Manifestación del Verbo de Dios a los hombres, 25 de diciembre
Autor: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra la manifestación del Verbo de Dios a los hombres. En efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa) (Liber Sacramentorum).
Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno "Natalis solis invicti", esto es, el nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más large del año, readquiría nuevo vigor.
Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentída por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al Niño Jesús.
En oriente se celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir "manifestación", después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25 de diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San Juan Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la fiesta de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano.
Los textos de la liturgia navideña, formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima Virgen María.
La seriedad de la Navidad
¿Castañuelas, panderetas? ¡Bien! Pero no olvidemos que Dios, cuando comience a hablar nos va a pedir: Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme.
Autor: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net
En general, la Navidad toma la encarnación del Verbo de Dios en la parte más descomprometida e infantil. Es un niño quien ha nacido. Y un niño no dice cosas serias. Este Niño Dios no ha dicho todavía “Sed perfectos”, ni “sepulcros blanqueados”, ni “vende tus bienes y sígueme” ni “Yo soy la Verdad y la Luz”. Todavía está callado este niño. Y nos aprovechamos de su silencio para comprarle el Amor barato, a precio de villancicos y panderetas.
En esa Nochebuena no intuimos el tremendo compromiso que adquirimos los humanos. Como es un Niño el que nos ha nacido, no percibimos la Ley y el Compromiso serio, que nos trae debajo de su débil brazo. En torno a un niño todo parece ser cosa de juego y de algarabía. ¿También con el Niño Dios?
A qué nos compromete la Encarnación del Hijo de Dios? ¿Qué nos quiere decir a nosotros hoy la Encarnación?
A Belén se acercarán este año:
- El Papa, llevándole a Jesús todas las luces y sombras, las alegrías y las tristezas de la Iglesia.
- Los obispos y sacerdotes de todo el mundo, llevando a sus espaldas sus diócesis y parroquias, sus movimientos y grupos, para regalárselos a Jesús.
- Religiosos y religiosas, con sus corazones consagrados y sus ansias de seguirle en pobreza, castidad y obediencia.
- Misioneros y misioneras, dispuestas a aprender las lecciones de esa cátedra de Belén.
- Laicos, admirados o indiferentes, despiertos y somnolientos, santos y pecadores, sanos y enfermos, jóvenes y adultos, niños y ancianos.
¿Entenderemos todos lo que allí, en Belén, se juega? ¿Nacerá en cada uno de nosotros, ese Niño Dios?
Navidad no son las luces de colores, ni las guirnaldas que adornan las puertas y ventanas de las casas, ni las avenidas engalanadas, ni los árboles decorados con cintas y bolas brillantes, ni la pólvora que ilumina y truena.
Navidad no son los almacenes en oferta. Navidad no son los regalos que demos y recibimos, ni las tarjetas que enviamos a los amigos, ni las fiestas que celebramos. Navidad no son Papá Noel, ni santa Claus, ni los Reyes Magos que traen regalos. Navidad no son las comidas especiales. Navidad no es ni siquiera el pesebre que construimos, ni la novena que rezamos, ni los villancicos que cantamos alegres.
Navidad es Dios que se hace hombre como nosotros porque nos ama y nos pide un rincón de nuestro corazón para nacer. Por eso, ser hombre es tremendamente importante, pues Dios quiso hacerse hombre. Y hay que llevar nuestra dignidad humana como la llevó el Hijo de Dios Encarnado. Por eso, Navidad es tremendamente exigente porque Dios pide a gritos un hueco limpio en nuestra alma para nacer un año más. ¿Se lo daremos?
Navidad es una joven virgen que da a luz al Hijo de Dios. Por eso, dar a luz es tremendamente importante a la luz de la Encarnación, porque Dios quiso que una mujer del género humano le diese a luz en una gruta de Belén. Tener un hijo es tremendamente comprometedor, pues Jesús fue dado a luz por María. No es lo mismo tener o tener un hijo; no es lo mismo querer tenerlo o no tenerlo. Navidad invita al don de la vida, no a impedir la vida.
Navidad es un niño pequeño recostado en un pesebre. Por eso es tan tremendamente importante ser niño, y niño inocente, al que debemos educar, cuidar, tener cariño, darle buen ejemplo, alimentarle en el cuerpo y en el alma…como hizo María. Y no explotar al niño, y no escandalizar a los niños, y no abofetear a los niños, y no insultar a los niños.
Navidad son ángeles que cantan y traen la paz de los cielos a la tierra. Por eso, es tremendamente importante hacer caso a los ángeles, no jugar con ellos a supersticiones y malabarismos mágicos, sino encomendarles nuestra vida para que nos ayuden en el camino hacia el cielo y hacerles caso a sus inspiraciones. Por eso es tremendamente importante ser constructores de paz y no fautores de guerras.
Navidad son pastores que se acercan desde su humildad, limpieza y sencillez. Por eso, es tremendamente importante que no hagamos discriminaciones a nadie, y que si tenemos que dar preferencia a alguien que sean a los pobres, humildes, ignorantes. Quien se toma en serio la Encarnación del Hijo de Dios tiene que dar cabida en su corazón a los más desvalidos de la sociedad, pues de ellos es el Reino de los cielos.
Navidad es esa estrella en mi camino que luce y me invita a seguirla, aunque tenga que caminar por desiertos polvorientos, por caminos de dudas cuando desaparece esa estrella. La Encarnación me compromete tremendamente a hacer caso a todos esos signos que Dios me envía para que me encamine hacia Belén, siguiendo el claroscuro de la fe.
Navidad es anticipo de la Eucaristía, porque allí, en Belén, hay sacrificio y ¡cuán costoso!, y banquete de luz y virtudes, y ¡cuán surtidas las virtudes de Jesús que nos sirve desde el pesebre: humildad, obediencia, pureza, silencio, pobreza…; y las de María: pureza, fe, generosidad…y las de José: fe, confianza y silencio!, y Belén es, finalmente, presencia que consuela, que anima y que sonríe. Belén es Eucaristía anticipada y en germen. Belén es tierra del pan…y ese pan tierno de Jesús necesitaba cocerse durante esos años de vida oculta y pública, hasta llegar al horno del Cenáculo y Calvario. Y hasta nosotros llega ese pan de Belén en cada misa. Y lo estamos celebrando en este año dedicado a la Eucaristía.
Navidad es ternura, bondad, sencillez, humildad. Por eso, meterse en Belén es tremendamente comprometedor, pues Dios Encarnado sólo bendice y sonríe al humilde y sencillo de corazón.
Navidad es una luz en medio de la oscuridad. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos ciega por tanta luz y disipa toda nuestras zonas oscuras. Meterse en el portal de Belén es comprometerse a dejarse iluminar por esa luz tremenda y purificadora.
Navidad es esperanza para los que no tienen esperanza. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos lanza a la esperanza en ese Dios Encarnado que nos viene a dar el sentido último de nuestra vida humana.
Navidad es entrega, don, generosidad. Dios Padre nos da a su Hijo. María nos ofrece a su Hijo. Por eso, quien medita en la Encarnación no puede tener actitudes tacañas.
Navidad es alegría para los tristes, es fe para los que tienen miedo de creer, es solidaridad con los pobres y débiles, es reconciliación, es misericordia y perdón, es amor para todos. ¿Entendemos el tremendo compromiso, si entramos en Belén?
Ya desde el pesebre pende la cruz. Es más, el pesebre de Belén y la cruz del Calvario están íntimamente relacionados, profundamente unidos entre sí. El pesebre anuncia la cruz y la cruz es resultado y producto, fruto y consecuencia del pesebre. Jesús nace en el pesebre de Belén para morir en la cruz del Calvario. El niño débil e indefenso del pesebre de Belén, es el hombre débil e indefenso que muere clavado en la cruz.
El niño que nace en el pesebre de Belén, en medio de la más absoluta pobreza, en el silencio y la soledad del campo, en la humildad de un sitio destinado para los animales, es el hombre que muere crucificado como un blasfemo, como un criminal, en la cruz destinada para los esclavos, acompañado por dos malhechores.
En su nacimiento, Jesús acepta de una vez y para siempre la voluntad de Dios, y en el Calvario consuma y realiza plenamente ese proyecto del Padre.
¡Qué unidos están Belén y Calvario!
El pesebre es humildad; la cruz es humillación. El pesebre es pobreza; la cruz es desprendimiento de todo, vaciamiento de sí mismo. El pesebre es aceptación de la voluntad del Padre; la cruz es abandono en las manos del Padre. El pesebre es silencio y soledad; la cruz es silencio de Dios, soledad interior, abandono de los amigos. El pesebre es fragilidad, pequeñez, desamparo; la cruz es sacrificio, don de sí mismo, entrega, dolor y sufrimiento.
Ahora sí hemos vislumbrado un poco más el misterio de Belén, el misterio de la Navidad, el misterio de este Dios Encarnado.
¿Castañuelas, panderetas y zambombas? ¡Bien! Pero no olvidemos el compromiso serio de este Dios Encarnado…pues en cuanto comience a hablar nos va a pedir: “Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. Entonces nos darán ganas de tirar a una esquina la pandereta, las castañuelas y comenzar a escuchar a ese Dios Encarnado que por amor a nosotros toma la iniciativa de venir a este mundo, para enseñarnos el camino del bien, del amor, de la paz y de la verdadera justicia.
Terminemos con una oración:
“Niño del pesebre, pequeño Niño Dios, hermano de los hombres. El alma se me llena de ternura y el corazón de dicha, cuando te veo así, pequeño, pobre y humilde, débil e indefenso, recostado en las pajas del pesebre.
Enséñame, Jesús, a apreciar lo que vale tu dulce encarnación. Ayúdame a comprender el profundo sentido de tu presencia entre nosotros. Haz que mi corazón sienta la grandeza de tu generosidad, la profundidad de tu humildad, la maravilla de tu bondad y de tu amor salvador”.
- Preguntas o comentarios al autor
- P. Antonio Rivero LC
400 Respuestas a preguntas sobre la doctrina católica (Navidad)
400 respuestas del P. Loring presentadas en breves publicaciones semanales. Especial de Navidad
Autor: P. Jorge Loring | Fuente: Catholic.net // Editorial Spiritus Media
Acogiendo algunas sugerencias reproducimos a continuación las respuestas que en su momento dio el Padre Loring sobre el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, -respuestas que ya fueron publicadas en esta serie-, creando así una edición especial de esta serie muy válida para estas fechas.
86. VERBO - PALABRA
No entiendo por qué se dice de Jesús que es la palabra. Sé que en el Evangelio de San Juan se le llama así, y que estaba junto al Padre desde el principio, ¿pero qué significa realmente? Tampoco entiendo por qué se dice que Jesús es el Verbo.
Verbo=Palabra. Verbo en latín. Palabra en español.
A la segunda persona de la Santísima Trinidad se le llama palabra porque brota del Padre como la palabra del pensamiento.
Verbo=Palabra. Verbo en latín. Palabra en español.
A la segunda persona de la Santísima Trinidad se le llama palabra porque brota del Padre como la palabra del pensamiento.
87. "ENGENDRADO, NO CREADO"
Querido Padre Loring: No entiendo eso del Credo "engendrado, no creado".
Creado es algo que empieza a existir. Supone un antes y un después. Y la segunda Persona de la Santísima Trinidad es eterna, no ha empezado nunca. Por eso decimos que no fue creada, sino engendrada, lo cual no supone un antes y un después.
Un padre empieza a ser padre en cuanto aparece el hijo. No hay padre si no hay hijo. La paternidad y la filiación aparecen simultáneamente.
Yo suelo poner este ejemplo: Si en un cuarto oscuro yo pongo mi mano veinte centímetros sobre una mesa y enciendo una luz, aparecen simultáneamente mi mano y su sombra. La mano engendra la sombra, y la sombra es simultánea a la aparición de mi mano.
Creado es algo que empieza a existir. Supone un antes y un después. Y la segunda Persona de la Santísima Trinidad es eterna, no ha empezado nunca. Por eso decimos que no fue creada, sino engendrada, lo cual no supone un antes y un después.
Un padre empieza a ser padre en cuanto aparece el hijo. No hay padre si no hay hijo. La paternidad y la filiación aparecen simultáneamente.
Yo suelo poner este ejemplo: Si en un cuarto oscuro yo pongo mi mano veinte centímetros sobre una mesa y enciendo una luz, aparecen simultáneamente mi mano y su sombra. La mano engendra la sombra, y la sombra es simultánea a la aparición de mi mano.
88. EL HIJO DEL HOMBRE
Buenas tardes, Padre Loring. Me gustaría, si fuera posible, que me explicara a qué persona se refería Jesús cuando le dijo a Judas: "¿Con un beso traicionas al Hijo del Hombre". ¿Jesús se refiere a Él como el Hijo del Hombre?
Jesús solía darse a sí mismo el nombre de "El Hijo del Hombre" porque así se nombraba al Mesías en el Antiguo Testamento.
Jesús solía darse a sí mismo el nombre de "El Hijo del Hombre" porque así se nombraba al Mesías en el Antiguo Testamento.
89. LA FECHA DEL NACIMIENTO DE JESUCRISTO
Siempre se ha dicho que el nacimiento de Cristo divide la historia en dos partes: antes y después de Él. Ahora dicen que Cristo no nació hace dos mil años, sino antes. ¿En qué quedamos?
Que el nacimiento de Cristo divide la historia en dos partes es verdad. Este cálculo lo hizo Dionisio el Exiguo sustituyendo la numeración de entonces que partía de la fundación de Roma. Pero se equivocó en seis años.
Que el nacimiento de Cristo divide la historia en dos partes es verdad. Este cálculo lo hizo Dionisio el Exiguo sustituyendo la numeración de entonces que partía de la fundación de Roma. Pero se equivocó en seis años.
"Jesús no nació, como suele decirse, en el año primero de la Era Cristiana. El sabio benedictino Dionisio el Exiguo, que en el año 533 empezó por vez primera a contar los años a partir del nacimiento del Señor, sustituyendo la antigua numeración que partía de la fundación de Roma, se equivocó en 6 años" [30]. Él hizo coincidir el 1 de enero el año uno, con el 10 de enero del año 754 de la fundación de Roma, en vez de escoger el 748 que hoy se considera como exacto.
Por lo tanto, debemos colocar el nacimiento de Cristo seis años antes de la Era Cristiana. Según los historiadores, Herodes el Grande murió el año 4 antes de nuestra Era. Como él mandó matar los niños de Belén menores de dos años, podemos suponer que Jesús nació dos años antes, es decir, el 6 antes de nuestra Era [31].
Esto se confirma porque según el matemático y astrónomo Kepler, el año del nacimiento de Cristo, hubo una conjunción de Júpiter y Saturno [32], es decir, se pusieron uno detrás del otro, lo cual provoca una luz intensa, muy visible en el firmamento estrellado y a la altura de las palmeras.
¿Sería esto la estrella de Belén? En el crepúsculo, la intensa luz podía verse al mirar hacia el Sur, de modo que los Magos de Oriente, al caminar de Jerusalén a Belén, la tenían enfrente. Esta conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, visible claramente en el área mediterránea, en la fecha del nacimiento de Jesús, está confirmada por una tablilla babilónica de arcilla que actualmente está en el Museo Estatal de Berlín.
Fue descubierta en 1925, por el erudito alemán P. Schnabel que descifró anotaciones neobabilonias de escritura cuneiforme acuñadas en una tabla encontrada entre las ruinas de un antiguo templo del sol, en la escuela de astrología de Sippar, antigua ciudad que se encontraba en la confluencia del Tigris y el Eufrates, a unos cien kilómetros al norte de Babilonia [33]. En ellas se hace mención a esta conjunción de Júpiter y Saturno el año del nacimiento de Cristo [34].
El P. Severiano del Páramo, S.I., Profesor de Sagrada Escritura en la Universidad de Comillas (Santander), opina que la estrella de Belén fue un meteoro luminoso creado por Dios para este fin [35].
Según el teólogo Pedro de Felipe del Rey la llamada "estrella de los Magos" fue un ángel luminoso que se apareció a los Magos lo mismo que a los pastores de Belén [36].
Del día del año del nacimiento de Jesús no nos dicen nada los Evangelios, pero desde el siglo I se celebra el 25 de diciembre [37]. La historicidad de esta fecha está confirmada por un documentado estudio de Tommaso Federici, Profesor de Teología Bíblica [38]. Sin embargo, lo que celebramos el 25 de diciembre es el acontecimiento del nacimiento del Señor, aunque para la fecha se eligiera una fiesta ya establecida.
Jesús nació en Belén, pues el censo de Quirino mandó que todos se empadronaran en su lugar de origen, y tanto María como José eran oriundos de Belén, la ciudad de David.
Con el nombre de "Censo de Quirino" se incluía en aquel tiempo una porción de censos anteriores que culminaron en el de Quirino, como nos explicó el Profesor Joaquín González Echegaray, del Instituto Español Bíblico y Arqueológico de Jerusalén, en un cursillo sobre el Evangelio de San Lucas en el Seminario de Monte Corbán de Santander, en Julio de 1995.
Por lo tanto, debemos colocar el nacimiento de Cristo seis años antes de la Era Cristiana. Según los historiadores, Herodes el Grande murió el año 4 antes de nuestra Era. Como él mandó matar los niños de Belén menores de dos años, podemos suponer que Jesús nació dos años antes, es decir, el 6 antes de nuestra Era [31].
Esto se confirma porque según el matemático y astrónomo Kepler, el año del nacimiento de Cristo, hubo una conjunción de Júpiter y Saturno [32], es decir, se pusieron uno detrás del otro, lo cual provoca una luz intensa, muy visible en el firmamento estrellado y a la altura de las palmeras.
¿Sería esto la estrella de Belén? En el crepúsculo, la intensa luz podía verse al mirar hacia el Sur, de modo que los Magos de Oriente, al caminar de Jerusalén a Belén, la tenían enfrente. Esta conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, visible claramente en el área mediterránea, en la fecha del nacimiento de Jesús, está confirmada por una tablilla babilónica de arcilla que actualmente está en el Museo Estatal de Berlín.
Fue descubierta en 1925, por el erudito alemán P. Schnabel que descifró anotaciones neobabilonias de escritura cuneiforme acuñadas en una tabla encontrada entre las ruinas de un antiguo templo del sol, en la escuela de astrología de Sippar, antigua ciudad que se encontraba en la confluencia del Tigris y el Eufrates, a unos cien kilómetros al norte de Babilonia [33]. En ellas se hace mención a esta conjunción de Júpiter y Saturno el año del nacimiento de Cristo [34].
El P. Severiano del Páramo, S.I., Profesor de Sagrada Escritura en la Universidad de Comillas (Santander), opina que la estrella de Belén fue un meteoro luminoso creado por Dios para este fin [35].
Según el teólogo Pedro de Felipe del Rey la llamada "estrella de los Magos" fue un ángel luminoso que se apareció a los Magos lo mismo que a los pastores de Belén [36].
Del día del año del nacimiento de Jesús no nos dicen nada los Evangelios, pero desde el siglo I se celebra el 25 de diciembre [37]. La historicidad de esta fecha está confirmada por un documentado estudio de Tommaso Federici, Profesor de Teología Bíblica [38]. Sin embargo, lo que celebramos el 25 de diciembre es el acontecimiento del nacimiento del Señor, aunque para la fecha se eligiera una fiesta ya establecida.
Jesús nació en Belén, pues el censo de Quirino mandó que todos se empadronaran en su lugar de origen, y tanto María como José eran oriundos de Belén, la ciudad de David.
Con el nombre de "Censo de Quirino" se incluía en aquel tiempo una porción de censos anteriores que culminaron en el de Quirino, como nos explicó el Profesor Joaquín González Echegaray, del Instituto Español Bíblico y Arqueológico de Jerusalén, en un cursillo sobre el Evangelio de San Lucas en el Seminario de Monte Corbán de Santander, en Julio de 1995.
90. LOS NOMBRES DE JESÚS
Buenos días, Padre. ¿Me podría decir la diferencia entre Cristo, Jesucristo, y Jesús? Gracias, y que Dios lo siga bendiciendo.
Los tres son el mismo. Jesús es abreviatura de Jesucristo; y Cristo es lo mismo que Mesías. Como Jesús era el Mesías le llamamos Jesucristo.
Los tres son el mismo. Jesús es abreviatura de Jesucristo; y Cristo es lo mismo que Mesías. Como Jesús era el Mesías le llamamos Jesucristo.
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NOTAS
[30] VITTORIO MESSORI: Hipótesis sobre Jesús, IV, 11. Ed. Mensajero. Bilbao. 1978.
[31] JUAN MANUEL IGARTUA, S.I.: Los Evangelios ante la Historia, I, 12, b. Ed. Acervo. Barcelona.
[32] RICARDO MORENO: Historia breve del universo, I, 1. Ed. Rialp. Madrid. 1998.
[33] ZENIT: Noticias del Vaticano en INTERNET (ZE-980104-3).
[34] CÉSAR VIDAL: Enigmas de la Historia. en INTERNET.
[35] JOSÉ MARÍA RIAZA, S.I.: La Iglesia en la Historia de la Ciencia, 2ª, XI, 5. Ed. BAC. Madrid.
[36] PEDRO DE FELIPE DEL REY: Jesús de Nazaret, Apéndice, II. Ed. Grafisnes. Madrid. 2000.
[37] JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO: Vida y misterio de Jesús de Nazaret, VI, 7. Ed. Sígueme. Salam.
[38] Revista 30 DÍAS: Año XIX – no. 11 del 2000.
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