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martes, 26 de mayo de 2015

Cinco santos que lucharon contra el demonio

San Pío de Pietrelcina / Crédito de imagen: Isabel Diaz (ACI Prensa)
San Pío de Pietrelcina / Crédito de imagen: Isabel Diaz (ACI Prensa)


REDACCIÓN CENTRAL, 24 May. 15 / 08:43 pm (ACI).- El mundo espiritual es real y en él ocurren verdaderos combates. En algunas partes de la biblia se menciona la lucha que existe contra el demonio y la carne, porque mientras la persona esté más cercana a Dios, será más tentada.
Las siguientes historias seleccionadas por el sitio web ChurchPop.com no buscan generar miedo sino ser un recordatorio de que Satanás y las tentaciones al pecado son reales, aunque generalmente no sean visibles.
Antes, dos citas bíblicas para entender mejor el contexto: “Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las asechanzas del demonio. Porque nuestra lucha no es contra los enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio”. (Efesios.6, 11-12)
“Sed sobrios y estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar”. (1 Pedro 5.8)
1) San Antonio el Grande: “El león rugía, deseando atacar”
Este santo vivió entre los siglos tercero y cuarto. Fue uno de los primeros monjes en retirarse al desierto para vivir entregado al ayuno y la oración. LaIglesia conoce su historia gracias a su biógrafo San Atanasio.
Cuando la gente visitaba a San Antonio en las ruinas donde vivía escuchaba tumulto, muchas voces y el choque de armas. También veían que durante la noche aparecían bestias salvajes y que el santo combatía contra ellas mediante la oración.
En una ocasión, cuando tenía 35 años, San Antonio decidió pasar la noche solo en una tumba abandonada. Allí un grupo de demonios apareció y lo hirieron. Los arañazos del demonio le impidieron levantarse del suelo. El ermitaño comentaba que el dolor causado por esa tortura demoniaca no se comparaba a ninguna herida causada por el hombre.
Al día siguiente, un amigo suyo lo encontró y lo llevó al pueblo más cercano para curarlo. Sin embargo, cuando el santo recuperó el sentido le pidió a su amigo que lo llevara de vuelta a la tumba. Al dejarlo, San Antonio gritó: “aquí estoy, yo Antonio. No huiré de tus latigazos, y ningún dolor ni tormento me separará del amor de Cristo”. San Atanasio relata que los demonios regresaron y ocurrió lo siguiente:
Resonó un estruendo, semejante a un terremoto, que sacudió todo el lugar y los demonios salieron de las cuatro paredes en formas monstruosas de bestias y reptiles. Así el lugar se llenó de leones, osos, leopardos, toros, serpientes, áspides, escorpiones y lobos. El león rugía, deseando atacar; el toro se preparaba para embestir con sus cuernos; la serpiente se arrastraba buscando un punto de ataque y el lobo gruñía rodeándolo. Todos estos sonidos eran aterradores.
Aunque San Antonio jadeaba de dolor, enfrentó a los demonios diciendo: “si ustedes tuviesen algún poder, habría bastado que solo uno de ustedes viniera, pero como Dios los hizo débiles, ustedes quieren aterrorizarme con su gran número: y la prueba de su debilidad es que han tomado la forma de bestias brutas”.
“Si son capaces, y si han recibido un poder en mi contra, atáquenme de una vez. Pero si no son capaces, ¿porque me perturban en vano? Porque mi fe en Dios es mi refugio y la muralla que me pone a salvo de ustedes”.
De repente, el techo se abrió y una luz brillante iluminó la tumba. Los demonios desaparecieron y los dolores cesaron. Al darse cuenta de que Dios lo había salvado, Antonio oró: “¿Dónde estabas? ¿Por qué no te apareciste desde el principio y me libraste de los dolores?”.
A estas preguntas, Dios respondió: “Antonio, yo estaba allí, pero esperé para verte pelear. Como has perseverado en la lucha, y no has caído, siempre estaré dispuesto a socorrerte y haré famoso tu nombre en todas parte”.
Luego de escuchar las palabras de su Señor, el monje se levantó y oró. Entonces recibió tanta fuerza que sintió que tenía más poder en su cuerpo que antes.
2) Santo Padre Pío: “Estos demonios nunca dejan de golpearme”
Fue un sacerdote italiano que nació a fines del siglo XIX y murió en 1968. Aunque realizó muchos milagros y recibió los estigmas, el Padre Pío también sufrió ataques frecuentes del demonio.
Según el P. Gabriele Amorth, famoso exorcista de la diócesis de Roma, “la gran y constante lucha en la vida del santo fue contra los enemigos de Dios y las almas, quienes trataron de capturar su alma”. Desde su juventud el Padre Pío tuvo visiones celestiales, pero también sufrió ataques infernales. El P. Amorth explica:
“El diablo se le aparecía en la forma de un gato negro o como algún otro animal repugnante. Con estas apariencias intentaba llenarlo de terror. En otras ocasiones, el demonio tomaba la forma de chicas jóvenes, desnudas y provocativas, que realizaban danzas obscenas, para atentar contra su castidad. Sin embargo, el Padre Pío sintió el peligro cuando Satanás trató de engañarlo fingiendo ser su director espiritual o tomando la forma de Jesús, la Virgen o San Francisco”.
Esta última táctica, cuando el diablo tomaba la forma de alguien bueno y santo, fue un problema. Así fue como el Padre Pío se dio cuenta de que las visiones eran falsas:
notó cierta timidez cuando la Virgen y el Señor se le aparecieron, seguida de una sensación de paz cuando la visión terminó. Además, disfrazado de una forma sagrada, el diablo le provocó un sentimiento de alegría y atracción, pero cuando se fue, le dejaba un extraño remordimiento y tristeza.
Satanás también lo hería físicamente. El sacerdote describió estos dolores en una carta a un hermano, que era su confidente:
“Estos demonios nunca dejan de golpearme, incluso me hacen caer de la cama. ¡Incluso rasgan mis vestiduras para azotarme! Pero ya no me asustan porque Jesús me ama y él siempre me levanta y me coloca de vuelta en mi cama”.
El Padre Pío es el testimonio de que si la persona está cerca a Dios no hay que temer a los demonios.
3) Santa Gemma Galgani: “Sus garras brutales”
Esta santa italiana fue una mística que tuvo experiencias espirituales maravillosas.
En una carta dirigida a un sacerdote escribió: “durante dos días, luego de recibir la Santa Comunión, Jesús me ha dicho: “Hija mía, muy pronto el diablo desatará una guerra contra ti”. Estas palabras resuenan en mi corazón constantemente. Ore por mí por favor”.
Ella se dio cuenta de que la oración era la mejor defensa contra los ataques del demonio. En venganza, Satanás le infringía fuertes dolores de cabeza para impedir que duerma. Sin embargo, pese a las fatigas Gemma perseveró en la oración:
“Cuantos esfuerzos hace ese miserable para que yo no ore. Ayer trató de matarme, y habría tenido éxito si Jesús no hubiese venido a salvarme. Estaba asustada y mantuve la imagen de Cristo en mi mente”.
Una vez, mientras la santa escribía una carta, el diablo le arrebató la pluma de las manos, rasgó el papel y la tiró de la silla, agarrándola de los cabellos con la violencia de sus “garras brutales”.
Ella describe otro ataque en uno de sus escritos: “el demonio se presentó ante mí como una gigante y me decía: ‘Para ti ya no hay esperanza de salvación. ¡Estás en mis manos!’ Yo le respondí que Dios es misericordioso y, por tanto, no temo nada. Entonces me golpeó en la cabeza y me dijo: ‘¡Maldita seas!’, y luego desapareció”.
“Cuando volví a mi habitación para descansar, lo encontré. De nuevo comenzó a golpearme con una cuerda anudada, y quiso me gritaba que yo era débil. Le dije que no, y me golpeó tan fuerte, que caí de cabeza al suelo. En un momento se me vino a la mente invocar a Jesús. “Padre eterno, en nombre de la preciosísima sangre de Jesús, ¡líbrame!”.
“No recuerdo bien qué pasó. La bestia me arrastró de mi cama y golpeó mi cabeza con tal fuerza que todavía me duele. Perdí el sentido y yací en el suelo hasta que desperté. ¡Gracias a Dios!”
A pesar de los ataques, Santa Gemma siempre tuvo fe en Jesús. Incluso utilizaba el humor contra Satanás. Una vez escribió a un sacerdote: “tenías que verlo, cuando huía haciendo muecas, ¡te habrías muerto de la risa! ¡Es tan feo!...Pero Jesús me dijo que no le tenga miedo”.
4) San Juan María Bautista Vianney: “Lo hace porque yo convierto muchas almas para el buen Dios”
El Santo Cura de Ars nació en Francia en el año 1786. Fue un gran predicador, hacía muchas mortificaciones, fue un hombre de oración y caridad. Tenía increíbles dotes para la confesión. Por ello, venían personas de todas partes para confesarse con él y escuchar sus santos consejos. Debido a su fructífera labor pastoral se le nombró patrón de los sacerdotes. También combatió contra el maligno en varias ocasiones.
Una vez, su hermana pasó la noche en su casa, ubicada al lado de la iglesia. Durante la noche escuchó raspones en la pared. Fue a ver a Juan Vianney, que estaba confesando, y él le explicó:
“Hija mía, no debes temer: es el gruñón. Él no puede hacerte daño. En cuanto a mí, siempre me atormenta de la manera más desquiciada posible. A vez me coge de los pies y me arrastra por el cuarto. Lo hace porque yo convierto muchas almas para el buen Dios”.
El demonio hacía ruidos durante horas, similares a los cristales, silbidos y relinchos. Incluso se colocaba bajo la ventana del santo y gritaba: "Vianney, Vianney, comepapas". Su propósito era no dejar dormir al sacerdote para que se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario, donde salvaba las almas de sus garras.
En otra ocasión, mientras el Cura de Ars estaba preparándose para celebrar lamisa, un hombre le dijo que su dormitorio estaba en llamas. ¿Cuál fue su respuesta? “El Gruñón está furioso. Al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su jaula”. Le dio las llaves a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que Satanás quería impedir la misa y no se lo permitió.
Dios premió su constancia ante las pruebas con un poder extraordinario que le permitía expulsar demonios de los poseídos.
5) Santa Teresa de Jesús “Sus cuernos estaban alrededor del cuello del sacerdote mientras celebraba misa”
Esta reconocida doctora de la Iglesia y mística tuvo muchas visiones espirituales. En medio de sus oraciones y meditaciones, el demonio se le aparecía.
“Una forma abominable”, escribía, “su boca era horrenda”. “No tenía sombra sino que estaba cubierto por llamas de fuego”.
También el demonio le causaba fuertes dolores corporales. En una ocasión la atormentó durante cinco horas mientras estaba en oración con sus hermanas. La santa permaneció firme para no asustarlas.
Un día “vio con los ojos del alma a dos diablos que tenían sus cuernos alrededor del cuello del sacerdote mientras celebraba misa”.
Incluso para ella, estas visiones eran extrañas. “Rara vez lo he visto en forma corporal, a menudo no veo su apariencia física, pero sé que está allí.
¿Cuáles eran sus armas contra las fuerzas del mal?
La oración, la humildad y -muy interesante- el agua bendita. Santa Teresa decía que esta última era un arma eficaz.
Una vez estaba en un oratorio y el demonio se le apareció al lado izquierdo. Le dijo que por ahora se había librado de sus manos pero que él la capturaría de nuevo. Ella se asustó y se santiguó. Sin embargo, Satanás continuó perturbándola y Teresa tomó un frasco de agua bendita y derramó el agua sobre él. Luego de ese día nunca más volvió.

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