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sábado, 24 de enero de 2015

HOMILÍA DEL VIERNES: IR A CONFESAR ES IR A ENCONTRAR AL PADRE QUE PERDONA, OLVIDA Y HACE FIESTA POR NOSOTROS

HOMILÍA DEL VIERNES: IR A CONFESAR ES IR A ENCONTRAR AL PADRE QUE PERDONA, OLVIDA Y HACE FIESTA POR NOSOTROS

La confesión no es un “juicio”, sino un “encuentro” con un Dios que perdona y olvida cada pecado de la persona que pide su misericordia. Lo explicó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Reconciliar es el “trabajo" de Dios, y es un trabajo hermoso. Porque “nuestro Dios perdona” cualquier pecado, lo perdona “siempre”, hace “fiesta” cuando uno le pide perdón y “olvida” todo. Francisco reflexionó sobre el pasaje de san Pablo a los Hebreos, en el que el Apóstol habla insistentemente de la “nueva alianza” establecida por Dios con su pueblo elegido, y en su homilía ofreció una meditación sobre el perdón.

Dios perdona siempre

El Papa explicó que “el Dios que reconcilia” eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la humanidad. El fundamento de este pacto es básicamente uno: el perdón. Un perdón que, como explicó el Santo Padre, tiene muchas características:

“Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar. Cuando Pedro pregunta a Jesús: “¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces?”. “No siete veces: setenta veces siete”. Es decir, siempre. Así perdona Dios: siempre. Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”.

Dios perdona todo y olvida

Sin embargo, la duda que podría surgir en el corazón humano está en el “cuánto” Dios está dispuesto a perdonar. Y bien –dijo Francisco– basta “arrepentirse y pedir perdón”: “No se debe pagar nada”, porque ya “Cristo ha pagado por nosotros”. El modelo es el hijo pródigo de la Parábola, que, arrepentido, prepara un discurso  destinado a su padre, el cual ni siquiera lo deja hablar, sino que lo abraza y lo tiene junto a sí:

“Non hay pecado que Él no perdone. Él perdona todo. ‘Pero, padre, yo no voy a confesarme porque hice tantas cosas feas, tan feas, tantas de esas que no tendré perdón...’ No. No es verdad. Perdona todo. Si tú vas arrepentido, perdona todo. Cuando… ¡eh!, tantas veces ¡no te deja hablar! Tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir esa alegría del perdón antes de que tú hayas terminado de decir todo”.

La Confesión no es un juicio sino un encuentro

Además – prosiguió diciendo el Papa – cuando perdona, Dios “hace fiesta”. Y, en fin, Dios “olvida”. Porque lo que le importa a Dios es “encontrarse con nosotros”. De ahí que el Papa Francisco haya sugerido un examen de conciencia a los sacerdotes en el confesionario: “¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme de los pecados de aquella persona?”. La confesión –  concluyó –  “más que un juicio, es un encuentro”:

“A veces, las confesiones parecen una práctica, una formalidad ¡No! ¿Y el encuentro dónde está? El encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta. Éste es nuestro Dios, tan bueno. 

También debemos enseñar: para que aprendan nuestros niños, nuestros muchachos a confesarse bien, porque ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).


La confesión no es un “juicio”, sino un “encuentro” con un Dios que perdona y olvida cada pecado de la persona que pide su misericordia. Lo explicó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
Reconciliar es el “trabajo" de Dios, y es un trabajo hermoso. Porque “nuestro Dios perdona” cualquier pecado, lo perdona “siempre”, hace “fiesta” cuando uno le pide perdón y “olvida” todo. Francisco reflexionó sobre el pasaje de san Pablo a los Hebreos, en el que el Apóstol habla insistentemente de la “nueva alianza” establecida por Dios con su pueblo elegido, y en su homilía ofreció una meditación sobre el perdón.
Dios perdona siempre
El Papa explicó que “el Dios que reconcilia” eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la humanidad. El fundamento de este pacto es básicamente uno: el perdón. Un perdón que, como explicó el Santo Padre, tiene muchas características:
“Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar. Cuando Pedro pregunta a Jesús: “¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces?”. “No siete veces: setenta veces siete”. Es decir, siempre. Así perdona Dios: siempre. Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”.
Dios perdona todo y olvida
Sin embargo, la duda que podría surgir en el corazón humano está en el “cuánto” Dios está dispuesto a perdonar. Y bien –dijo Francisco– basta “arrepentirse y pedir perdón”: “No se debe pagar nada”, porque ya “Cristo ha pagado por nosotros”. El modelo es el hijo pródigo de la Parábola, que, arrepentido, prepara un discurso destinado a su padre, el cual ni siquiera lo deja hablar, sino que lo abraza y lo tiene junto a sí:
“Non hay pecado que Él no perdone. Él perdona todo. ‘Pero, padre, yo no voy a confesarme porque hice tantas cosas feas, tan feas, tantas de esas que no tendré perdón...’ No. No es verdad. Perdona todo. Si tú vas arrepentido, perdona todo. Cuando… ¡eh!, tantas veces ¡no te deja hablar! Tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir esa alegría del perdón antes de que tú hayas terminado de decir todo”.
La Confesión no es un juicio sino un encuentro
Además – prosiguió diciendo el Papa – cuando perdona, Dios “hace fiesta”. Y, en fin, Dios “olvida”. Porque lo que le importa a Dios es “encontrarse con nosotros”. De ahí que el Papa Francisco haya sugerido un examen de conciencia a los sacerdotes en el confesionario: “¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme de los pecados de aquella persona?”. La confesión – concluyó – “más que un juicio, es un encuentro”:
“A veces, las confesiones parecen una práctica, una formalidad ¡No! ¿Y el encuentro dónde está? El encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta. Éste es nuestro Dios, tan bueno.
También debemos enseñar: para que aprendan nuestros niños, nuestros muchachos a confesarse bien, porque ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

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