesús lo incluyó en el Padre Nuestro.
3) HABLAR DE DIOS
Hace unos días estuve en una reunión y de pronto pensé: “Nadie ha mencionado a Dios”. Cuesta hablar de Él porque crees que te verían diferente, como esa joven que va a misa diaria y se burlan de ella.
Rompí el silencio y al final todos terminaron contando sus experiencias con Dios. Fue una velada muy agradable.
Hablar de Dios fue uno de los motivos por los que fundé mi editorial, Ediciones Anab. Ocurrió una noche de verano, hace 12 años. Una amiga del Movimiento de los Focolares me invitó a ver un video en el que Chiara Lubich, su fundadora, hablaría con un grupo de jóvenes artistas.
Recuerdo las palabras de Chiara:
“Donde quiera que vayan hablen de Dios, en sus reuniones, en la radio. Escriban de Dios, no tengan miedo de mencionar su nombre. Que Dios vuelva a estar de moda”.
Chiara tenía razón. Algo debíamos hacer y me senté a escribir mis primeros libros.
La experiencia de Dios es maravillosa, descubrirlo en nuestras vidas lo cambia todo. Vale la pena hablar de Dios, vivir en su presencia.
Trato de hacerlo, hablo de Dios en todas las ocasiones que puedo.
Cada vez que viajo con mi familia, visito alguna Iglesia, para hablar con Jesús, luego, busco una emisora de radio para hablar de Jesús.
Yo escribo, es Él quien toca los corazones y los cambia. Es Él quien nos llena de esperanza y nos anima a continuar.
En estos días recibí un correo un poco diferente, era de una joven que me confiaba: “Se burlan de mí, porque voy a misa”. La animé a seguir adelante y ser ejemplo.
Me pareció un gesto tan hermoso, su perseverancia, sufrir por seguir a nuestro buen Jesús. Convertirnos en un signo de esperanza, un pequeño rayo de luz entre tanta oscuridad.
Y pensé en aquellas cosas que Dios me pide y por vergüenza o por miedo no me atrevo a hacer.
Son pequeños detalles que harían un cambio, transformarían nuestra forma de ver el mundo, de hacerlo todo. Y ayudarían a otros a reconocer que no estamos solos. Que Dios habita en nosotros, que somos sus hijos y nos ama.
“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto”. (Rm 12,2)
A veces cuesta hacer la voluntad de Dios. Te compartiré tres de tantas ocasiones…
1) BENDECIR
Estamos llamados a bendecir. Con tanta frecuencia lo olvido y hago lo contrario. ¿Cuántas veces ha salido de tu corazón ese hermoso: “Dios te bendiga”? Me he propuesto hacerlo, cada vez que pueda.En lugar de un simple “Gracias”, añadiré una bendición.
Me tocó probar en el banco. Cuando hice mi transacción tomé uno de mis libritos y le escribí a la cajera: “Dios te bendiga”. Se lo entregué, leyó la dedicatoria, sonrió y me dijo: “Gracias. Dios te bendiga”. Fue genial. Por un breve instante Dios se hizo presente en su vida.
¿Cómo puede esto cambiar el mundo? No lo sé con certeza. Pero sí sé que tu bendición no será en vano. ¿Te gustaría intentarlo?
2) PERDONAR Y PEDIR PERDÓN
Esta mañana salí al patio interior de mi casa. Me gusta sentarme allí y reflexionar. Pienso muchas cosas. Por algún motivo pensé en el tiempo de nuestras vidas que perdemos al no perdonar. Damos vueltas pensando en aquél que nos hizo daño, llenando nuestros corazones de odio, malgastando minutos preciosos.
Cuando no perdonas, sacas a Dios de tu vida y te pierdes un maravilloso tesoro. Dios es amor, por tanto, estás llamado al amor.
Perdonar es una gran medicina. A veces cuesta tomarla, parece un poco amarga. Pero cura de verdad! Cada vez que he perdonado me siento mejor, feliz, cerca de Dios. Y cada vez que pido perdón (lo cual ocurre a menudo) me parece que el buen Jesús nos mira complacido.
Por algo importante Jesús lo incluyó en el Padre Nuestro.
3) HABLAR DE DIOS
Hace unos días estuve en una reunión y de pronto pensé: “Nadie ha mencionado a Dios”. Cuesta hablar de Él porque crees que te verían diferente, como esa joven que va a misa diaria y se burlan de ella.
Rompí el silencio y al final todos terminaron contando sus experiencias con Dios. Fue una velada muy agradable.
Hablar de Dios fue uno de los motivos por los que fundé mi editorial, Ediciones Anab. Ocurrió una noche de verano, hace 12 años. Una amiga del Movimiento de los Focolares me invitó a ver un video en el que Chiara Lubich, su fundadora, hablaría con un grupo de jóvenes artistas.
Recuerdo las palabras de Chiara:
“Donde quiera que vayan hablen de Dios, en sus reuniones, en la radio. Escriban de Dios, no tengan miedo de mencionar su nombre. Que Dios vuelva a estar de moda”.
Chiara tenía razón. Algo debíamos hacer y me senté a escribir mis primeros libros.
La experiencia de Dios es maravillosa, descubrirlo en nuestras vidas lo cambia todo. Vale la pena hablar de Dios, vivir en su presencia.
Trato de hacerlo, hablo de Dios en todas las ocasiones que puedo.
Cada vez que viajo con mi familia, visito alguna Iglesia, para hablar con Jesús, luego, busco una emisora de radio para hablar de Jesús.
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