dolcacatalunya.com
el 25 ENERO, 2015 • ( 3 )
Luís Petit Gralla vuelve de Perú unos días para contarnos lo que realmente vale la pena.
Poco se sabe en Cataluña de los catalanes que un día lo dejaron todo y se fueron muy lejos para anunciar al mundo que Dios les ama, y ayudarles a ser artífices de su propia salvación. Cuando el comisario Mikimoto viaja por el mundo a nuestra costa en nombre de TV3 es para hacer propaganda delprusés y su ideología. Para demasiados catalanes la única realidad que existe es la que ven en TV3 y los medios subvencionados, infestada de política. Y allí no hay amor, no hay entrega, no hay solidaridad, no hay felicidad, no hay paz. Casi siempre hay, sobre todo, propaganda ideológica. Por eso en DC nos gustan los misioneros. Muchas veces representan lo contrario de lo que aquí nos venden como importante o exitoso; nos recuerdan que el amor sin límite todavía es posible en el mundo.
Por eso sobrecogió escuchar al gran Petit, padrecito Luis, en el concurridísimo auditorio de las Teresianas. Con alegres anécdotas y alguna foto nos contó que vive en la selva del Perú y se encarga de una parroquia en la provincia Mariscal de Cáceres. La ciudad prinipal es Juanjuí, pero esparcidas por decenas de pueblos viven más de 60.000 almas. Las casas son cobertizos de madera con suelo de barro, y las calles se vuelven intransitables en época de lluvias.
El joven padre Luis recorre su parroquia a caballo, en canoa, andando o en coche, bautizando (más de 500 este año), enseñando con cariño e impartiendo los sacramentos. Y, sobre todo, queriendo a sus feligreses. Sin luz, sin agua, con una linterna siempre encima, va por los pueblitos sirviendo a los campesinos y levantando capillas a San Juan Pablo II o al santo de la devoción local; si hace falta dinero para mantener la parroquia, planta cacao y plátano. O se lo pide a sus amigos de la Fundación Loreto Sullá, como hizo el pasado viernes en Barcelona. Quizás algún dolço se anime también a ayudar al padre Luis, misionero en la selva peruana. No importa cuánto; importa para qué. Y es para bien.
Gracias, padre Luis, uno de nuestros mejores. Gracias por recordarnos que no hay mejor manera de ser hombre que entregar la vida al prójimo por amor de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario