MENU

sábado, 28 de febrero de 2015

Lecturas del Domingo 2º de Cuaresma - Ciclo B



Enviar por email En PDF Imprimir
Domingo, 1 de marzo de 2015

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (22,1-2.9-13.15-18):

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 115,10.15.16-17.18-19

R/.
 Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Tenía fe, aun cuando dije: 
«¡Qué desgraciado soy!»
Mucho le cuesta al Señor 
la muerte de sus fieles. R/.

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-34):

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Marcos (9,2-10), del domingo, 1 de marzo de 2015
0
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del domingo, 1 de marzo de 2015

Enviar por email En PDF Imprimir
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Quien ha subido al Aneto, Monte Perdido, Gredos, Naranjo, Urbión… o cualquier monte y cumbre cercana a su pueblo o ciudad, se ha sentido más cerca del cielo, alejado de las prisas y preocupaciones que a veces tanto nos abruman. Dios parece manifestarse en lo alto: dice a Abrahán: “Ofrécemelo en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré”, piénsese también en Moisés y el Sinaí, en Elías y el Horeb, en el Tabor  y el Calvario, por poner algunos ejemplos de montes bíblicos que aparecen ligados a los personajes de estas lecturas. Subir la montaña significa para el hombre superarse a sí mismo, trascenderse, elevarse más allá de la vida cotidiana.
En la primera lectura Dios habla a Abrahán y lo pone a prueba, le exige sacrificar a su hijo: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac”. El Dios de la promesa, de la descendencia, de la alianza, aparece como el Dios de la muerte. Pero Abrahán se decide a recorrer el camino, es un hombre de fe, este es el momento crítico de toda fe, que se encuentra con el silencio terrible de Dios. Es la tarde de  Viernes Santo: como dice la segunda lectura “El no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entrego a la muerte por nosotros”. La fe es subir al pico más alto de la montaña para hacer allí el sacrificio total de uno mismo, es camino de renuncia y de muerte. Es la necesidad de dar muerte a algo querido, para dar vida y trascenderse a lo nuevo, (esto es la Cuaresma que termina en la Resurrección).La novedad es la vivencia del Evangelio.
En el Evangelio de hoy, Jesús con sus amigos más cercanos, Pedro, Santiago y Juan, sube a la montaña, a él Tabor. Tienen allí una experiencia maravillosa de encuentro con Dios: “Se transfiguro delante de ellos. Sus vestidos de volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube”. No es extraño que Pedro este asustado, subir hasta Dios y ver esto, es morir a nuestros proyectos, morir a uno mismo, a tantos planes y esquemas. Allí está Dios: “¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, no sabía lo que decía”, Pedro expresa lo que todos pensamos. Vamos a quedarnos siempre así tan cerca de Dios y de nosotros mismos, en una vida sin oscuridades; es la tentación de huir del mundo, refugiándose en la oración o en la vida afectiva de la comunidad, ¡vamos a quedarnos mirando al cielo!
“Este es mi Hijo amado; escuchadlo”, difícil. Al bajar de la montaña: “Jesús les mandó: no contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedo grabado, y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Escuchar a su Hijo, es caminar hacía Jerusalén, cargar con su cruz, perder la vida, renunciar a uno mismo, vivir la mística cristiana que nos lleva a la entrega permanente y total de la propia vida. Por eso discutían y discutimos, para subir a la vida hay que pasar por la muerte. La fe se convierte en una confianza en Dios, que por caminos muchas veces de silencio, llenos de dolor, de lágrimas, de misterios, de esfuerzo, sed, ayuno, abstinencia, oración, limosna; nos conduce a la cumbre más alta de la vida, allí donde el hombre y Dios se funden en un mismo gesto de amor.
Subir la montaña de la Cuaresma es admitir y valorar críticamente nuestra vida que necesita conversión y cambio. Pero al mismo tiempo esta historia de la transfiguración en lo alto de la montaña nos anima a estar despiertos para ver las horas y momentos en que se nos abre el cielo, sale el sol, o nos iluminan las estrellas. El que ha subido al monte puede recordar agradecido muchas experiencias, que se nos dan en nuestra vida como un regalo del cielo. Se impone la belleza, mirar desde allí los valles, contemplar y después saber que hay que desandar el camino hacia la vida cotidiana. Habrá que subir con frecuencia para estar con Él, escucharle y renovar las fuerzas para nuestro camino. Subir y bajar, ese es el camino.

CONFIDENCIAS DE JESUS A UN SACERDOTE (REMACHEMOS, ES MUY IMPORTANTE)

13 de Junio de 1976 

VERDAD DE FE 

Remacha, hijo, esta verdad: de toda la Revelación y especialmente del Evangelio resulta claramente la existencia de Satanás y de sus legiones. Por esto es verdad de Fe. El negar esta verdad es comportamiento herético. El negarse a enseñar esta verdad es igualmente herético. 
Herejes por tanto son los que de mala fe niegan esta realidad. Negar la existencia del Demonio significa también negar la caída del hombre; es negar el pecado original y por tanto la Redención y, por consiguiente, la Iglesia. Negar la existencia del Demonio quiere decir demoler el cristianismo, al negar de él el origen y la finalidad. 
Negar la existencia del Demonio es negar no sólo una verdad revelada, sino quiere decir negar la evidencia, ya que no habría ninguna explicación aceptable para aquellas cosas que han sucedido, que suceden y que sucederán, y que humanamente no se puede explicar sin la intervención directa de Satanás. 
¿Es concebible que un sacerdote pueda llegar a tanta incredulidad, sin la maléfica influencia de Satanás? Satanás nunca es ajeno a estos horribles pecados de impiedad. 

La mona de Dios 

Alguien, hijo, te objetará que, ¡con todo lo que se ha escrito en estos Mensajes, Satanás ha sido elevado en su prestigio de Príncipe de este mundo, si no glorificado! Ciertamente no se puede negar que Satanás, por la superioridad de naturaleza, está en condiciones de poder conseguir ventaja, con una cierta facilidad, sobre vuestras personas, sobre familias y sobre todas las estructuras religiosas y civiles, económicas y políticas. Él, no condicionado por el tiempo ni por el espacio, puede obrar en todas partes. Él, la mona de Dios, se esfuerza en obrar como Dios, pero en modo opuesto. 
Esto, naturalmente es loca soberbia, porque entre él y Dios hay una distancia infinita. De su acción no salen sino rencores, envidias y celos, pleitos y fraudes, hurtos y blasfemias, obscenidades y violencias: es la cloaca de todos los males. Colosal error de la pastoral moderna, es precisamente, el no haber centrado el problema de la Iglesia, de la vida cristiana: Dios Sumo Bien. Al lado opuesto: Satanás, el Maligno. Entre los dos, el hombre es el objeto de la lucha permanentemente en ejecución. 
Dios, Amor infinito, inmola incesantemente a su Hijo unigénito para la salvación del hombre. Dios tiende hacia el hombre para proporcionarle los medios necesarios de defensa y protección contra la obra de perdición del Maligno. Él, el Maligno, tiende hacia el hombre para arrancarlo del Amor de Cristo y dirigirlo hacia el camino de la ruina eterna. En el centro de este duelo, el hombre, libre e inteligente, puede decir sí, a su Salvador como puede decir también no, y hacer tender su alma hacia el Seductor, hacia su condenación eterna. 

Dramática alternativa 

¡Trágica y dramática responsabilidad la de este hombre que, durante su peregrinación terrena, se encuentra siempre en la alternativa de escoger¡ ¡Ésta es vuestra prueba!
  La lucha interior que debéis necesariamente sostener es la razón de vuestra presencia en la tierra. Sobre los orígenes, las causas, las finalidades de esta dramática lucha, vosotros, Cristianos, no habéis sido formados e instruidos más que superficialmente. De aquí mi disgusto y mi dolor.
Mi Padre ha amado tanto a los hombres como para darme a Mí, su Hijo Unigénito, para salvación de ellos, y los hombres, también por insuficiente conocimiento del único verdaderamente grande problema de su vida, y por el maléfico influjo de Satanás, hoy en gran número se pierden. 
¿Cómo pueden los verdaderos padres de las almas concederse paz? ¿Cómo pueden dormir sueños tranquilos? ¿Cómo puede un Sacerdote mío no sufrir por la terrible realidad de la que él es parte? Hijo, las cosas no habrían llegado a este punto si hubiera habido más Fe. 
Y hubiera habido más Fe si este incomparable don me hubiera sido pedido con perseverancia, si se hubiera desconfiado más de sí mismo y confiado mayormente en la Misericordia y Providencia de Dios. Hijo, ánimo, aunque las consecuencias serán gravísimas. 
La purificación remediará la responsabilidad culpable de muchos en mi Iglesia. 
Te bendigo, y contigo bendigo a aquellos que se ponen a disposición de mi Providencia que tiende a aliviar tantos sufrimientos que hay por culpa del Maligno. 

11 de Junio de 1976 

ARROJAD LOS DEMONIOS 

Escribe, hijo, sin ningún temor. Dilo, ¡que Jesús no está contento! No puedo estar contento ante la grosera ceguera de los Pastores y de los Sacerdotes con relación al problema sustancial de la Pastoral. Ya te he dicho algo de Satanás y sus legiones; no te he dicho todo sobre él, sólo lo que necesitas conocer. 
Él puede mucho más sobre la naturaleza humana de lo que el hombre puede sobre la naturaleza animal, y tú ves cuánto puede el hombre sobre la naturaleza animal. 
Él sabe induciros a un radical cambio en el modo de vivir. El hombre puede dominar a un animal, pero Satanás puede dominar a un hombre mucho más, mucho más. 
Te he hablado poco antes de ceguera grosera. Sí, hijo, y he aquí las consecuencias de la culpable inactividad de muchos Pastores y Sacerdotes frente a la febril, incesante acción demoledora del Enemigo. 
Yo, Jesús, durante mi vida pública, no me he limitado a anunciar la verdad; he curado enfermos, he liberado endemoniados y consideraba también esto una parte esencial de mi pastoral. 
Hoy no se hace (porque los Pastores no quieren ocuparse personalmente de ella y sólo raras veces la delegan en otros) esta parte de la pastoral. 
Yo la delegué en mis Apóstoles para que los Apóstoles y sus sucesores la realizaran. Si lo he hecho Yo, Jesús, también los Pastores de hoy deberían bendecir y exorcizar. 
No son hoy menos los que sufren por culpa de Satanás, al contrario, son más que en aquel tiempo. 

Inmovilismo interior 

El comportamiento que tienen hoy los Obispos, salvo siempre las debidas excepciones, no es ciertamente el deseado por Mí, no es el que Yo quisiera.
 Que el padre no esté presente, pudiéndolo, donde están los hijos que sufren está verdaderamente contra la naturaleza de las cosas. Sin embargo, esto es lo que sucede habitualmente. 
Que un padre delegue en otro para que lo represente ante el hijo que sufre, no es menos amargo que lo que se ha dicho antes. 
Que luego un padre no crea ni siquiera en el sufrimiento de tantos hijos suyos, que también evidentemente sufren, se considera imposible. 
Sin embargo, es lo que habitualmente sucede. Pero hay más, hijo mío, no temas y escribe: que luego un padre llegue a obstaculizar a aquel que por un sentimiento de piedad debida (he dicho piedad, y no justicia) se tome el cuidado de sus hijitos que sufren, esto está hasta fuera de toda lógica y contra todo sentimiento de amor paterno.
 Hijo, dilo fuerte, esto continuamente se verifica en mi Iglesia. 
Estos Pastores se mueven en la periferia de sus almas y de sus corazones pero están inmóviles en el centro. ¿Qué quiero decir con estas palabras? 
Exteriormente son activísimos, a veces hasta demasiado; quedando inmóviles, o casi, interiormente. 
Muchos de ellos son víctimas del frenesí de la acción. ¡Mucho mejor si fueran víctimas mías! Mis víctimas, al contrario, son casi inmóviles externamente, movilísimas y activísimas interiormente 
¡Son ellas las que salvan a las almas! Son las víctimas voluntarias las que han frenado hasta ahora la justicia divina. Son mis víctimas la verdadera levadura, el fermento de la Iglesia. 
A ellas Yo no les puedo negar nada, no al activismo exterior de tantos Pastores. 

La iglesia languidece 

Dada la necesidad de que Obispos y Sacerdotes tomen en consideración el problema de tantas almas que sufren, fórmese en cada diócesis, al menos inicialmente, un comité de fervientes Sacerdotes y laicos que den lugar a una cadena de almas dispuestas a ofrecer cada día, con sus sufrimientos, al menos una hora o una media hora de oración por los que sufren por culpa de los Espíritus malignos, y que puedan bendecir a quienes sufren en determinados días, en una determinada Iglesia. Ninguna razón detenga a los Pastores y a los Sacerdotes voluntariosos para cumplir este deber: es un problema de actualidad. 
¿No os habéis dado cuenta de nada? ¿No os habéis dado cuenta de que la Iglesia languidece y agoniza por culpa del Maligno? ¿No os dais cuenta de que algo tremendo está madurando? ¿Qué hacen, qué piensan algunos? Despójense de la presunción que les quita la gracia y el consuelo de la luz. 
Te bendigo. Ámame.

Evangelio San Lucas

Parábolas y curaciones
01 Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
02 y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios;
03 Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
04 Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola:
05 «El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo.
06 Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad.
07 Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron.
08 Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno». Y una vez que dijo esto, exclamó: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!».
09 Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola,
10 y Jesús les dijo: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender.
11 La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios.
12 Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
13 Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás.
14 Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar.
15 Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a sus constancia.
16 No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
17 Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
18 Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener».
19 Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.
20 Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte».
21 Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».
22 Un día, Jesús subió con sus discípulos a una barca y les dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago». Ellos partieron,
23 y mientras navegaban, Jesús se durmió. Entonces se desencadenó sobre el lago un fuerte vendaval; la barca se iba llenando de agua, y ellos corrían peligro.
24 Los discípulos se acercaron y lo despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, nos hundimos!». El se despertó e increpó al viento y a las olas; estas se apaciguaron y sobrevino la calma.
25 Después les dijo: «¿Dónde está la fe de ustedes?». Y ellos, llenos de temor y admiración, se decían unos a otros: «¿Quién es este que ordena incluso al viento y a las olas, y le obedecen?».
26 Después llegaron a la región de los gerasenos, que está situada frente a Galilea.
27 Jesús acababa de desembarcar, cuando salió a su encuentro un hombre de la ciudad, que estaba endemoniado. Desde hacía mucho tiempo no se vestía, y no vivía en una casa, sino en los sepulcros.
28 Al ver a Jesús, comenzó a gritar, cayó a sus pies y dijo con voz potente: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? Te ruego que no me atormentes».
29 Jesús, en efecto, estaba ordenando al espíritu impuro que saliera de aquel hombre. Muchas veces el espíritu se había apoderado de él, y aunque lo ataban con cadenas y grillos para sujetarlo, él rompía sus ligaduras y el demonio lo arrastraba a lugares desiertos.
30 Jesús le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». «Legión», respondió, porque eran muchos los demonios que habían entrado en él.,
31 Y le suplicaban que no les ordenara precipitarse al abismo.
32 Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los demonios suplicaron a Jesús que les permitiera entrar en los cerdos. El se lo permitió.
33 Entonces salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, la piara se precipitó al mar y se ahogó.
34 Al ver lo que había pasado, los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados.
35 En seguida la gente fue a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado a sus pies, vestido y en sus sano juicio, al hombre del que habían salido los demonios, y se llenaron de temor.
36 Los que habían presenciado el hecho les contaron cómo había sido curado el endemoniado.
37 Todos los gerasenos pidieron a Jesús que se alejará de allí, porque estaban atemorizados; y él, subiendo a la barca, regresó.
38 El hombre del que salieron los demonios le rogaba que lo llevara con él, pero Jesús lo despidió, diciéndole:
39 «Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios has hecho por ti». El se fue y proclamó en toda la ciudad lo que Jesús había hecho por él.
40 A su regreso, Jesús fue recibido por la multitud, porque todos lo estaban esperando.
41 De pronto, se presentó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le suplicó que fuera a su casa,
42 porque su única hija, que tenía unos doce años, se estaba muriendo. Mientras iba, la multitud lo apretaba hasta sofocarlo.
43 Una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años y a quien nadie había podido curar,
44 se acercó por detrás y tocó los flecos de su manto; inmediatamente cesó la hemorragia.
45 Jesús preguntó: «¿Quién me ha tocado?». Como todos lo negaban, Pedro y sus compañeros le dijeron: «Maestro, es la multitud que te está apretujando».
46 Pero Jesús respondió: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza salía de mí».
47 Al verse descubierta, la mujer se acercó temblando, y echándose a sus pies, contó delante de todos por qué lo había tocado y cómo fue curada instantáneamente.
48 Jesús le dijo entonces: «Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz».
49 Todavía estaba hablando, cuando llegó alguien de la casa del jefe de sinagoga y le dijo: «Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro».
50 Pero Jesús, que había oído, respondió: «No temas, basta que creas y se salvará».
51 Cuando llegó a la casa no permitió que nadie entrara con él, sino Pedro, Juan y Santiago, junto con el padre y la madre de la niña.
52 Todos lloraban y se lamentaban. «No lloren, dijo Jesús, no está muerta, sino que duerme».
53 Y se burlaban de él, porque sabían que la niña estaba muerta.
54 Pero Jesús la tomó de la mano y la llamó, diciendo: «Niña, levántate».
55 Ella recuperó el aliento y se levantó en el acto. Después Jesús ordenó que le dieran de comer.
56 Sus padres se quedaron asombrados, pero él les prohibió contar lo que había sucedido.

Salmos

Envía, Señor, tu luz y tu verdad
01 Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa contra la gente sin piedad; líbrame del hombre falso y perverso.
02 Si tú eres mi Dios y mi fortaleza, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué tendré que estar triste, oprimido por mi enemigo?
03 Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas.
04 Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré gracias con la cítara, Señor, Dios mío.
05 ¿Por qué te deprimes, alma mía? ¿Por qué te inquietas? Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios.

CATEQUÉSIS

"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 1
EL HIJO DE DIOS SE HIZO HOMBRE
I. Por qué el Verbo se hizo carne
456 Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre" (DS 150).
457 El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10). "El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). "Él se manifestó para quitar los pecados" (1 Jn 3, 5):
«Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?» (San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).
458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).
459 El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí ... "(Mt 11, 29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la Transfiguración, ordena: "Escuchadle" (Mc 9, 7;cf. Dt 6, 4-5). Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf. Mc 8, 34).
460 El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza divina" (2 P 1, 4): "Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 19, 1). "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de Alejandría,De Incarnatione, 54, 3: PG 25, 192B). Unigenitus [...] Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo ("El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres") (Santo Tomás de Aquino,Oficio de la festividad del Corpus, Of. de Maitines, primer Nocturno, Lectrua I).
II. La Encarnación
461 Volviendo a tomar la frase de san Juan ("El Verbo se encarnó": Jn 1, 14), la Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. En un himno citado por san Pablo, la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2, 5-8; cf. Liturgia de las Horas, Cántico de las Primeras Vísperas de Domingos).
462 La carta a los Hebreos habla del mismo misterio:
«Por eso, al entrar en este mundo, [Cristo] dice: No quisiste sacrificio y oblación; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo [...] a hacer, oh Dios, tu voluntad!» (Hb 10, 5-7; Sal 40, 7-9 [LXX]).
463 La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana: "Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios" (1 Jn 4, 2). Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta "el gran misterio de la piedad": "Él ha sido manifestado en la carne" (1 Tm 3, 16).
III. Verdadero Dios y verdadero hombre
464 El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban.
465 Las primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo que su humanidad verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, "venido en la carne" (cf. 1 Jn 4, 2-3; 2 Jn 7). Pero desde el siglo III, la Iglesia tuvo que afirmar frente a Pablo de Samosata, en un Concilio reunido en Antioquía, que Jesucristo es Hijo de Dios por naturaleza y no por adopción. El primer Concilio Ecuménico de Nicea, en el año 325, confesó en su Credo que el Hijo de Dios es «engendrado, no creado, "de la misma substancia" [en griego homousion] que el Padre» y condenó a Arrio que afirmaba que "el Hijo de Dios salió de la nada" (Concilio de Nicea I: DS 130) y que sería "de una substancia distinta de la del Padre" (Ibíd., 126).
466 La herejía nestoriana veía en Cristo una persona humana junto a la persona divina del Hijo de Dios. Frente a ella san Cirilo de Alejandría y el tercer Concilio Ecuménico reunido en Efeso, en el año 431, confesaron que "el Verbo, al unirse en su persona a una carne animada por un alma racional, se hizo hombre" (Concilio de Efeso: DS, 250). La humanidad de Cristo no tiene más sujeto que la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido y hecho suya desde su concepción. Por eso el concilio de Efeso proclamó en el año 431 que María llegó a ser con toda verdad Madre de Dios mediante la concepción humana del Hijo de Dios en su seno: "Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya tomado de ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de quien tiene el cuerpo sagrado dotado de un alma racional [...] unido a la persona del Verbo, de quien se dice que el Verbo nació según la carne" (DS 251).
467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta herejía, el cuarto Concilio Ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:
«Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consubstancial con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros según la humanidad, "en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad.
Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola persona» (Concilio de Calcedonia; DS, 301-302).
468 Después del Concilio de Calcedonia, algunos concibieron la naturaleza humana de Cristo como una especie de sujeto personal. Contra éstos, el quinto Concilio Ecuménico, en Constantinopla, el año 553 confesó a propósito de Cristo: "No hay más que una sola hipóstasis [o persona] [...] que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad" (Concilio de Constantinopla II: DS, 424). Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (cf. ya Concilio de Éfeso: DS, 255), no solamente los milagros sino también los sufrimientos (cf. Concilio de Constantinopla II: DS, 424) y la misma muerte: "El que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la Santísima Trinidad" (ibíd., 432).
469 La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero Hombre. Él es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor:
Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit ("Sin dejar de ser lo que era ha asumido lo que no era"), canta la liturgia romana (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona al «Benedictus»; cf. san León Magno,Sermones 21, 2-3: PL 54, 192). Y la liturgia de san Juan Crisóstomo proclama y canta: "¡Oh Hijo unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en al cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Santo Espíritu, ¡sálvanos! (Oficio Bizantino de las Horas, Himno O' Monogenés").
IV. Cómo es hombre el Hijo de Dios
470 Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación "la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida" (GS 22, 2), la Iglesia ha llegado a confesar con el correr de los siglos, la plena realidad del alma humana, con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente, ha tenido que recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella proviene de "uno de la Trinidad". El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de la Trinidad (cf. Jn 14, 9-10):
«El Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado» (GS 22, 2).
El alma y el conocimiento humano de Cristo
471 Apolinar de Laodicea afirmaba que en Cristo el Verbo había sustituido al alma o al espíritu. Contra este error la Iglesia confesó que el Hijo eterno asumió también un alma racional humana (cf. Dámaso I, Carta a los Obispos Orientales: DS, 149).
472 Este alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podía ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse hombre, quiso progresar "en sabiduría, en estatura y en gracia" (Lc 2, 52) e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de manera experimental (cf. Mc 6, 38; 8, 27; Jn 11, 34; etc.). Eso correspondía a la realidad de su anonadamiento voluntario en "la condición de esclavo" (Flp 2, 7).
473 Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de su persona (cf. san Gregorio Magno, carta Sicut aqua: DS, 475).  "El Hijo de Dios conocía todas las cosas; y esto por sí mismo, que se había revestido de la condición humana; no por su naturaleza, sino en cuanto estaba unida al Verbo [...]. La naturaleza humana, en cuanto estaba unida al Verbo, conocida todas las cosas, incluso las divinas, y manifestaba en sí todo lo que conviene a Dios" (san Máximo el Confesor,Quaestiones et dubia, 66: PG 90, 840). Esto sucede ante todo en lo que se refiere al conocimiento íntimo e inmediato que el Hijo de Dios hecho hombre tiene de su Padre (cf. Mc14, 36; Mt 11, 27; Jn 1, 18; 8, 55; etc.). El Hijo, en su conocimiento humano, mostraba también la penetración divina que tenía de los pensamientos secretos del corazón de los hombres (cf Mc 2, 8; Jn 2, 25; 6, 61; etc.).
474 Debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar (cf. Mc 8,31; 9,31; 10, 33-34; 14,18-20. 26-30). Lo que reconoce ignorar en este campo (cf. Mc 13,32), declara en otro lugar no tener misión de revelarlo (cf.Hch 1, 7).
La voluntad humana de Cristo
475 De manera paralela, la Iglesia confesó en el sexto Concilio Ecuménico que Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación (cf. Concilio de Constantinopla III, año 681: DS, 556-559). La voluntad humana de Cristo "sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo contrario, estando subordinada a esta voluntad omnipotente" (ibíd., 556).
El verdadero cuerpo de Cristo
476 Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado (cf. Concilio de Letrán, año 649: DS, 504). Por eso se puede "pintar" la faz humana de Jesús (Ga 3,2). En el séptimo Concilio ecuménico, la Iglesia reconoció que es legítima su representación en imágenes sagradas (Concilio de Nicea II, año 787: DS, 600-603).
477 Al mismo tiempo, la Iglesia siempre ha admitido que, en el cuerpo de Jesús, Dios "que era invisible en su naturaleza se hace visible" (Misal Romano, Prefacio de Navidad). En efecto, las particularidades individuales del cuerpo de Cristo expresan la persona divina del Hijo de Dios. Él ha hecho suyos los rasgos de su propio cuerpo humano hasta el punto de que, pintados en una imagen sagrada, pueden ser venerados porque el creyente que venera su imagen, "venera a la persona representada en ella" (Concilio de Nicea II: DS, 601).
El Corazón del Verbo encarnado
478 Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo [...] de aquel amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pio XII, Enc.Haurietis aquas: DS, 3924; cf. ID. enc. Mystici Corporis: ibíd., 3812).
Resumen
479 En el momento establecido por Dios, el Hijo único del Padre, la Palabra eterna, es decir, el Verbo e Imagen substancial del Padre, se hizo carne: sin perder la naturaleza divina asumió la naturaleza humana.
480 Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre en la unidad de su Persona divina; por esta razón Él es el único Mediador entre Dios y los hombres.
481 Jesucristo posee dos naturalezas, la divina y la humana, no confundidas, sino unidas en la única Persona del Hijo de Dios.
482 Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, tiene una inteligencia y una voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo.
483 La encarnación es, pues, el misterio de la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única Persona del Verbo.

Vivir como cristianos en el siglo XXI es aceptar la realidad del martirio

Decenas de cristianos asirios fueron tomados como rehenes y las iglesias quemadas o 
dañadas
© Fabio BUCCIARELLI / AFP

"Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt. 10, 22)

El pasado lunes 23 de febrero los terroristas yihadistas del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés), atacaron varias aldeas cristianas de las orillas del río Khabur, en la provincia siria de Jiazira. Decenas de cristianos asirios fueron tomados como rehenes, mientras las iglesias de algunas aldeas fueron quemadas o dañadas. Esto fue confirmado a la agencia Fides por el arzobispo sirio católico de Hassaké-Nisibi monseñor Jacques Behnan Hindo.

"Más de cien familias asirias que encontraron refugio en Hassaké permanecían sin recibir ayuda de la Media Luna Roja o de los organismos de asistencia del gobierno sirio, tal vez porque son cristianos. Ni siquiera la agencia de la ONU para los refugiados se le ha visto por aquí", manifestó el arzobispo.

A lo largo de las orillas del río Khabur, había más de 30 aldeas cristianas fundadas en los años 30 del siglo pasado, donde se habían refugiado los cristianos asirios y caldeos que huyeron de Irak y de las matanzas perpretadas por el ejército iraquí. Eran pueblos prósperos habitados por miles de personas, con iglesias y comunidades muy activas; pero desde el comienzo de la guerra se fueron vaciando y algunos de ellos parecen pueblos fantasmas, como pasó con con Tel Ormuz que de 4,000 habitantes se había reducido a menos de 300.

Este ataque se suma a la larga lista de crímenes y barbaries recientemente cometidas contra los cristianos por el Estado Islámico; pero desde hace años asistimos al martirio que sufren nuestros hermanos en diferentes partes del mundo. En el 2009 según un reporte del Centro de Investigaciones Pew (Pew Research Center) radicado en Washigton, D.C., los diez países donde los cristianos sufren más persecución son Afganistán, Arabia Saudita, Bután, China, Corea del Norte, India, Irak, Malasia, Mauritania y Yemen.

La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”, Tertuliano.

Desde sus orígenes la vida de la Iglesia se ha visto acompañada por la realidad del martirio y hoy continúa presente en varios países. La palabra “mártyras” en griego significa testigo. De ahí que los mártires son los cristianos que dan testimonio de la verdad en las enseñanzas de Cristo, prefiriendo la muerte y el sufrimiento a la renuncia de la fe.

En la “Lumen Gentium ”(Luz de las Gentes), la Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II podemos leer:Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por El y por sus hermanos (cf. 1 Jn 3,16; Jn 15,13). Pues bien: algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores.

Por tanto, el martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a El en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor, Y, si es don concedido a pocos, sin embargo, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia.” (LG, 42)


Los cristianos que viven en países donde la persecución física no es tan marcada, cuando ésta se da, puede pasar desapersibida. Pero en ocasiones cada vez más numerosas sufren el martirio ideológicoque impone una sociedad alejada de Dios y de los valores morales. Bajo la bandera de la libertad de expresión se busca imponer conductas que van contra la fe y la moral cristiana. La burla, la intolerancia, el castigo, la discrimación y el desprecio, son cruces que muchos cristianos enfrentan y cargan como un matirio incruento que les hace sufrir injustamente y les desgarra el alma. La oración y el testimonio valiente de nadar contra la corriente son el antídoto para evitar ser destruidos por lo que el Papa Benedicto ha llamado "tiranía del relativismo".

¿Es posible mirar sin prejuicios?

Aplicamos nuestros conceptos y deseamos encontrar segundas intenciones

Boy - Poverty - Sad - Eyes 01© Zoriah Miller / CC

Siempre me alegra ver a personas que tienen el alma grande e inmensa. Casi se desborda y les sale por los ojos. Para ellas nunca es bastante. Quieren amar sin medida. Siempre pueden dar más, no conocen sus límites. Cuando aman se entregan, sin cálculos, sin pretensiones, sin medir.

Cuando sirven no esperan que les agradezcan o que les sirvan de la misma manera. No llevan cuentas del bien que hacen, ni del mal que reciben. Tienen el alma grande, honda, llena. Eso me conmueve. Tal vez porque la tentación habitual suele ser el egoísmo.

El egoísmo que comienza en el yo, en ese pequeño ser que vive en mi interior y determina todo lo que hago. Ese ego que cuestiona mis pasos y no quiere vivir sin recibir nada. Observa la realidad desde su perspectiva. Decide lo que hace de acuerdo a su conveniencia. Su mirada determina cómo es la realidad. Acoge y rechaza. Acepta y renuncia. Sufre y se alegra.

Decía el Dr. Mario Alonso Puig: «Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones. La transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos».

El mundo lo miramos bajo el tamiz de nuestros pensamientos. Y esos pensamientos, a veces deformados, producen hondos sentimientos que nos hieren, entristecen, desestabilizan. Juzgamos la realidad bajo el color del cristal por el que miramos. Un dicho español lo refleja: «Piensa el ladrón que todos son de su condición».

Vemos la realidad como la pensamos en nuestro interior. Y creemos que todos ven lo mismo, de la misma forma. Por eso nos cuesta pensar que alguien pueda tener intenciones puras cuando nosotros no las tenemos.

En la serie de Isabel la católica, en uno de los capítulos, el cardenal Mendoza le dice al confesor de la reina, fray Hernando de Talavera: «No me fío de vos. Sois tan virtuoso. Aún no sé qué ambicionáis, pero lo averiguaré». Y él le contesta: «No todos los siervos del Señor estamos hechos de la misma madera».

Nuestra forma de mirar está basada en el concepto que tenemos sobre la vida, sobre nosotros mismos, sobre los demás.Proyectamos hacia fuera el concepto sobre la realidad que tenemos grabado en nuestro interior. Nuestros deseos y ambiciones.

¡Cuánto nos cuesta cambiar la forma de mirar y de juzgar! ¡Cuánto nos cuesta cambiar los pensamientos que determinan nuestras emociones! Antes de saber qué está pasando a nuestro alrededor, ya tenemos un juicio formado.

Nos cuesta entender que los demás no vean la realidad como nosotros la vemos. Siempre pienso, cuando hablo o escribo, que el que me escucha o lee lo hace desde sus categorías.

Sé que muchas veces no leen lo que escribo y no escuchan lo que digo. Leen y escuchan las mismas palabras. Pero entienden de acuerdo a lo que han vivido en su corazón previamente. No pueden desprenderse del concepto grabado en su alma.

Yo tampoco puedo. Yo también lo hago. Pienso por eso que muchos, cuando veían a Jesús caminar por las calles, cuando oían sus parábolas y discursos, cuando miraban sus gestos y las personas con las que estaba, pensarían que Jesús tramaba algo, ambicionaba algo, querría poder y puestos importantes. 

No verían intenciones totalmente puras en sus gestos de amor. Pensarían: «¿Qué ambiciona este hombre?». Aplicarían a su forma de amar su propia mirada, tal vez deformada. Jesús no podía amar, pensarían ellos, sin esperar nada.

¡Cuánto nos cuesta pensar bien de los demás, de los virtuosos, de los honestos! Aplicamos nuestros conceptos y deseamos encontrar segundas intenciones. Construimos sobre el molde, más o menos rígido, que hemos ido cimentando en el alma. Salirnos de él parece muy difícil. Pero no es imposible. Desmontar pensamientos enfermizos y construir pensamientos positivos para la vida, está en nuestras manos.