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martes, 28 de abril de 2015

Lecturas del Miércoles de la 4ª semana de Pascua


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12,24–13,5):

En aquellos días, la palabra de Dios cundía y se propagaba. Cuando cumplieron su misión, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose con ellos a Juan Marcos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey Herodes, y Saulo. 
Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.» 
Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron. Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre. Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, llevando como asistente a Juan.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 66,2-3.5.6.8

R/.
 Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben


El Señor tenga piedad nos bendiga, 
ilumine su rostro sobre nosotros; 
conozca la tierra tus caminos, 
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones, 
porque riges el mundo con justicia, 
riges los pueblos con rectitud 
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben. 
Que Dios nos bendiga; 
que le teman hasta los confines del orbe. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,44-50):

En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Bonifacio Fernández,cmf
Queridos hermanos:
El pan de la palabra es de muchas clases, formas y sabores. A veces tiene el sabor de la controversia. Y, además, es un pan duro. El presente texto evangélico representa el final del capítulo 12 de San Juan. Constituye una suerte de resumen de la proclamación de Jesús. Desde  el comienzo nos hace saber que Jesús “grita”. En los versículos anteriores constata el evangelista la incredulidad de los judíos, a pesar de haber realizado Jesús “tan grandes señales delante de ellos”.
Jesús “grita” su identidad y su misión: es el enviado del Padre, es la luz, es el salvador del mundo, habla palabras del Padre, su mandato es vida eterna. Por eso los que le rechazan  a él  y no reciben su palabra serán juzgados por la Palabra en el último día.
La controversia de Jesús es, en realidad, con el “desconfiado y miedoso” que cada uno llevamos dentro. La palabra  quiere convencernos, agarrarnos, cautivarnos. Polemiza con nuestra razón y, sobre todo, con nuestro corazón. Es como espada de doble filo… es como martillo que golpea…es palabra que juzga y hará prevalecer la justicia… Se  dirige directamente a  desarmar al corazón cerrado y desconfiado que llevamos en nosotros; trata de trasformarlo en un corazón dócil, abierto, escuchador; en un corazón que se rinde ante la iniciativa amorosa del Mesías.
La palabra leída, meditada, contemplada, nos descubre hoy nuestras propias resistencias y la dureza de nuestro corazón. ¡Es sorprendente la capacidad que tenemos para “domesticar” la fuerza de la Palabra!  Escuchar hoy la Palabra a través de las palabras del texto  implica dejarnos desvelar las cadenas invisibles que nos esclavizan y no nos dejan recibir al Enviado. ¿Cómo  resisto yo a la palabra? ¿Cómo neutralizo su  vigor?
Bonifacio Fernández,cmf

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