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lunes, 17 de agosto de 2015

CONFESIONES DE JESÚS A UN SACERDOTE


11 de Diciembre de 1978

SACRAMENTO DE SALVACION

Escribe, hijo mío, soy Jesús que me propongo continuar los mensajes que había prometido darte y, si bien recuerdas, te había dicho: no te diré cosas nuevas o no conocidas, sino sólo profundización y ampliación de cosas ya dichas anteriormente...
Con los precedentes mensajes he querido poner de relieve cómo Mi Iglesia puesta en el mundo como Sacramento de Salvación es una realidad diferente de todas las demás que la rodean; cómo es única y perfecta en su género, aunque sean imperfectos los miembros que la componen; y he querido atraer sobre Ella la atención de los buenos mientras se agitan en torno las potencias oscuras del mal y se agitan amenazadoras las aguas  precursoras de tempestad.
De estos mensajes resulta bien claro que la oscuridad avanza, hablo naturalmente, de oscuridad espiritual, y que los buenos deben estar unidos entre ellos, porque "sólo" si están unidos estaré Yo en medio de ellos generoso en mi ayuda y mi apoyo, de otra manera, divididos, serán fácil presa del Enemigo, que jactancioso pero también aterrorizado presiente cercana la hora de la batalla decisiva.
El trabajo que ha llevado a cabo usando todos los recursos de los que ha podido disponer, le hace presumir que la victoria será suya... una victoria suya que no sólo decidirá el futuro de su reino sino también de toda la humanidad, porque en su loca ilusión él piensa que con esta victoria suya, ahora ya próxima, debería poner fin a la "Victoria" de la Virgen, es decir, de Aquella a la que él odia más que a ninguna otra criatura del mundo visible e invisible.

el enemigo obra y actúa como un "ilusionista"

Esta victoria debería ser su gran revancha sobre Mí, verbo Eterno de Dios hecho Carne, sobre Mí, Dios Uno y Trino y sobre Mi Madre, criatura humana que le ha destronado a él, que de Príncipe de luz le ha hecho el Príncipe de las tinieblas; humanamente hablando, todo esto parecería increíble, sin embargo él ha quedado y quedará en ésta su locura por toda la eternidad; un "odio" incurable e inextinguible arde dentro de él como un "fuego devorador" que lo lleva a actuar siempre desesperadamente y a no encontrar ni un momento de tregua.
Sé lo que piensas en este momento, hijo mío: ¡¿Por qué no le he puesto el bozal?! Te lo he dicho tantas veces, porque no quito nunca los dones de naturaleza una vez dados, pero sobre todo porque aún en el mal, lo quieran o no, están siempre obligados a servirme, en cuanto a que el mal lo encauzo siempre al bien.
Y también vosotros, según mi ejemplo debéis hacer otro tanto, templar vuestras armas espirituales, consolidar vuestra unión, aceptar los motivos de sufrimiento para vuestra purificación y procuraros así aquella riqueza "que la polilla no carcome  y que ningún ladrón puede robar".
No os desesperéis nunca, porque por muy grande que sea la incomodidad que el Enemigo os cause, no podrá nunca sobrepasar aun un solo milímetro el límite que le he trazado… y esto debe infundiros un gran sentido de seguridad, serenidad y confianza.
Su táctica es la de hacer creer que "puede" mucho más de lo que en realidad puede; él obra y actúa como un ilusionista ante un público de niños que equivocan su destreza y su habilidad como si estuviera dotado en cambio de un poder oculto y misterioso.
Pero ¿por qué este retorno sobre aquel que es la fuente de todos los males que sufre la humanidad?
Porque es extremadamente útil conocer todo lo que sea posible sobre el Enemigo que os asedia, os insidia y quiere vuestra ruina, en el momento en que está preparando un ataque tan decisivo.

Creer, esperar y amar firmemente, esta es la clave de la salvación

¿No es propio del Padre amoroso preparar a los hijos antes de emprender un viaje largo y difícil?
Ahora bien, hijo mío ¿no soy Yo el Padre bueno y amoroso que os estoy preparando a vosotros que estáis en camino en la tierra previniéndoos de las dificultades que el viaje comporta y los obstáculos y los peligros que encontraréis?
¡Os he avisado antes precisamente porque no quiero que tengáis que perecer bajo las ruinas del inminente y tremendo derrumbamiento que sepultará a una gran parte de la humanidad!
¡La incredulidad, la indiferencia, el materialismo y el orgullo humano han hecho de tal modo, que muchos, repito, "muchos" no hayan querido aceptar mis advertencias; las han dejado caer en el vacío o se han burlado de ellas juzgándolas como frutos de demencia o de manía religiosa, haciéndose así culpables ante Dios de haber sofocado en ellos mismos la luz de la inteligencia y de la fe,  por esto inexorablemente perecerán!
Se hace excesivo mal uso de la inteligencia, el maravilloso don dado por Dios al hombre para la búsqueda de la verdad, ya que el hombre ha sido creado para la verdad.
Te he dicho ayer que Yo soy la Verdad... verdad olvidada, no deseada y tantas veces incluso escarnecida y ofendida... y lo mismo se diga de la fe, muerta en el corazón de tantos hombres que rehúsan creer en Dios, Verdad absoluta y eterna, para creer en los hombres, verdaderos ídolos de arcilla, a los que basta el lanzamiento de una piedrecita para hacerlos derrumbarse...
¡Oh estupidez y ceguera humanas, cuán deplorables sois!
Hijo, creer, esperar y amar firmemente, he aquí la clave de la salvación en el tiempo y en la eternidad.Ahora basta, hijo mío te bendigo; ¡ámame, reza y repara!

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