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viernes, 20 de febrero de 2015

Lecturas del Sábado después de Ceniza



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Sábado, 21 de febrero de 2015

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):

Así dice el Señor Dios: «Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas. Si detienes tus pies el sábado y no traficas en mi día santo, si llamas al sábado tu delicia y lo consagras a la gloria del Señor, si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus asuntos, entonces el Señor será tu delicia. Te asentaré sobre mis montañas, te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob.» Ha hablado la boca del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 85,1-2.3-4.5-6

R/.
 Enséñame, Señor, tu camino, 
para que siga tu verdad


Inclina tu oído, Señor, escúchame, 
que soy un pobre desamparado; 
protege mi vida, que soy un fiel tuyo; 
salva a tu siervo, que confía en ti. R/. 

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, 
que a ti te estoy llamando todo el día; 
alegra el alma de tu siervo, 
pues levanto mi alma hacia ti. R/. 

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, 
rico en misericordia con los que te invocan. 
Señor, escucha mi oración, 
atiende a la voz de mi súplica. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» 
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. 
Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?» 
Jesús les replicó: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del sábado, 21 de febrero de 2015

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Fernando Torres Pérez, cmf

      “Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.” Es lo que dice el profeta Isaías en la primera lectura. No dice que la luz se encontrará cuando nos centremos en nosotros mismos, nos dediquemos a la meditación y la oración durante largas horas y nos alejemos del mundo al silencio del desierto. Precisamente dice lo contrario. Nuestra oscuridad se volverá luz cuando abramos la mano al hermano, cuando dejemos de ver al otro como una amenaza ante la que tenemos que defendernos y busquemos la reconciliación, cuando compartamos lo que tenemos con el que tiene menos. 
      En la Cuaresma se trata de encontrar la luz, de dejar que esa luz nos ilumine y nos marque el camino a seguir. Isaías nos señala dónde la podemos encontrar. Claro que, ciertamente, es más fácil –incluso más gratificante desde un punto de vista psicológico– retirarse a la iglesia en oración íntima ante el sagrario que salir a dar la mano al hermano, familiar o amigo con el que estamos enfadados, pedir perdón si fuera necesario y buscar activamente la reconciliación. Es más fácil irnos a un retiro que compartir nuestros bienes con los necesitados. Conclusión: el retiro vale si nos lleva a lo otro. Si no nos lleva a lo otro, es tiempo perdido y tiene poco que ver con Dios y mucho con buscar sólo nuestra paz interior, nuestro nirvana de armonía, dejando de lado las verdaderas urgencias de la vida y del Evangelio. Y, como diría Isaías, dejando de lado la verdadera luz, la que nos libraría de la oscuridad. 
      Quizá sea ésta la razón por la que Jesús dice que no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores a que se conviertan. Si estamos en la Iglesia, si seguimos a Jesús, no es porque seamos buenos sino porque somos pecadores. Somos pecadores que hemos experimentado el perdón y el amor de Dios. ¿Cómo no lo vamos a compartir? Eso precisamente es vivir la Cuaresma.

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