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sábado, 30 de mayo de 2015

Lecturas del Santisima Trinidad - Ciclo B

Primera lectura

Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

Palabra de Dios

Salmo

Salmo responsorial: 32

Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.


La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos,
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

Segunda lectura

Segunda lectura: Rm 8,14-17

Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Evangelio:

Evangelio

Evangelio según
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» 
Palabra d, del domingo, 31 de mayo de 2015
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Evangelio: Mt 28,16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» 

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
La Eucaristía comienza, reconociendo con la señal de la cruz, que estamos reunidos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu” decimos después, está con nosotros. Podemos afirmar que el misterio de la Santísima Trinidad preside todas nuestras experiencias de fe desde el bautismo, nos dice el evangelio de hoy: “Id y haced discípulos de  todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Discusiones teológicas a parte o elucubraciones esta es la fuente de todo hombre de fe.
El Padre es creador: “Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, Dios creó al hombre sobre la tierra”, pero no sólo engendró la vida para sus hijos, sino que los alimenta y los cuida con cariño. Se mostró como liberador, pero no únicamente en la salida de Egipto, en toda la historia de Israel, como nos dice la primera lectura, buscó que su pueblo: “sea feliz, tú y tus hijos, después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre”. Por eso nosotros llevados por el Espíritu que es del Padre y del Hijo, podemos  comprobar cómo dice San Pablo en la segunda lectura: “Que hemos recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre)”. Dios es nuestro Padre porque nos llama a la libertad, la madurez, la felicidad y la mayoría de edad.
El Hijo, es Dios para los demás, el que nos ha dicho como es el Padre. Es el camino concreto que nos recuerda cómo nos quiere el Padre y nos da la garantía de que lo que quiere Dios, su Reinado, es real. Permanecer unidos a sus palabras, su testimonio, su amor, es lo que nos conduce a ese Reino. Entregar la vida como hizo Jesús, que no es para guardarla, nos lleva a la felicidad y hace que otros tengan vida y vida en abundancia. Con Él somos coherederos e hijos: “Somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados”. Y sobre todo de Él recibe la Iglesia su misión para anunciar la Buena Noticia.
El Espíritu Santo es el que nos hace sentir la experiencia de Dios. El que vive bajo el temor, con miedo al castigo, en la norma, en la quietud, es difícil que llegue a la experiencia de sentirse hijo de Dios. Quien se deja conducir por el Espíritu, el espíritu del amor, de la reconciliación, de la unidad y de la paz, no puede menos que sentirse ante Dios como un hijo ante su padre. Es sobre todo en la realidad eclesial, la vivencia de la fraternidad, de la amistad, de la comunidad, como sentimos la presencia del Espíritu, que nos impulsa a sentirnos hermanos de Cristo e Hijos de Dios.
La Trinidad es comunidad y Buena Noticia. El hombre que busca a Dios, su crecimiento, su liberación…, puede encontrar en la historia y en su historia personal, su presencia como Padre/Madre que siempre está a su lado. Puede sentirse hermano de Jesús y de los demás hombres, porque todos somos hijos. Puede encontrar la felicidad, dejándose llevar por el Espíritu que es viento, que nos hace saber que no está logrado todo y  que hay que seguir luchando, por el desarrollo de toda la humanidad y el nuestro propio.
Terminamos la celebración, recibiendo la bendición trinitaria. Sabemos que es un misterio, pues contemplemos, sobre todo en este día que celebramos la Jornada Pro Orantibus, dentro del Año de la Vida Consagrada y el V Centenario de Santa Teresa de Ávila. Como nos decía ella:”Por bajo que hable uno, cuando se dirija a Dios, está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí, y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a Padre, pedirle como a Padre, contarle sus trabajos, y pedirle remedio para ellos…”.

Liturgia Viva del Santisima Trinidad - Ciclo B

SANTÍSIMA TRINIDAD (B)
  • Dios es Amor
  • “Estoy aquí para Ustedes”
  • Como nuestro Pariente de Sangre
Saludo 
El amor del Padre, 
el perdón y la vida del Hijo
y la fuerza del Espíritu Santo
Esté siempre con ustedes. R/ Y con tu espíritu
Introducción por el Celebrante
1. Dios es Amor
Para la mayoría de nosotros la fiesta de hoy, la Santísima Trinidad, quizás no sea tan apasionante y conmovedora como las de Navidad, Pascua de Resurrección o Pentecostés; sin embargo compendia y sintetiza a todas ellas. Es sencillamente la fiesta de un Dios que nos muestra tres rostros bien queridos. Podemos llamarle Padre, incluso Papito (Abba), como le llamó Jesús. Podemos llamarle  hermano nuestro en la persona de Jesús.  Podemos llamarle nuestro aliento en la persona del Espíritu, que es nuestra fuerza, vida y amor que nos mantiene vivos, dinámicos, comprometidos en la construcción de la Iglesia y del mundo. Y, si queremos compendiar a Dios en una sola palabra, decimos con San Juan: “Dios es amor”. Si Dios nos ama tanto, no podemos menos que amarnos unos a otros.
2. “Estoy aquí para Ustedes”
Con demasiada frecuencia mucha gente considera a Dios como un Dios lejano, muy distante y difuso, un Dios al que aparentemente es difícil acercarse, pero a quien retornamos cuando todo lo demás falla. ¡Ojalá fuéramos más conscientes de la realidad! Nuestro Dios está cerca, muy cercano a nosotros. Ya en el Antiguo Testamento él mismo nos reveló su nombre como “Yo soy es que está ahí (para ustedes –Yahwé-)”, el Dios que siente nuestras miserias y nuestras alegrías. En Jesús  él se hizo uno de nosotros, hermano, compañero en el camino de la vida. Por el Espíritu de amor vive en nosotros y nos capacita para la comunidad y para el amor... ¡Si solamente fuéramos conscientes de esto!  Que Jesús nos despierte hoy a las riquezas y a la belleza de Dios!
 
3. Como nuestro Pariente de Sangre 
¿Dónde está  Dios para nosotros? ¿Acaso lejos, en su alto cielo,  y bien alejado de nuestra vida de cada día, como alguien a quien tememos enojar? Hoy, conforme vayamos celebrando esta Fiesta de la Trinidad, honramos a un Dios que vive en nuestra comunidad,  que es fruto de una relación de alianza con nosotros; es decir, un Dios que nos toma como sus familiares de sangre; un Dios tan cercano a nosotros como un cónyuge en el matrimonio; un Dios que nos prefirió a nosotros antes que a su propio Hijo ya que permitió que Jesús diera su vida por nosotros; un Dios que sigue  moviéndonos por medio del Espíritu con sus inspiraciones de amor y ternura, de compasión y de valor.
Que esta eucaristía sea un himno de acción de gracias al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Nota
Esta es una buena oportunidad para realizar el rito de aspersión con agua, ya que nos recuerda que en el bautismo nos sumergimos en el amor de la Santísima Trinidad.  Para el texto, ver el Sacramentario,. Si no hay rito de aspersión, usar el Acto penitencial, a continuación.
Acto Penitencial
Pedimos perdón al Señor nuestro Dios
porque no siempre hemos correspondido a su amor.
(Pausa)

Señor Jesús, tú nos has revelado al Dios Padre 
que se preocupa profundamente por nosotros:
Señor, ten piedad de nosotros.  R/  Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, Tú nos amaste totalmente 
entregando tu vida por nosotros:
Cristo, ten piedad de nosotros.  R/  Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú derramas sobre nosotros 
el Espíritu de unidad y de amor:
Señor, ten piedad de nosotros.  R/  Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Dios amable y  misericordioso 
perdónanos todos nuestros pecados
y ayúdanos a corresponder a tu infinito amor.
Y llévanos a la vida eterna.      R/  Amén
Colecta
1 y 2: El Dios Amor, aquí para Nosotros    

Oremos a Dios
como hijos e hijas  a quienes él tanto ama.
(Pausa)
Oh Dios, fuente de vida y amor, 
te cantamos hoy la alegría de nuestra fe y de nuestro amor.
Tú nos has amado primero, 
incluso antes de que pudiéramos conocerte.
Padre de bondad, que nos agracias 
con un amor tan tierno como el de una madre,
nuestros corazones reconocen tu grandeza y tu compasión.
Encomiendas a Cristo ser como tu rostro,
nuestro hermano cercano y afable,
que nos salva por su muerte y resurrección.
Y tu Espíritu nos anima con tu amor y tu fuerza.
Mantén vivo en nosotros ese amor y esa alegría:
¡que nuestra gratitud resuene por toda la tierra!
Para ti todas nuestras bendiciones y alabanzas
por Jesucristo, nuestro Señor.  R/  Amén.
3.  Como nuestro Pariente de Sangre
Demos gracias a Dios de todo corazón
porque es nuestro Dios cordial y afectuoso.
(Pausa)
Oh Dios Padre nuestro,  querido, vivo, afectuoso,
tú eres todo ternura y amistad.
Tú estableciste una unión permanente de vida y de amor
entre ti  y nosotros en el momento de  la Alianza. 
Gracias por todo tu amor.
Gracias por darnos a tu Hijo Jesús como a hermano nuestro 
para acompañarnos en el camino de la vida.
Gracias por el Espíritu Santo que nos conduce a ti.
Que él nos guíe también hacia los hermanos
y nos haga ser un solo corazón y una sola alma.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.  R/  Amén
Primera Lectura (Dt 4:32-34, 39-40): Dios es el Dios del Pueblo
Dios, el creador,  guió el destino de su pueblo escogido, Israel,  para revelarse a sí mismo como un Dios que salva, y para hacer a su pueblo signo de salvación para todos.
Segunda Lectura (Rom 8:14-17): El Espíritu nos hace Hijos de Dios
Por medio del Espíritu Santo que vive en nosotros sabemos que somos hijos del Padre y somos llamados, con el Hijo de Dios, Cristo Resucitado, para ser herederos de un mundo futuro.
Evangelio (Mt 28:16-20): En el nombre del Padre, Hijo y Espíritu SantoNosotros somos los misioneros de Dios, bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Venimos de Dios,  y con Cristo, vivo en medio de nosotros,  tenemos que llevar el mundo a Dios.
Intercesiones Generales
Con el Espíritu de Jesús vivo en nosotros, oremos a nuestro Dios vivo y afectuoso y digamos:  R/  Oh Dios nuestro, bendito seas por siempre.
  • Por habernos llamado por nuestro nombre, demos gracias a  nuestro Padre del cielo; para que sepamos darle una respuesta fiel a su amor, roguemos: R/  Oh Dios nuestro, bendito seas por siempre.
  • Por habernos salvado  llegando a ser uno de nosotros, compartiendo nuestra vida humana y muriendo por nosotros, demos gracias a Jesús nuestro Señor; para que tengamos la fuerza para seguirle,  roguemos:   R/  Oh Dios nuestro, bendito seas por siempre.
  • Por guiarnos en nuestras horas oscuras, y por fortalecernos con su alegría y amor, demos gracias al Espíritu Santo; implorando nos dé sabiduría y ánimo, roguemos:    R/  Oh Dios nuestro, bendito seas por siempre.
  • Por los que predican el evangelio en cualquier parte del mundo, para que la gente reciba la Buena Noticia de Jesús con entusiasmo y alegría, roguemos:   R/  Oh Dios nuestro, bendito seas por siempre.
  • Por los padres y madres, para que a través de ellos sus hijos descubran la paternidad de Dios y aprendan a amarle sin reservas, roguemos:  R/  Oh Dios nuestro, bendito seas por siempre.
  • Por los desalentados y cansados, para que experimenten la fuerza alentadora del Espíritu Santo, roguemos:  R/  Oh Dios nuestro, bendito seas por siempre.
Oh  Dios, dador de vida, gozosamente te conocemos y te amamos como Padre, Hijo,  y Espíritu Santo. A nosotros, a nuestras comunidades,  y a muchos  otros hermanos y hermanas, haznos  crecer en este conocimiento y amor, ahora y por siempre.  R/ Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre nuestro,
ni nuestras palabras ni todo el ancho mundo           
pueden abarcarte o expresarte
y, sin embargo, tu Hijo quiere estar cerca de nosotros
sacramentalmente en estos signos sencillos de pan y vino.
Sé siempre nuestro “Dios-con-nosotros”,
por medio de Jesús, vivo en medio de nosotros, 
y danos la fuerza de tu Espíritu
para atestiguar ante todo el mundo
que tú eres nuestro Dios viviente
y que nosotros somos tus hijos, 
ahora y para siempre.  R/  Amén.
Introducción a la Plegaria Eucarística
En la Plegaria Eucarística alabamos a Dios como  Padre, Hijo y Espíritu Santo en su inmensa grandeza y, aun así, en su cercanía a nosotros.
Por medio de Jesús, y unidos por el Espíritu Santo,  ofrecemos nuestra gratitud y alabanza al Padre.
Introducción a la Oración del Señor – Padre Nuestro
Movidos por el Espíritu Santo,
clamamos a Dios nuestro Padre
con las palabras de Jesús, el Hijo.
Oración por la Paz
Señor Jesucristo,
tú prometiste estar con nosotros
hasta el fin del tiempo y del mundo.
Otorga generosamente a tu Iglesia la paz y la unidad 
para que ella sea signo para todo el mundo
de tu paciente y solícito amor.
Tú eres Señor nuestro por los siglos de los siglos.  R/ Amén.
Invitación a la Comunión
Este es Jesucristo, el Señor, 
el Hijo de Dios que se hizo hombre
para hacernos hijos humanos del Padre, 
por el Espíritu, fuente de unidad.
Dichosos nosotros, invitados ahora 
a la mesa del Señor.   R/ Señor, yo no soy digno...
Oración después de la Comunión
Señor, Dios nuestro,
en esta celebración eucarística 
graciosamente nos has permitido experimentar de nuevo
cuán cerca de nosotros tú deseas estar por medio de tu Hijo.
Acepta bondadoso nuestra acción de gracias,
y, con la fuerza de tu  Espíritu,
ayúdanos a ser para nuestros hermanos
los labios de tu Hijo que profiere palabras de compasión y ánimo,
su corazón que ama y comparte su alegría, 
su voluntad que trae libertad y justicia,
sus manos que bendicen
y sus pies que caminan esforzadamente  con ellos 
en el polvoriento  camino hacia  ti,
Padre nuestro,  por los siglos de los siglos.  R/  Amén.
Bendición
Por nuestro bautismo
recibido en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo,
Dios ha venido a ser nuestro Dios;
Él ha hecho suyo propio nuestro destino
y su vida nuestra vida.
Que él esté siempre cercano a nosotros 
y que nos bendiga a todos:
el Padre, cuyos hijos e hijas somos,
el Hijo, que es nuestro hermano y nuestro Salvador,
y el Espíritu Santo que vive en nosotros dándonos vida y amor. 
R/  Amén.
Podemos ir en paz
y ser cercanos a todos los que nos rodean
como Dios es cercano a nosotros.  R/ Demos gracias a Dios.

OREMOS A LA SANTISIMA TRINIDAD


Creo en Ti, Dios Padre,
Creo en Ti, Dios Hijo,
Creo en Ti, Dios Espíritu Santo,
pero aumentad mi fe.

Espero en Ti, Dios Padre,
Espero en Ti, Dios Hijo,
Espero en Ti Dios Espíritu Santo,
pero aumentad mi esperanza.
Te amo Dios Padre,
Te amo Dios Hijo, mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Te amo Dios Espíritu Santo,
pero aumentad mi amor.
Gloria al Padre,
Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo,
Gloria a la Santísima e indivisa Trinidad,
como era en el principio, ahora y siempre,
por todos los siglos de los siglos. Amen.
Padre omnipotente, ayuda mi fragilidad y sácame del abismo de mi miseria.
Sabiduría del Hijo, endereza todos mis pensamientos, palabras y obras de este día.
Amor del Espíritu Santo, sé el principio de todas las obras de mi alma,
para que sean siempre conformes con la Voluntad del Padre.

A Ti, Padre Ingénito,
A Ti, Hijo Unigénito,
A Ti, Espíritu de Santidad,
Un solo Dios en Trinidad,
De todo corazón te confieso,
te bendigo , te alabo.

A Ti, Trinidad Santísima se te dé siempre, todo honor,
gloria y alabanza por toda la eternidad.

Amén.

Acto de Ofrecimiento

¡Oh beatísima Trinidad!, os doy palabra de procurar con todo esfuerzo y empeño salvar mi alma, ya que la creasteis a vuestra imagen y semejanza y para el cielo. Y también por amor vuestro procuraré salvar las almas de mis prójimos.
Para salvar mi alma y daros gloria y alabanza, sé que he de guardar la divina ley. Os doy palabra de guardarla como la niña de mis ojos, y también procuraré que los demás la guarden.
Aquí, en la tierra, me ejercitaré en alabaros, y espero que después lo haré con más perfección en el cielo; y por esto, con frecuencia rezaré el Trisagio y el verso: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Y también procuraré que los demás os alaben.  Amén.
V.  Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo.R.  Alabémosle y ensalcémosle en todos los siglos.
Omnipotente y sempiterno Dios, que concediste a tus siervos el conocer la gloria de tu eterna Trinidad en la confesión de la verdadera fe y el adorar la Unidad en tu augusta Majestad; Te rogamos, Señor, que por la fuerza de esa misma fe nos veamos siempre libres de todas las adversidades. Por Cristo, Señor nuestro.
Amén.


Novena
En adoración de la  Santísima Trinidad y en
súplica a la Santísima Virgen María por su intercesión
A Dios Padre
Un
 Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción á los cielos.

A Dios Hijo

Un
 Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.

A Dios Espíritu Santo

Un
 Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amántísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima proteccion de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.


Oración en súplica a la Santísima Virgen María por  su intercesión 

Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencione aquí la gracia).

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  Amén.


LA SANTISIMA TRINIDAD



PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO PRIMERO
CREO EN DIOS PADRE
ARTÍCULO 1
«CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA»
Párrafo 2
EL PADRE
I "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"
232 Los cristianos son bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). Antes responden "Creo" a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: Fides omnium christianorum in Trinitate consistit ("La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad") (San Cesáreo de Arlés,Expositio symboli [sermo 9]: CCL 103, 48).
233 Los cristianos son bautizados en "el nombre" del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en "los nombres" de éstos (cf. Virgilio, Professio fidei (552): DS 415), pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.
234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo" (DCG 47).
235 En este párrafo, se expondrá brevemente de qué manera es revelado el misterio de la Bienaventurada Trinidad (I), cómo la Iglesia ha formulado la doctrina de la fe sobre este misterio (II), y finalmente cómo, por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo, Dios Padre realiza su "designio amoroso" de creación, de redención, y de santificación (III).
236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la Oikonomia nos es revelada laTheologia; pero inversamente, es la Theologia, la que esclarece toda la Oikonomia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.
237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, "que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Concilio Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.
II La revelación de Dios como Trinidad
El Padre revelado por el Hijo
238 La invocación de Dios como "Padre" es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como "padre de los dioses y de los hombres". En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (Cf. Dt 32,6; Ml 2,10). Pues aún más, es Padre en razón de la Alianza y del don de la Ley a Israel, su "primogénito" (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf. 2 S 7,14). Es muy especialmente "el Padre de los pobres", del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (cf. Sal 68,6).
239 Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y medida (cf. Ef3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios.
240 Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único, que recíprocamente sólo es Hijo en relación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27).
241 Por eso los Apóstoles confiesan a Jesús como "el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios" (Jn 1,1), como "la imagen del Dios invisible" (Col 1,15), como "el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia" Hb 1,3).
242 Después de ellos, siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea que el Hijo es "consubstancial" al Padre (Símbolo Niceno: DS 125), es decir, un solo Dios con él. El segundo Concilio Ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó "al Hijo Único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150).
El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu
243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), estará ahora junto a los discípulos y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.
244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.
245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue proclamada por el segundo Concilio Ecuménico en el año 381 en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como "la fuente y el origen de toda la divinidad" (Concilio de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: "El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza [...] por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).
246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu "procede del Padre y del Hijo(Filioque)". El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: "El Espíritu Santo [...] tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración [...]. Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único al engendrarlo a excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente" (DS 1300-1301).
247 La afirmación del Filioque no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa san León la había ya confesado dogmáticamente el año 447 (cf. Quam laudabilitier: DS 284) antes incluso que Roma conociese y recibiese el año 451, en el concilio de Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de esta fórmula en el Credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina (entre los siglos VIII y XI). La introducción del Filioque en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano por la liturgia latina constituye, todavía hoy, un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.
248 La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre por relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como "salido del Padre" (Jn 15,26), esa tradición afirma que éste procede del Padre por el Hijo (cf. AG 2). La tradición occidental expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice "de manera legítima y razonable" (Concilio de Florencia, 1439: DS 1302), porque el orden eterno de las personas divinas en su comunión consubstancial implica que el Padre sea el origen primero del Espíritu en tanto que "principio sin principio" (Concilio de Florencia 1442: DS 1331), pero también que, en cuanto Padre del Hijo Único, sea con él "el único principio de que procede el Espíritu Santo" (Concilio de Lyon II, año 1274: DS 850). Esta legítima complementariedad, si no se desorbita, no afecta a la identidad de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.
III La Santísima Trinidad en la doctrina de la fe
La formación del dogma trinitario
249 La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del Bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13; cf. 1 Co 12,4-6; Ef 4,4-6).
250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano.
251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona" o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 2).
252 La Iglesia utiliza el término "substancia" (traducido a veces también por "esencia" o por "naturaleza") para designar el ser divino en su unidad; el término "persona" o "hipóstasis" para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término "relación" para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.
El dogma de la Santísima Trinidad
253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804).
254 Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.
255 Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331).
256 A los catecúmenos de Constantinopla, san Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria:
«Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje [...] Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero[...] Dios los Tres considerados en conjunto [...] No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo...(Orationes,  40,41: PG 36,417).
IV Las obras divinas y las misiones trinitarias
257 O lux beata Trinitas et principalis Unitas! ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (LH, himno de vísperas "O lux beata Trinitas"). Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en Él" (Ef 1,4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rm 8,29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rm 8,15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).
258 Toda la economía divina es la obra común de las tres Personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación (cf. Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada Persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1 Co 8,6): "Uno es Dios [...] y Padre de quien proceden todas las cosas, Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Concilio de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.
259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las Personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rm 8,14).
260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama —dice el Señor— guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).
«Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora» (Beata Isabel de la Trinidad, Oración)
Resumen
261 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
262 La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es "de la misma naturaleza que el Padre", es decir, que es en Él y con Él el mismo y único Dios.
263 La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria".
264 "El Espíritu Santo procede principalmente del Padre, y por concesión del Padre, sin intervalo de tiempo procede de los dos como de un principio común" (S. Agustín, De Trinitate, 15,26,47).
265 Por la gracia del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt28, 19) somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios 9).
266 "La fe católica es ésta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las Personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad" (Símbolo "Quicumque": DS, 75).
267 Las Personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.

TRISAGIO A LA SANTÌSIMA TRINIDAD




Acto de contrición

Amorisísimo Dios, Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en 
quien creo, en quien espero, a quien amo con todo mi corazón, 
cuerpo, alma, potencias y sentidos, por ser Vos mi Señor y mi Dios, 
infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas; me 
pesa, Trinidad santísima, me pesa, Trinidad amabilísima, me pesa 
Trinidad misericordisísima, de haberos ofendido, sólo por ser quien 
sois. Propongo y os doy palabra de nunca más ofenderos y de morir 
antes que pecar. Espero de vuestra suma bondad y misericordia 
infinita me habéis de perdonar todos mis pecados, y me daréis 
gracia para perseverar en un verdadero amor y una cordialísima 
devoción a vuestra siempre amabilísima Trinidad. Amén.


Oración al Padre

¡Oh Padre Eterno! Principio y fuente de todo bien. Increado, 
Ingénito, 
centro de toda felicidad; me gozo de veros tan superior a todo lo 
creado, que mi entendimiento se pierde en el océano de vuestras 
perfecciones infinitas. Permitid que unidos a los Ángeles, 
Arcángeles y Tronos, celebremos vuestro 
inmenso poder.
¡Oh, Padre eterno! Fuera de vuestra posesión, yo no veo otra cosa 
que 
tristezas y tormentos. Vos sois mi única felicidad, mi tesoro y mi 
gloria. 
Haced que jamás me separe de Vos, para que pueda siempre 
alabaros.


Un Padrenuestro, Avemaría y nueve veces:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos: llenos están el 
cielo y la tierra de vuestra gloria.
Y se responde cada vez:
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Al final de las nueve veces se añade:
Santo Dios, Señor fuerte, Santo inmortal; líbranos, Señor, de todo 
mal.


Oración al Hijo:

¡Oh Hijo divino! En todo igual al Padre, verdad inefable camino 
seguro y vida felicísima del hombre; os glorifico por todos vuestros 
soberanos atributos, y os alabo por vuestras misericordias infinitas. 
¡Ay Jesús mío, que no he sido discípulo vuestro sino de nombre! 
Pero queriendo ya serlo en realidad, permitid que una mi voz a la 
de las Dominaciones, Principados y Potestades, y ensalce con ellas
vuestra sabiduría infinita.
¡Oh Verdad eterna, fuera de la cual yo no veo otra cosa que 
engaños y mentiras!
¡Ah! ¿Cuándo será la hora en que Vos me hablaréis claramente en 
el seno de vuestra gloria?.


Un Padrenuestro, Avemaría y nueve veces:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos: llenos están el 
cielo y la tierra de vuestra gloria.
Y se responde cada vez:
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Al final de las nueve veces se añade:
Santo Dios, Señor fuerte, Santo inmortal; líbranos, Señor, de todo 
mal.


Oración al Espíritu Santo

¡Oh Espíritu consolador!, que procedéis del Padre y del Hijo, amor 
increado, manantial de todas las gracias, centro de todas las 
dulzuras, y no obstante, tan poco amado. A lo menos, me alegro 
del encendido amor con que os aman 
las Virtudes, los Querubines y Serafines. ¡Oh! Quién pudiera 
amaros con todos los hombres de la tierra, como estos espíritus os 
aman en el cielo!
¡Oh amor, oh don del Altísimo, centro de las dulzuras y de la 
felicidad del mismo Dios!.
¿Cuándo derramaréis vuestro bien como un torrente sobre mi alma? 
¿Cuándo será esto?, ¡oh mi Dios!, ¿cuándo será?


Un Padrenuestro, Avemaría y nueve veces:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos: llenos están el 
cielo y la tierra de vuestra gloria.
Y se responde cada vez:
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Al final de las nueve veces se añade:
Santo Dios, Señor fuerte, Santo inmortal; líbranos, Señor, de todo 
mal.


Antífona

A Vos, Dios Padre Ingénito; a Vos, Hijo Unigénito; a Vos, Espíritu 
Santo Paráclito, santa e individua Trinidad, de todo corazón os 
confesamos, alabamos y bendecimos. A Vos se dé la gloria, por los 
siglos de los siglos. Amén.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
Oración
Señor Dios, Uno y Trino; dadnos continuamente vuestra gracia, 
vuestra caridad y la comunicación con Vos, para que en tiempo y 
eternidad os amemos y glorifiquemos, Dios Padre, Dios Hijo, Dios 
Espíritu Santo, en una Deidad, por todos los siglos de los siglos. 
Amén.
Omnipotente y sempiterno Dios, que te dignaste revelar a tus 
siervos la gloria de tu eterna Trinidad, y hacer que confesando una 
sola fe verdadera, adorásemos la unidad en tu augusta Majestad; 
te rogamos, Señor, que en virtud de esta fe, nos veamos libres de 
toda adversidad y peligro. Amén.